Usted está aquí: sábado 10 de noviembre de 2007 Opinión Pemex frente a Shackleton

Enrique Calderón A.

Pemex frente a Shackleton

La tragedia ocurrida en las plataformas de Pemex que costó la vida a 22 trabajadores quedó minimizada –para fortuna de sus directivos, que estarían hoy enfrentando un escándalo– ante el terrible drama de Tabasco. Ambos sucesos me trajeron a la memoria la hazaña realizada por Ernest Shackleton en la segunda década del siglo XX.

Shackleton, uno de los más grandes exploradores de la historia, llegó a estar a menos de 100 millas del Polo Sur en 1907, abriendo la ruta para que el explorador Noruego Roald Amundsen lo conquistara dos años después, logrando así la hazaña que el mismo Shakleton esperaba y deseaba realizar.

El triunfo de Amundsen, lejos de desmoralizar a Shackleton, lo llevó a concebir un nuevo proyecto más ambicioso aún, el de cruzar el Continente Antártico, con una extensión de más de 3 mil 400 kilómetros, con trineos jalados por perros, para levantar una especie de inventario de los recursos minerales de aquel continente desconocido. Una cuadrilla de ocho exploradores e investigadores acompañaría a Shackleton, según los planes, con un recorrido semanal de 340 kilómetros, de manera que la travesía completa pudiera hacerse en menos de 12 semanas. El resto de la expedición rodearía en ese tiempo el Continente Antártico en barco, para recibirlos al final del viaje.

La expedición dio inicio a su aventura en agosto de 1914, dejando la Tierra del Fuego con rumbo a la Antártica a principios de octubre del mismo año, fracasando en el intento cuando su barco, el Endurance, quedó atrapado por una capa de hielo en el mar de Weddell, antes de que Shackleton desembarcara, para destrozarlo unos meses después cuando el nuevo invierno incrementó el grosor y la presión del hielo.

Shackleton y su tripulación completa de 27 hombres, entre científicos, exploradores y marinos, lograron salvarse y rescatar del barco las provisiones, las tiendas de campaña, las vestimentas polares, los perros y los tres botes de salvamento. Su odisea sobre aquel mar de hielo duró dos años, hasta ser finalmente rescatados por el mismo Shackleton, que tomó el riesgo de hacer una travesía de 750 kilómetros, con otros tres compañeros, hasta llegar a la isla South Georgia, cerca de Argentina, por una de las regiones marinas más peligrosas del mundo, la región donde chocan los dos océanos mayores del planeta.

Cuando Shackleton perdió su barco, él supo que los objetivos de su expedición no tenían ya posibilidad alguna y entonces se propuso un proyecto más ambicioso aún, llevar de regreso a casa a todos los miembros de su expedición sanos y salvos. En este nuevo proyecto el éxito fue total, excepto por un pie amputado a uno de sus marinos ante el riesgo de una gangrena por congelamiento. Los miembros de la expedición fueron recibidos como héroes en el puerto de Valparaíso en marzo de 1917, y posteriormente en Londres. Las consecuencias de esta inédita hazaña en el tema de la seguridad fueron inmensas. Lo que Shackleton demostró al mundo es que las tragedias pueden ser evitadas mediante la planeación cuidadosa de las actividades humanas, con el fin de prever, controlar y anular los riesgos.

Cuando el señor director de Pemex dice que la muerte de los 22 trabajadores se debió a las fuerzas impredecibles de la naturaleza, con todo respeto no me queda otra cosa que pensar que se trata de un ignorante completo, o que piensa que los demás lo somos. A su designación del doctor Molina para dirigir la investigación de lo sucedido le faltó sólo agregar a Elena Poniatowska o a Silvestre Revueltas.

Hoy diversas empresas petroleras extraen petróleo en el Mar del Norte, en condiciones verdaderamente difíciles, sin que tengan que ocurrir desastres como el de Campeche, y de las lanchas de rescate noruegas se sabe sólo que son usadas en las plataformas marinas, en barcos balleneros y en expediciones difíciles y de alto riesgo, sin que existan reportes trágicos, como los ocurridos a las mandarinas bibriescas.

El caso de las regiones inundadas de Chiapas y Tabasco no parece muy diferente: la incapacidad de los gobernantes para prevenir, controlar y anular riesgos, aunque cuenten con recursos para ello, ha dado como resultado los desastres, producidos por el calentamiento global que extrañamente pareciera haberles afectado el cerebro.

 
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