Editorial
México: economía en fuga
Según datos del Banco de México, durante los primeros nueve meses del presente año salieron del país más de 11 mil 800 millones de dólares, que fueron depositados por mexicanos en cuentas bancarias del extranjero. La información no especifica la causa de las transferencias de recursos, pero fuentes del banco central han señalado, de manera extraoficial, que ello se debe al dinamismo del comercio exterior del país, y refleja una participación cada vez mayor de las empresas mexicanas –tanto en número como en monto de sus operaciones– fuera del territorio nacional.
No obstante estas precisiones, el dato es de suyo alarmante: la cantidad de dinero que ha salido del país en los primeros nueve meses del año es la más alta de la última década y representa un aumento más que significativo –superior a 60 por ciento– con respecto a los recursos transferidos al extranjero en el mismo periodo del año pasado, cuando las transferencias a bancos foráneos ascendieron a 7 mil 263 millones de dólares. Esta gran fuga de capital no parece explicarse tan sólo por un incremento de la participación de las firmas mexicanas en el exterior; lo cierto es que, a ese respecto, tal situación no ha cambiado mucho en relación con 2006, por lo menos no en la proporción en que aumentó el monto de dinero “fugado” en lo que va de este año.
La publicación de estos datos, en conjunción con el más reciente informe del banco central respecto al flujo de remesas –que de enero a septiembre de 2007 fue de 18 mil 198 millones de dólares–, da cuenta de una circunstancia paradójica: mientras que los migrantes mexicanos, en su mayoría víctimas de la actual política económica, constituyen una de las principales fuentes de ingresos del país, los empresarios nacionales –supuestamente encargados de invertir en México– contribuyen a su descapitalización.
Por desgracia, incluso los fondos enviados por los connacionales que laboran en el extranjero han exhibido a últimas fechas un estancamiento sostenido: la información del propio BdeM señala que el crecimiento de las remesas de enero a septiembre es apenas superior en 1.4 por ciento respecto del mismo periodo de 2006, cifra desalentadora si se toman en cuenta los espectaculares incrementos en los flujos de años anteriores.
De manera significativa, la caída en el crecimiento de las remesas coincidió con la crisis del sector inmobiliario de Estados Unidos, situación que ha exponenciado las posibilidades de recesión económica en aquel país. El impacto que este hecho pudiera tener en México ha sido desestimado por el titular del Ejecutivo federal –quien recientemente aseguró que, gracias a la solidez de las finanzas nacionales, “no habrá crisis”–, pero el propio banco central ha advertido que “ha aumentado el riesgo de que el debilitamiento de la economía de Estados Unidos (…) tenga una repercusión negativa sobre la actividad económica en México”.
En suma, los datos referidos constituyen, en conjunto, una serie de signos por demás preocupantes respecto del riesgo en que se encuentra la economía nacional. Ante tal situación, es imperativo demandar al gobierno federal la adopción de medidas pertinentes para reactivar la economía y fortalecer el mercado interno: de no hacerlo, se orillaría al país a un escenario de descarrilamiento, y a la población, a circunstancias de gran irritación social.