Usted está aquí: viernes 30 de noviembre de 2007 Mundo Nuevas personas, viejas promesas

Robert Fisk

Nuevas personas, viejas promesas

¿No estuvimos aquí antes? ¿No es Annápolis más que una repetición del jardín de la Casa Blanca y del acuerdo de Oslo, una serie de piadosas declaraciones y promesas en las cuales dos hombres débiles, Abbas y Olmert, incluso utilizan las mismas palabras de entonces?

“Es hora de que el ciclo de sangre, violencia y ocupación llegue a su fin”, expresó este jueves el presidente palestino Mahmoud Abbas. Pero, ¿acaso no recuerdo a Yitzhak Rabin diciendo en el jardín de las rosas de la Casa Blanca “es hora de que el ciclo de sangre... termine”?

Jerusalén y su lugar como capital palestina e israelí no están en el documento. Y si Israel recibe el reconocimiento de ser un Estado –como en realidad lo es–, entonces no puede haber “derecho de retorno” de cientos de miles de palestinos que en 1948 huyeron (ellos o sus familias) de lo que llegó a ser territorio israelí.

¿Y qué debo concluir de la siguiente cita del texto íntegro del documento conjunto: “El comité directivo desarrollará un plan de trabajo conjunto e instalará y supervisará el trabajo de los equipos de negociaciones (sic) que atenderán todos los asuntos, encabezados por un representante principal de cada parte”? ¿A ver, otra vez, por favor?

Ya hemos pasado antes por esos comités directivos, y nunca funcionaron. Cierto, tenemos el 12 de diciembre como fecha de la primera sesión del llamado “comité directivo” y la leve esperanza expresada por Bush –revestida, desde luego, del acostumbrado aire de confianza– de que tendremos un acuerdo en 2008. Pero, ¿cómo pueden los palestinos tener un Estado sin su capital en Jerusalén? ¿Cómo pueden tener un Estado cuando todo su territorio ha sido destazado y dividido por asentamientos judíos, por los caminos de los colonizadores y, en algunas partes, por una guerra en masa?

Sí, claro, todos queremos que se ponga fin al baño de sangre en Medio Oriente, pero los estadunidenses van a necesitar el apoyo de Siria e Irán para estas negociaciones, o al menos el de Siria para que controle a Hamas. Y en cambio, ¿qué es lo que obtenemos? Bush continúa amenazando a Irán y en Annápolis le advierte a Siria que se mantenga al margen de las elecciones en Líbano, o si no...

Cierto, Hezbollah es un subrogado de Irán y tiene un papel preponderante en la oposición al gobierno de Líbano. ¿De veras creen Bush y Condoleezza Rice (o Abbas y Olmert, para el caso) que van a tener vía libre durante un año sin plena participación de todas las partes de la región? Hamas controla más de la mitad de los palestinos bajo ocupación.

Leer los discursos –en especial el documento conjunto– se antoja como un ejercicio de autoengaño. Medio Oriente es hoy día un desastre infernal, y el presidente de Estados Unidos piensa que va a sacar las joyas de la corona de un gabinete y olvidarse de Afganistán, Irak, Irán y Pakistán de un solo golpe. El peor elemento del sainete de Annápolis es que una vez más millones de personas en Medio Oriente –musulmanes, judíos y cristianos– creerán que es verdad y, cuando fracase, se volverán furiosos contra sus antagonistas por haber roto los acuerdos.

Durante más de dos años, los sauditas han ofrecido a Israel seguridad y reconocimiento de los estados árabes a cambio de un retiro total de las fuerzas israelíes de los territorios ocupados. ¿Qué hay de malo en ello? Olmert prometió que “las negociaciones atenderán todos los asuntos que hasta ahora se han evadido”. Sin embargo, la frase “retiro de las fuerzas israelíes de los territorios ocupados” sencillamente no figura en el texto.

Como la mayoría de las personas que viven en Medio Oriente, me gustaría disfrutar estos sueños y creen que son ciertos. Pero no lo son. Esperen al final de 2008.

© The Independent

Traducción: Jorge Anaya

 
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