TOROS
Una larga de Salvador Vega
Soporífera fue la corrida celebrada ayer en la Plaza México. Sólo detalles, detalles de los toreros. Uno espléndido del torero malagueño Salvador Vega, que se presentaba, al dibujar el toreo en una larga templada y mandona y la sorpresa de un valeroso Juan Antonio Adame, casi desconocido en el coso que pude caminar en el mundo del toro. Amén de unos lances y una tanda de pases naturales de Manolo Mejía.
Entre bostezos y sacudido por la larga de Salvador Vega, el recuerdo de esos veranos en la Costa del Sol y las partidas vespertinas a la vieja plaza de madera malagueña, llamada La Malagueta. El sol sobre las avenidas apalmeradas que le dan brillo a la carnal voluptuosidad y desequilibrio místico de sus mujeres. En las que creía atisbar una especie de melancolía. Todo en las malagueñas vibraba de modo apasionado, que unía la fuerza de los sentidos con espirituales delirios. Fundiendo en la carne morena, cálida, encendida por dentro a los deseos despertados por la pasión que les provocaban las corridas y las verbenas posteriores a ellas. Esa Málaga en la que se conjugaban lo real y lo imaginario, como lo dejó plasmado Picasso. Mujeres que parecían ofrecerse en la absoluta y deliciosa renuncia de su ser y lo contrario yacer lánguidas en sensual actitud y tranquilidad apaciguadora de deseos.
Despertar del ensueño, volver a la realidad de una corrida sin raza que se repitió toro a toro como calca. Toros de San Isidro bien presentados, bravos en general con los caballos, prometedores de faenas soñadas que se rajaban al final. Inciertos, algunos violentos, y tercero, cuarto y sexto de buen son al inicio de las faenas que cambiaban de lidia. Salir de la plaza con la esperanza de la repetición el domingo próximo de Alejandro Talavante y toros de Xajay.