Usted está aquí: sábado 17 de noviembre de 2007 Cultura Triunfo de la orquesta bolivariana

Triunfo de la orquesta bolivariana

Un baño de agua fresca, la presentación del conjunto en Bellas Artes

Pablo Espinosa

Ampliar la imagen Aluviones, cascadas de felicidad. Un viento fresco resonó en el máximo recinto cultural de México. El joven director Gustavo Dudamel prendió la mecha Aluviones, cascadas de felicidad. Un viento fresco resonó en el máximo recinto cultural de México. El joven director Gustavo Dudamel prendió la mecha Foto: María Meléndrez Parada

Mambos, danzones, joropos, huapangos, chachachá... Antes y después de esa sabrosura sonó también la música más refinada, la de mayor grado de dificultad interpretativa que existe en todo el repertorio orquestal: la Quinta Sinfonía de Gustav Mahler.

Fueron todos ellos ingredientes de una fiesta singular: el debut de Gustavo Dudamel al frente de la Orquesta de la Juventud Venezolana Simón Bolívar, la noche del jueves en Bellas Artes.

El punto medular del milagro cultural que significa el Sistema de Orquestas Infantiles y Juveniles, que implementó hace 33 años en Venezuela el maestro José Antonio Abreu, quien estuvo presente antenoche en el concierto –así como Roy Chaderton, embajador de ese país hermano–, es un baño de agua fresca y el rescate de una forma de organización que era anacrónica hasta la aparición de esta multitud de músicos dotados de ímpetu, talento y precisión técnica increíble. Eso quedó de manifiesto con claridad pasmosa ante un teatro repleto de expectativa, entusiasmo y alegría.

La idea de un conglomerado de músicos de edad media a madura, serios, vestidos de oscuro, concentrada su atención en la batuta de una autoridad absoluta, dispuestos todos a seguir las decisiones imperativas de ese ser único frente a los muchos, la rompen estos jóvenes con la complicidad de uno de ellos, Gustavo Dudamel, quien se planta en el podio armado de batuta y autoridad, pero también de un espíritu de camaradería que no tienen los directores consagrados hasta ahora. A diferencia de ellos, Dudamel no es el único, sino que se asume y actúa como un integrante más de la orquesta. Uno entre pares. La utopía de la sociedad de los iguales.

De esa manera sonaron las Danzas Sinfónicas de West Side Story, de Leonard Bernstein, de una forma nueva, fresca, divertida y lúdica, completamente en el espíritu que concibió el compositor: Bernstein, un director de orquesta que también se asumió como compañero de batalla de sus músicos.

Ese sonido desbordado colocó la música de Mahler en una perspectiva absolutamente novedosa. Vaya, hasta las versiones reconocidas por expertos como las mejores de esta Quinta Sinfonía quedan a la par de la hondura lograda por estos muchachos. Tan hondo el adagietto de sir Georg Solti, tan sublime el de Claudio Abbado, tan elevado en manos del mismísimo Lenny Bernstein y de sir Simon Rattle, como supremo el de Gustavo Dudamel.

También quedó completamente claro, una vez escuchado en vivo, luego del asombro de la grabación de estos jóvenes bajo el sello Deutsche Grammophon, el elemento diferente que puede explicar la reticencia de los puristas: el sonido salvaje y, al mismo tiempo, delicado; brutal pero exquisito de los venezolanos, el cual acusa –lógicamente– una desmesura que, sin embargo, es coherente con el talante de su originalidad, es decir, se trata de jóvenes que interpretan toda clase de música con un ímpetu tal que lo desbordan todo, lo magnifican, lo hacen volcánico, lo sacan de madre venturosamente. Esta explosión de adrenalina, este caudal de hormonas burbujeantes, este tronido de testosterona por supuesto que no lo tienen, incluso lo envidian, los atrilistas más experimentados, no solamente por la cuestión de su edad madura, sino por la lógica de la pasión de la que es capaz un joven preciso y coherentemente desbordado. He allí el encanto del milagro Dudamel y sus muchachos.

El gran sucesor

De manera que el alto contraste entre las piezas programadas (un Bernstein mundano frente a un Mahler celestial) ofreció un paisaje singular, único en el mundo, un fenómeno artístico que ha vuelto locos por igual a los europeos que a los estadunidenses, a culturas ávidas de la calidez y del furor volcánico latinoamericano, pero también de una renovación de los productos artísticos, llámese orquesta sinfónica, repertorio y, sobre todo, el de director de orquesta verdadera y honestamente democrático. Todo en estado puro.

Las audacias interpretativas en Bernstein, la exactitud quirúrgica en Mahler, pero sobre todo la pasión, el amor patente hacia la música, es lo que está haciendo historia con estos jóvenes venezolanos. Un alto contraste impactante, dialéctico, invencible.

Si esto logra este director de 26 años de edad y esta orquesta de jóvenes igual que él, algunos de ellos todavía unos niños, habrá que esperar su edad adulta para disfrutar todavía mayores maravillas. El Dudamel maduro será sin duda el gran sucesor de quienes hoy lo tratan ya como uno de sus iguales: Rattle, Abbado, Barenboim, Esa-Pekka Salonen, con quienes comparte hoy Dudamel las mejores orquestas del planeta.

Es tan sui generis lo que hace la Orquesta Simón Bolívar con Dudamel que un melómano mahleriano preferiría no escuchar sino el silencio después de esa Quinta de Mahler tan arrasadora. Pero estos muchachos conciben la música como una fiesta participativa y aunque esta vez como acostumbran no se arrancaron el frac para calzarse la chamarra con los colores de la bandera de Venezuela, sí armaron su consabida fiesta con las piezas de regalo: el Danzón número 2, de Arturo Márquez, también presente en el concierto, un popurrí de arreglos sinfónicos a partir de canciones populares venezolanas, el Huapango, de Moncayo, como nunca se había escuchado, y el Mambo de las Danzas Sinfónicas de Bernstein con los jóvenes bailando en sus asientos y encima de ellos y haciendo bailar a sus instrumentos, todo sin perder un ápice de rigor técnico, de justeza artística.

Ese es el sentido supremo de la música, que es un ente vivo. Esta es la confirmación de la utopía vuelta realidad palpable. He aquí el milagro cultural venezolano.

He aquí la música. La vida misma.

 
Compartir la nota:

Puede compartir la nota con otros lectores usando los servicios de del.icio.us, Fresqui y menéame, o puede conocer si existe algún blog que esté haciendo referencia a la misma a través de Technorati.