Teresa Margolles presenta su exposición Decálogo en el Museo Experimental El Eco
Indaga artista las secuelas de la violencia del narcotráfico
Incluye frases recabadas en la hemerografía de lo cotidiano y referidas a los mensajes de las ejecuciones
“Para que aprendan a respetar”, “Ver, oír y callar” y “Venganza eterna” figuran entre las narcosentencias
La realidad supera a la estética y la poética, manifiesta a La Jornada
Ampliar la imagen La artista Teresa Margolles, en el Museo Experimental El Eco, donde presenta su exposición Decálogo Foto: Cristina Rodríguez
En el muro más grande de la sala principal del Museo Experimental El Eco una mano nada divina y más bien terrenal ha grabado, no diez mandamientos redentores en pos de una presunta mejor convivencia, sino un decálogo de la violencia.
Son una decena de frases recabadas en la hemerografía de lo cotidiano y referidas a los mensajes enviados o dejados en las ejecuciones entre narcotraficantes, enmarcados en esa especie de “nuevo orden moral” que se impone cada vez más en el país.
La pared labrada se titula Decálogo y es la obra central que da nombre a la exposición de la artista visual Teresa Margolles, cuyas narcosentencias advierten:
“Para que aprendan a respetar”, “Ver, oír y callar”, “Por hacer una llamada anónima”, “Así sucede cuando piensas o imaginas que mis ojos no te pueden mirar”, “Por avergonzarse de su tierra”, “Hasta que caigan todos tus hijos”, “Para quien no las cree y no tengan lealtad”, “Te alineas o te alineamos”, “Así terminan las ratas”, “Venganza eterna”.
Margolles concibió la obra a partir de una invitación de Guillermo Santamarina, director de El Eco, para trabajar en ese espacio concebido hace medio siglo por Mathias Goeritz como “arquitectura escultórica emocional” y considerado por la crítica como una de las primeras obras “minimalistas”.
La creadora, con una trayectoria nacional e internacional que incluye al grupo Semefo, comenta en entrevista:
“Parto de los diez mandamientos, de la idea de cómo Dios escribe con su dedo estas sentencias de obediencia (No matarás, No robarás, etcétera). Pero actualmente creo que esas sentencias ya no existen, puedes matar y robar. Hay un nuevo decálogo: si te ponen un AK-47 en la cabeza y te dicen ‘no matarás’, no vuelves a matar.”
Margolles tiene año y medio buscando narcomensajes, con la intención esencial de “contar lo que estamos viviendo”, además de abrevar en otras obras, como la del cineasta Krzysztof Kieslowski, para hacer su propio decálogo.
Una frase, una muerte
La creadora advierte la gravedad real de sus frases recabadas: “Cada sentencia participa de un asesinato, no son sólo frases al azar, no son poemas. Cada frase viene acompañada de un cuerpo, de una pérdida, que no me importa de qué lado sea, el dolor es igual. No estamos hablando de los buenos ni de los malos. Estamos hablando que de ambos lados estamos perdiendo. Estamos perdiéndonos”.
–¿Se están descomponiendo más las cosas en México, ya están fuera de control?
–Llevábamos 2 mil 200 muertos, y en este momento deben ser más. Yo como artista, o más bien, como gente que estoy en esto, soy consciente de qué terreno piso.
–Pocos artistas se comprometen o se atreven a observar la realidad y a generar su discurso estético a partir de ella, incluso a veces, más bien, le rehuyen a la realidad, y usted parece querer confrontarla.
–Por más que se quiera hablar de estética, de poética, la realidad te supera. Esta obra puede servir como un tamiz del horror que he visto. Ser como un tamiz y tratar de que la gente común pueda entrar y verla, esa gente que rechaza ya ver la nota roja y leer la prensa. Aunque la nota roja está ya en primera plana, y por más que no la quieras ver, ahí está. O en la misma calle, y no puedes subir las paredes de tu casa, al contrario: hay que bajarlas para vernos.
“No sé de los demás artistas, lo que yo puedo hacer es contar otra cosa. Aunque por más que quiera servir de tamiz, la misma realidad me supera. Finalmente, la realidad siempre me va a dar una cachetada.”
–¿Le abruma la realidad, le duele?
–No lo puedo decir. Hay momentos que sí, que siento que es un trabajo inútil, que se convierte en un rasguñito. Eso es, un rasguño a la pared.
Desde siempre Teresa Margolles, aunque ha depurado su discurso estético, ha estado hablando de lo mismo: “La muerte, el dolor, la pérdida, el vacío.
“Estoy pensando en los huérfanos del narcotráfico. Hablamos como si fueran sólo números: 2 mil 200, cuando solamente uno es ya una tragedia. Son 2 mil 200 tragedias, 2 mil 200 hogares destrozados. Estamos hablando de vecinos, de primos, de algo cada vez más cercano.”
–¿Hay salida?
–No lo sé.
–O es usted pesimista.
–Por supuesto que soy pesimista. Habría que quitarse la doble moral, tomar el toro por los cuernos y ver qué es lo que está pasando.
El Decálogo de Margolles, que incluye joyas con incrustaciones de vidrios generados en hechos de violencia, seguirá como tamiz de la realidad y emitiendo ecos del nuevo desorden moral del país hasta febrero de 2008.