Usted está aquí: jueves 29 de noviembre de 2007 Opinión XXVIII Muestra Nacional de Teatro

Olga Harmony

XXVIII Muestra Nacional de Teatro

Es verdad que las Muestras Nacionales de Teatro no tienen un cariz competitivo ni pretenden –aunque quizás fuera deseable– ser festivales de excelencia, pero los desniveles casi siempre son enormes entre los grupos y directores en donde hay talento y conocimientos teatrales y los que carecen de estos atributos. Pertenecer a la dirección artística es tarea muy ardua en cuanto a la selección de los montajes y entiendo que en la Muestra que se acaba de presentar en Zacatecas el criterio imperante fue el de mostrar una gran diversidad, desde lo francamente naive hasta los montajes que requirieron una mayor elaboración. En esta ocasión se dividieron en dos vertientes, los que la dirección artística (More Barret, Juliana Faesler, Fausto Ramírez, Víctor Hugo Rodríguez Bécquer y Perla Szuchmacher) eligió de la convocatoria abierta y algunos grupos invitados por las dos instituciones que se responsabilizaron de llevar a cabo la Muestra. A ellas se añadieron las coproducciones y, para rematar, un largo maratón de cinco obras de los llamados grupos emergentes. Presentaciones de libros y revistas, mesas redondas, foros de análisis y la conferencia magistral del maestro español Ricard Salvat se dieron como actividades académicas o de reflexión acerca del fenómeno teatral, amén de que se entregaron las medallas Xavier Villaurrutia a Francisco Beverido y la de oro de Bellas Artes a Rodolfo Sánchez Alvarado.

Fuera de las escenificaciones que ya había visto y alguna otra que no pude ver por diversas razones, me gustaría intentar una crónica a ojo de pájaro de lo presentado. Se abrió con el grupo Luna Negra de León, Guanajuato que escenificó un dinámico Alequín, servidor de dos patrones de Goldoni realizado para el programa de Teatro escolar en los estados. Raquel Araujo y su grupo Teatro de la rendija de Yucatán presentaron la muy onírica Los errores el subjuntivo de la autora y directora. Hipnódromo mr. (Casa de muñecas), pretencioso espectáculo de Museo deseo del DF bajo la dirección de José Antonio Cordero que repite en su segunda parte lo que estaba de moda hace 50 años y que desperdicia a esos buenos actores que son Mariana Gajá y Arturo Ríos. Con Noche sucia, adaptación de la novela de Plinio Marcos que habla del exilio, pudimos ver a un actor cubano y uno brasileño, de Aguascalientes y Colima, lo que se condice con el tema. La niña de Tecún, teatro de títeres de Jalapa, Veracruz no me pareció convincente y también de Jalapa un buen montaje de Odio a los putos mexicanos en que Legom recurre a la narraturgia de moda, sin escapar del lenguaje soez para hablar del desprecio en que se tiene a nuestros migrantes en Estados Unidos.

Piedras de la fe del grupo Juglares de Etla, Oaxaca es excesivamente ingenua en su discurso religioso en donde está ausente la calidad teatral. Noticias del Imperio, basada en la novela de Fernando del Paso, dirigida por Mauricio Jiménez con su grupo de Querétaro, resultó uno de los mejores montajes de la muestra. Los perros de Elena Garro tuvo dos miradas diferentes, una de Sandra Félix del DF, y el otro del grupo La gaviota de San Pedro de las Colonias, Coahuila, ambas demostrativas de la vigencia de este texto. Monterrey presentó una versión moderna de Edipo rey de Sófocles en un tono menor muy lejano del que identifica la tragedia.

Entre las coproducciones pudimos ver Crónica de un presentimiento, en donde Conchi León de Yucatán refrenda la gracia de sus imaginaciones con el grupo Sa’has-tun. Cielo rojo de Alejandro Román, tuvo una caótica y presuntuosa escenificación por parte del director Carlos Gueta de Nayarit. De las obras invitadas pude presenciar –las otras ya las había visto– la muy ingenua Un gambusino zacatecano del grupo De la caja dirigida por Leopoldo Smith Macdonald en la impresionante mina del Edén, cuyo recorrido vale por texto y montaje. Y de los grupos emergentes no pude ver los primeros porque se empalmaban con la excelente Noticias del Imperio a la que preferí asistir. Además del grupo La gaviota (y no, como dice el programa, Taller de teatro campesino juglares y juglarcitos) de Coahuila, a la que ya hice referencia, pude presenciar otros dos montajes. No tocar, sencillo pero eficaz texto de Enrique Olmos dentro de la narraturgia de moda, escenificado por el grupo Teatro Cardinal de Santiago de Querétaro, dirigido por Paulino Toledo, resultó un buen espectáculo. El grupo Lagartijas tiradas al sol del DF presentó En el mismo barco con todas las deficiencias de la ya muy superada creación colectiva y la sobadita tesis del fin de las utopías.

 
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