El amor por los libros
Recurren a diversas estrategias para eludir el 60 por ciento exigido por los distribuidores
Editores independientes libran ardua batalla contra emporios
Producciones semiartesanales y falta de espacios para vender sus ediciones, entre los obstáculos
Jóvenes escritores, promotores y difusores pugnan por revertir ese apartheid contra su gremio
Se profesionalizan en mercadotecnia para combatir a las empresas cobijadas por la Caniem
Ampliar la imagen El número de editores en México, durante 2005, ascendió a 274 y el total de títulos publicados durante ese año fue de 18 mil 310, cuyos tirajes sumaron 137 millones 467 mil 709 ejemplares Foto: Francisco Olvera
El proceso editorial es de por sí un trabajo duro. A eso se añaden los embates de los grandes monopolios que resultan desastrosos para las publicaciones independientes. Éstas, para promocionarse y vender sus libros, utilizan diversas estrategias, y así evitan el letal 60 por ciento exigido por los distribuidores sobre el precio total de cada ejemplar.
Así lo explican los integrantes de los comités editoriales de publicaciones independientes o emergentes, quienes apuestan sus recursos económicos y personales a la difícil y angustiosa empresa del libro y de la palabra escrita.
Escasos años de permanencia en el mercado underground, producciones semiartesanales, falta de espacios para vender los materiales impresos, aunados al desastroso 60 por ciento exigido por las distribuidoras para ofrecer cada uno de los ejemplares, son algunos de los obstáculos que deben vencer las publicaciones independientes, las cuales sobreviven bajo el pertinaz embate de los grandes monopolios del sector.
Además de esas características tan corrosivas que perjudican al pequeño gremio editorial, los jóvenes escritores, promotores y difusores que integran los cuerpos editoriales enfrentan otra batalla para vender el tiraje de 500 ejemplares –algunas ediciones alcanzan el millar–, así como para reunir el costo del proceso de edición e impresión, que oscila alrededor de 15 mil pesos cada tres meses.
Todo por la cultura
La alternativa, coinciden los editores independientes, es empeñarse y luchar contra el apartheid en el que permanecen sumergidas sus publicaciones, las cuales en la lucha por sobrevivir buscan allegarse recursos para continuar imprimiendo y circulando en favor de la cultura.
Al margen de las diversas actividades que realizan de manera individual para solventar sus necesidades, los jóvenes también recurren a cursos para profesionalizarse en la planeación, gerencia y mercado editorial. De esta manera buscan combatir a los emporios editoriales y a las empresas distribuidoras cobijadas por la Cámara Nacional de la Industria Editorial Mexicana (Caniem).
Las estrategias y formas de supervivencia de revistas, gacetas y libros se multiplican –según explican los escritores–, debido a la necesidad de figurar en el medio editorial y de darse a conocer entre los lectores y posibles consumidores del material literario.
Para ello, los integrantes de los comités editoriales recurren a las ventas directas, presentaciones de libros en centros culturales y también organizan, para promocionarse, actividades artístico-literarias en varios espacios de la capital del país.
Formato electrónico
La revista Hermano Cerdo ha preferido trabajar vía Internet para captar más lectores a escalas nacional e internacional.
Al respecto, Ediciones Clandestino ha optado por ofrecer la primera editorial comunitaria por cooperación; esto significa que vende bonos con un costo de 100 pesos entre la población para subsidiar la publicación del volumen. En otros casos, como Literal, la gaceta se distribuye de manera gratuita, mientras que sus libros de poesía tienen un precio de 50 pesos.
Mauricio Salvador, editor de la revista Hermano Cerdo, explica a La Jornada: “Internet integra todas las herramientas para ser leídos y comprados. En el blogspot que utilizamos para subir la revista hemos evitado gastos excesivos en comparación con los ejemplares impresos, que resultan caros, con pocos estímulos, escasos lectores y que permanecen un año como máximo, y publican tres o cuatro números para después desaparecer”.
Hasta ahora, añade, tienen alrededor de 500 suscriptores.
Además, “elegimos el formato electrónico porque nos funciona en, básicamente, dos sentidos: en la distribución y en la mutua colaboración con personas de diversos países para mostrar una visión crítica y plural”.
Con Hermano Cerdo, prosigue el joven editor, “pretendemos exportar e importar el debate que se genera en otros lugares en lo que se refiere a la literatura y, en especial, a la novela.
“Seleccionamos colaboraciones, traducimos y, finalmente, divulgamos el material a los lectores de habla hispana mediante su distribución vía Internet.”
El objetivo de la innovadora revista, resalta Mauricio Salvador, es “traer el debate sobre la novela, para hacer una reflexión sobre qué se escribe y cómo se hace” en varias latitudes.
Venta directa, opción contra emporios
En Literal, acepta Jocelyn Pantoja, “hemos tratado de romper el monopolio de la distribución, mediante dos opciones: la distribución gratuita –porque nos resulta más barato regalar que vender– y la distribución en presentaciones de libros, por el trato directo con el comprador”.
La venta directa, arguye, es la mejor alternativa para las publicaciones independientes, debido a que “no tenemos otra opción, porque nuestros libros son semiartesanales y la razón de ofrecerlos de manera directa a lo lectores es para evitar que no se quede ningún peso de nuestro trabajo con los distribuidores, quienes hoy sólo lucran con la labor editorial, lejos de realizar una tarea real de distribución”.
En Literal, que también edita la colección poética Limón partido, imprimen de 100 en 100 ejemplares, según dicta la demanda de los consumidores. Literatura y lírica latinoamericana inundan sus páginas y contenido. Literal es de distribución gratuita y los poemarios se expenden en 50 pesos.
En Cuernavaca, Morelos, los promotores de Ediciones Clandestino y Cinco Sentidos han puesto en marcha un innovador sistema para atraer lectores y así subsistir en el mercado editorial emergente, “donde aparecen y desaparecen” infinidad de publicaciones.
Rocato, editor y colaborador de ambas publicaciones, explica: “Ediciones Clandestino es el primer sello comunitario por cooperación, es decir, vendemos bonos de cien pesos para subsidiar la revista. Antes de editar el primer número vendemos las suscripción y así tenemos capital para imprimir y publicar; además, garantizamos una distribución inmediata para que los autores tanto morelenses como de otras entidades tengan la certeza de que su obra no quedará embodegada.
“Así evitamos que los distribuidores y las librerías se queden con el mayor monto –de 50 y 60 por ciento de lo que cuesta cada ejemplar– tras su venta y también nos olvidamos de las pérdidas que se generan cuando esas publicaciones no se venden en los escaparates de los libreros.
La fórmula, dice Rocato, es “capitalizar a los lectores y creadores para tener un colchón que nos permita continuar y publicar cada tres meses”.
Prosigue: “En ambos casos el tiro es de mil ejemplares y son ofrecidas en algunos cafés, bares, ferias, tiendas de objetos varios y la oferta también se realiza de mano en mano y de boca en boca”.
Al margen de las persecuciones de los gobiernos panistas en la entidad, Ediciones Clandestino lucha por mantener presencia en la comunidad cultural y organiza –para autopromocionarse– actividades artísticas en diversos espacios y centro culturales, donde confluyen música, danza, lecturas, presentaciones de libros y, sobre todo, la venta de sus ejemplares.
“Sin tomar en cuenta la idea del flagelo, somos una presencia menor, la cual llega a un público específico y pese a que no alcanzamos los grandes núcleos y la mayoría de lectores estamos inmersos en la comunidad cultural del país”, puntualiza Rocato, quien explica que también sus publicaciones han llegado al extranjero gracias a un grupo musical que lleva las ediciones a todas latitudes, donde también son adquiridas.
Otra de las inconsistencias, refieren los editores, son las becas que se ofrecen para “apoyar” a las publicaciones emergentes, no obstante que ese sistema es disfuncional.
Absurdo del Fonca
Iván Osorio, del consejo de redacción de la revista Viento en vela, que cumple su tercer año en circulación, señala: “Esta publicación recibió la beca Edmundo Valadés, otorgada por el Fonca (Fondo Nacional para la Cultura y las Artes), instancia que nos entrega recursos económicos, pero no de distribución. Ni siquiera en sus librerías Educal.
“Es absurdo que el Fonca invierta recursos para producir una revista de literatura y lo increíble es que no está interesado en distribuirla.”
La publicación tiene un costo de 15 pesos –continúa Osorio– y eso hace imposible pagarle a un distribuidor, que se quedaría con nueve pesos por cada ejemplar, sin sumar los otros que no se venden durante su exhibición.
Sin embargo, “nuestro remanso son las actividades literarias que se organizan para difundir los materiales impresos, como en las ventas nocturnas. Aquí no invertimos nada para exhibir las publicaciones, vendemos el producto de forma directa al lector y compra a quien le interese Viento en vela”, que se halla en las afueras de la Facultad de Filosofía y Letras y en el puesto de periódicos cercano a esas instalaciones de la Universidad Nacional Autónoma de México.
La revista, sostiene, es un producto de calidad e incita a la reflexión y, sobre todo, “no es privativa para eruditos en literatura, porque acerca a quien la tiene en sus manos a la poesía, el cuento y a la novela”, entre otros temas.
“Con estas publicaciones nunca obtenemos ninguna ganancia, pero nuestra satisfacción es que contribuimos a la formación de una identidad cultural del país, que de manera inmediata no se vislumbra, sólo lo sabrán las futuras generaciones a quienes influya este proyecto para construir sus antecedentes culturales.”