Usted está aquí: viernes 16 de noviembre de 2007 Cultura Somos la imagen de un llamado de la juventud por una nueva visión cultural

La Orquesta Simón Bolívar es un emblema de AL, dice Gustavo Dudamel a La Jornada

Somos la imagen de un llamado de la juventud por una nueva visión cultural

Estamos dispuestos a crear un sistema musical latinoamericano gigantesco, anuncia el director venezolano

La utopía se convirtió en una realidad palpable, celebra

Pablo Espinosa

Ampliar la imagen Gustavo Dudamel, director de la Orquesta Simón Bolívar, ayer, en la terraza de un hotel del Centro Histórico Gustavo Dudamel, director de la Orquesta Simón Bolívar, ayer, en la terraza de un hotel del Centro Histórico Foto: José Carlo González

Dice Gustavo Dudamel a La Jornada: “Somos un emblema, una bandera de Latinoamérica, asumimos esa representatividad porque nos hemos convertido en un ejemplo para Europa y para el mundo. Hoy nos sentimos satisfechos del resultado de nuestra primera gira por Estados Unidos y podemos decir que somos una imagen de atracción de los jóvenes hacia una visión distinta de la cultura. No lo digo yo, lo dijo en Nueva York hace unos días sir Simon Rattle: la Orquesta Simón Bolívar es el futuro de la música clásica”.

El maestro Gustavo Dudamel tirita de frío en la terraza de un hotel en el Centro Histórico de la ciudad de México, fascinado por la visión que ofrece la hora de la tarde: el sol vuelve dorado-rojiza la cúpula del Palacio de Bellas Artes, donde en un instante se iniciará el ensayo previo a su debut en ese escenario histórico.

Llegó de Nueva York a las tres de la madrugada, feliz del resultado de su primera gira por Estados Unidos, donde venció la reticencia de la crítica neoyorquina y angelina, reconocida por el medio musical en todas partes como una de las más exigentes, retobonas, incluso arrogantes, como lo apuntó el corresponsal de La Jornada, David Brooks, cuando hizo la crónica del éxito de este muchacho bendecido por la divinidad.

Pero Gustavo Dudamel sigue siendo el mismo jovencito sencillo y gentil. En los pasillos del hotel reconoce a la gente de La Jornada y continúa, como si nada, como cualquier muchacho prosigue una amistad sincera, la conversación iniciada hace dos semanas en Monterrey (La Jornada, 29 y 30 de octubre, 2007): “pues ya ves, seguimos en esto de trabajar mucho, de hacer música, de representar a nuestra gente con mucha dignidad y mucho orgullo, ya lo hicimos antes en Europa, ahora en Estados Unidos”.

Riesgo, honor y responsabilidad

–¿Cuál es su balance inicial de esta gira por aquel país?

–El balance es muy satisfactorio. Fue un momento muy especial para la Orquesta Simón Bolívar en su primera gira por Estados Unidos y fue muy emocionante para todos presentarnos en esos escenarios tan históricos e importantes como el Carnegie Hall, la Boston Symphony Hall, el nuevo Disney Hall de Los Ángeles, la sala de conciertos de San Francisco. Un reto muy bello y quedamos muy contentos tanto por el altísimo nivel de rendimiento técnico logrado por la orquesta como por la reacción del público. Fue algo muy bonito y muy especial. Nos puso muy contentos.

–¿Asume usted, con su Orquesta Simón Bolívar, una representatividad latinoamericana que termine con la falsa imagen que presentan los medios de comunicación masiva de lo que es en realidad Venezuela, México, nuestra identidad como latinoamericanos?, ¿acepta esa responsabilidad consciente de representarnos en el mundo?

–Sí, somos un emblema, una bandera de América Latina. Asumimos el riesgo, el honor y la responsabilidad. De la misma manera como lo hizo el maestro Eduardo Mata, quien fue el gran músico latinoamericano en el mundo. El nos dejó ese ejemplo y ahora nosotros somos ejemplo para otros.

“La Orquesta Simón Bolívar es, efectivamente, un emblema de Latinoamérica. No desde ahora, sino desde hace muchos años, cuando se creó el Sistema de Orquestas Infantiles y Juveniles en mi patria. Es un proyecto único en el mundo que ahora Europa quiere copiar. Nos asumimos como una imagen de la realidad latinoamericana, una bandera no solamente de Venezuela sino de América Latina, una imagen de un llamado de la juventud hacia una visión distinta de la cultura.

“Estamos dispuestos a crear un sistema latinoamericano de orquestas juveniles gigantesco, integrar a México con su gran tradición musical, con nuestra identidad tan marcada, con nuestra manera tan distinta a la europea y a la estadunidense para hacer música.”

–¿Son ustedes en consecuencia una demostración de la posibilidad de hacer palpable la utopía?

–Exacto, eso es. Somos una demostración de una realidad palpable, cierta. La utopía quedó atrás, la época en que todos tildaban de loco a mi maestro José Antonio Abreu, ya es historia, es pretérito. Como dijo hace unos días sir Simon Rattle cuando tuvimos tanto éxito en Nueva York: la Orquesta Simón Bolivar es el futuro de la música clásica. Pues mira, ya lo ves: el futuro ya está aquí. El futuro ya no es la utopía. El futuro es una realidad palpable.

Tirita de frío el joven Dudamel. En la terraza, con la vista hermosa de la tarde que pone oro y carmesí sobre la cúpula de Bellas Artes, reanudamos la conversación de hace dos semanas en Monterrey:

–¿Y qué va a dirigir en México, maestro Dudamel?

–No lo sabemos todavía, ¿qué sugieres?

–Mahler, por supuesto. Hay una comunidad de mahlerianos cada día más grande. Es parte del legado de nuestro maestro Eduardo Mata, quien dirigió Mahler con la que hoy es su gran orquesta, la Simón Bolívar. Eduardo Mata nos trajo a Gustavo Mahler a México y sería muy significativo que otro Gustavo, Dudamel, nos reconfirme mahlerianos.

La utopía se volvió palpable. Anoche Gustavo Dudamel hizo estallar el oro y el rojo carmesí que por la tarde brillaba sobre la cúpula de Bellas Artes, pero ahora por dentro, con una versión inolvidable de la Quinta Sinfonía de Mahler, en especial el cuarto movimiento, Adagietto, que convirtió en un estremecedor estallido sublime hasta las lágrimas de tanta, tantísima belleza.

 
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