Hallazgo para explicar la vida
No obstante el escándalo protagonizado por el Premio Nobel de Medicina 1962 hace unas semanas, cuando afirmó que los negros no poseen genéticamente la misma inteligencia que los blancos, su aportación a la ciencia será siempre la piedra Roseta de la biotecnología.
Con apenas 25 años y la estrecha colaboración de los científicos Francis Crick y Maurice Wilkins, entre otros, Watson resolvió un problema que lo desveló varios meses: descubrió la estructura de doble hélice del ácido desoxirribonucleico, el ADN esencial para la conformación de la vida.
Todo sucedió en 1953, con algunos tropiezos, tardes estériles, muchas dudas, pero la firme convicción de que sus investigaciones serían una gran aportación a la humanidad.
Este relato lo escribió en 1967, cinco años después de haber obtenido el Nobel, con la frescura de ese muchacho universitario que le huía a la química y que discutía acerca de las propiedades de moléculas celulares al calor de una copa de vino.
Si alguien piensa que los científicos son aburridas personas que se encierran en sus laboratorios eternamente para pensar en complicados problemas, esta historia da fe de todo lo contrario.
Watson describe el humor de un Crick que se convertía en un torbellino de entusiasmo cuando una idea brillante se alojaba en su mente, o que se sumía en un abismo cuando, con facilidad, alguno de sus colegas “desinflaba” sus teorías.
También habla de la personalidad de la primera “fotógrafa” del ADN, Rosalind Franklin, escéptica ante los “hallazgos” sin fundamentos de esos muchachos que parecían unos locos tras el ADN. Pero sobre todo, describe a detalle el “juego limpio” del mundo científico de aquella época.
Título: La doble hélice
Autor: James D. Watson
Editorial: Alianza Editorial
Número de páginas: 206
Precio de lista: 274 pesos
Texto: Mónica Mateos-Vega