La esperanza se diluye en las largas filas
Ampliar la imagen Las calles de la colonia Gaviotas, en Villahermosa, están saturadas de enseres domésticos inservibles Foto: Alfredo Domínguez
Villahermosa, Tab., 18 de noviembre. Formado en la enésima fila que ha hecho para registrarse y recibir los apoyos para reponer lo perdido, Román Montero, operador de un cárcamo y damnificado de Las Gaviota estalla: “no nos van a dar limosna, nos van a echar la mano porque estamos fregados”.
Su reproche es en realidad el estado de ánimo de centenares de personas que han venido al lugar por tercer día consecutivo –en algunos casos– tan sólo para anotarse en el listado de la Secretaría de Desarrollo Social (Sedeso), paso inicial para que en un futuro les entreguen los ansiados vales para adquirir lo elemental para vivir.
Es un día caluroso en Villahermosa, hay quien llegó desde las cinco de la madrugada para que lo incluyan en el listado oficial de damnificados. Sudorosa de tanto asolearse, Genoveva Zurita reclama la impuntualidad y lentitud a los funcionarios: “si parecen diputados…”, les dice.
Algunos de ellos acaban de llegar a instancias de un llamado del Ejército para reforzar el personal que levanta el censo, porque los que llegaron a las 10 de la mañana no se dan abasto. La colonia es una romería.
–¿Usted qué perdió?
–Todo.
–¿Qué es todo?
–Todo es todo. Estufa, refrigerador, licuadora, camas, sala, comedor, televisiones, ropa, documentos, trastes. No hallo ni en qué guisar –dice Adela Méndez, mujer cuyo esposo es maestro albañil.
“Dicen que la lista que se levantó ayer se perdió y hay que volver a hacerla. Esas son pendejadas”, grita una mujer que advierte que la fila que hizo ayer fue inútil, hay que volver a empezar.
Entre el jardín y el camellón de Gaviotas Norte hay filas por todos lados, grupos de gente que busca anotarse en cualquier lista, la que sea, aunque eso sea apenas el comienzo, según precisa la funcionaria a una de las pocas mujeres que hoy recibe un pequeño talón.
“Sáquele una copia fotostática, péguela en la puerta de su casa y la gente va a pasar a verificar las pérdidas que tuvo.”
La mujer asiente con felicidad y es de las pocas que hoy consiguió algo concreto. Diez mil pesos es muy poco dinero para reponer todo lo perdido, pero es demasiado para estas colonias cuyos habitantes sobreviven con salario bajísimos. Ella es madre soltera, vive con mil 200 pesos a la quincena que le pagan en una farmacia.
Quienes esperan por horas son peones, albañiles, taxistas, empleados, que vienen de todas las colonias populares de la zona, por ello dominan la impaciencia, digieren su enojo y permanecen en las filas, ante la mirada de los soldados que vigilan la colonia.
Gaviotas Norte fue virtualmente ocupada hoy por el Ejército que no solamente vigila. Esta vez llegó una brigada de médicos militares a poner en marcha una campaña de vacunación contra el tétanos y la influenza. Hay que hacer otra fila.
Una educadora condena la impericia de la Sedeso frente a la disciplina militar que agiliza la vacunación. Se nota desesperada por tanta espera, pero en estos momentos las necesidades son muchas: “es difícil de un día para otro tirar todo lo que has hecho en tu vida y quedarte sin nada, o con muy poco”.
Miguel Mondragón, ayudante de peón de albañil, expresa más estridentemente su inconformidad con la forma de levantar el censo. “Ellos saben bien quiénes somos, Granier dijo que tenían perfectamente identificadas las zonas desde el espacio. ¿por qué nos hacen venir hasta acá? ¿Por qué nos hacen hacer fila? ¿Por qué no van a las casas que tienen afuera todo el tiradero y censan allá?”
Con incursionar en las calles de las colonias populares se constata, sin necesidad de mayor indagación, todo lo que perdieron las familias. Aún están acumuladas todas las pertenencias convertidas en chatarra a la espera de que algún día se las lleven al tiradero municipal.
En este descontrol, pocos creen que el dinero que les tienen que dar salga tan pronto como lo anunció el gobierno; algunos dudan que los vales les lleguen a todos y sugieren que la entrega que hizo el presidente fue sólo “una inauguración” de algo que todavía no está cerca para la mayoría, es un hecho milagroso del poder presidencial que ahora está lejos de su realidad.
Algunas cuadras adelante, unos camiones militares han llegado repletos de suministros: colchonetas, papel higiénico, ropa usada, zapatos. En el campo de futbol, donde han organizado la distribución, no hay mucha espera, los gritos marciales de quien coordina la operación agiliza el proceso.
Los militares no sólo vacunan, también levantan desperdicios, entregan despensas, e inclusive iniciaron hoy la fumigación de varias colonias y pusieron cal sobre la basura. El Ejército está en todos lados.