TOROS
“¿Dónde está Joselito Adame?”, gritó la gente en rechazo a las figuras de importación
Víctor Mora bañó a Alejandro Talavante en la Plaza México
Cortó una oreja y perdió otras dos al fallar con la espada ante el mejor del encierro de Xajay
Ampliar la imagen Embestida a Víctor Mora, quien salió ileso y triunfador ayer en la Plaza México Foto: Jesús Villaseca
A los 18 años de edad y enfundado en el traje de luces más viejo del mundo, pero eso sí, resuelto a morirse en el ruedo, el aguascalentense Víctor Mora le pegó un baño en todo lo alto al sobreprotegido Alejandro Talavante y se convirtió en el triunfador de la cuarta corrida de la temporada de invierno 2007-2008 en la Monumental Plaza México.
José Luis Angelino, padrino de confirmación del muchacho, hizo lo que pudo en los tres tercios con sus dos enemigos, pero se fue sin pena ni gloria, en franco declive, hacia el temprano final de una carrera que prometía tanto y se desvanece en el aire.
Bien presentados, con trapío pero sin bravura, con excepción del primero y del cuarto, los cárdenos de Xajay contribuyeron al deslucimiento del festejo, al que la gente acudió para llenar apenas la cuarta parte del embudo con ganas de ver otra vez a Talavante –no en vano, después del paseíllo, los aficionados le pidieron que repitiera el quite por gaoneras que cuajó hace dos semanas–, pero el diestro de Badajoz, que anteayer cumplió sus primeros 20 años de vida, llegó a la plaza con una expresión de enorme desasosiego.
Y así le (y nos) fue. Ante su primer enemigo, llamado Alegre aunque no lo era, un cárdeno claro y suelto de 480 kilos, abusó del toreo a pies juntos con capote y muleta, para pegar trapazos a granel, siempre en la zona de tablas, antes de pincharlo 15 veces, oír dos avisos y matarlo de un golpe de descabello, gracias a la indulgencia del juez que no tuvo arrestos para regresar a la bestia a los corrales.
“¡Se siguen llevando el oro!”, le gritaron entonces más de cuatro al ibérico mientras éste se retiraba al callejón bajo un ensordecedor abucheo. Frente a Añorado, cárdeno culibello de 515, con morrillo de astracán que derribó al caballo de pica, no por bravo sino por la feble condición del equino, la dizque “promesa” de la tauromaquia española dio otra exhibición de apatía, impotencia y mediocridad, para cosechar ahora una copiosa lluvia de cojines y un deseo unánime: que no vuelva.
Por su parte, entre la decepción causada por Talavante y la grata sorpresa que brindó Mora, Angelino estuvo desangelado con el cárdeno oscuro Va Por Ti, de 495, y el negro bragado entrepelado y caribello Bailador, de 540, a los que tanteó con el percal y llevó muy lejos con la muleta, después de banderillearlos con empeño y antes de estoquearlos con eficacia.
Y lo que son las cosas: la concurrencia incauta, que pensaba que la confirmación de alternativa de Víctor Mora sería un simple entremés, tuvo que ponerse de pie, aplaudiendo y gritando “¡torero, torero!”, cuando el muchacho salió a saludar al tercio, luego de despachar a Malenito, cárdeno bragado y cornichico, de 487, que resultó de lejos el mejor del encierro.
Mora se lo ciñó en tres chicuelinas escalofriantes en los medios, y remató el quite con tres largas cordobesas, enterándose de la clase y la codicia del animal. Dispuesto a todo, lo citó de largo desde el centro de la arena, con la franela en la diestra para hacerle el péndulo, pero Malenito le caminó sin arrancarle y le acortó el terreno hasta quedar muy cerca de él. Entonces le embistió y se lo llevó de corbata asestándole un golpazo en el pecho, y la gente se puso lívida pensando que le había clavado el cuerno en el corazón.
Pero no: Víctor se recobró, chorreando sangre de res, y citó despatarrado con la zurda para lograr una dramática tanda de 10 naturales ajustadísimos, que repitió en seguida, con la misma largueza, y continuó pese a que había perdido el estoque. Luego, con la otra mano hilvanó dos series de ocho y 10 derechazos, y por último realizó una arrucina enloquecedora y cuatro manoletinas invertidas. La plaza aullaba de pasión.
Por desgracia pinchó dos veces pero acertó a la tercera, y fue obligado a dar la vuelta al anillo sorprendido por la entrega de la gente. Esta lo esperó con ansias para verlo de nuevo ante Querido, el sexto y último, un cárdeno cornalón de 489, muy fuerte pero manso de solemnidad, al que citó y recibió de rodillas en los medios para pegarle dos derechazos y después toreó en redondo, incluso con un sombrero de charro. Sin embargo, el bicho huía tirando hachazos y Mora abrevió para matarlo de entera y llevarse la oreja y el merecidísimo derecho a repetir, por qué no, la semana próxima.
Desde las alturas del coso de Insurgentes, varias voces gritaron varias veces: “¿Dónde está Joselito Adame?”, en tanto en la zona de barreras de sombra los aficionados se quejaban de José Tomás, tras el petardo de la semana pasada en Guadalajara: “Si vino a torear becerros, mejor que se regrese a España”, decían por ahí.