TOROS
Entre el buen hacer y mejor decir, triunfó quien conjunta ambas cualidades toreras
José Tomás sale en hombros tras cortar oreja a cada uno de sus enemigos
Apurado apéndice a Rafael Ortega y toro vivo a Alejandro Amaya frente a toros de Barralva
Ampliar la imagen El diestro sepultó el acero hasta la empuñadura en su segundo enemigo Foto: Jesús Villaseca
Con una de las mejores entradas en corrida inaugural en años recientes –más de media plaza– se dio el primer festejo de la temporada grande 2007-2008 en la monumental Plaza México, sin que faltaran algunos jóvenes que exhibiendo pancartas y haciendo destemplados ruidos con cacerola frente a la entrada principal manifestaban su rechazo total al cruento espectáculo.
¿Sabrán esos manifestantes la reserva natural ecológica que representa cada una de las ganaderías de reses bravas, la calidad de vida de éstas antes de ser llevadas a una plaza y la derrama económica y los empleos que genera la tradición que pretenden abolir?
Ojalá que a varias conclusiones sobre el particular, con cifras que las sustenten, hayan llegado los participantes del exclusivo Congreso Mundial de Ganaderos que concluyó ayer en Aguascalientes. Aunque no lo crean, van en el mismo barco de los desarrapados de la fiesta. O la preservan juntos o se hunden con éstos.
Se jugó un bien presentado encierro de la ganadería queretana de Barralva, propiedad de los hermanos Luis Ángel y José Ramón Alvarez Bilbao, que no obstante sus buenas hechuras, edad, trapío y toreabilidad, acusó sosería, a excepción del magnífico Monicaco lidiado en primer lugar y fuertemente ovacionado en el arrastre.
José Tomás: hacer y decir
Aparte del relativo interés por comprobar el nivel de los nacionales Rafael Ortega y Alejandro Amaya, un torero hizo la entrada: el español José Tomás, que tanto rebumbio armara desde su triunfal regreso a los ruedos el pasado mes de junio en Barcelona.
Con su primero, Notario, negro bragado con 496 kilos y cómodo de cabeza, el diestro de Galapagar inició su labor con una serie de lances a pies juntos en los medios de la plaza que resultaron un poema, no sólo por la lentitud que permitió el toro en su clara embestida sino por el ritmo interior que expresó el torero en su parsimonioso juego de brazos. Remató con suave revolera que ligó con un recorte a una mano y hasta una especie de derechazo con el capote.
En una contrabarrera del callejón tres hombres se abrazaban emocionados igual o más que la plaza: los cantautores Joaquín Sabina, Joan Manuel Serrat y Miguel Bosé, a quienes por cierto ninguno de los alternantes brindó.
Vino una vara de trámite y de nuevo Tomás en los medios, como un poste, realizó ahora un quite por gaoneras bellamente rematadas, señoriales y templadas, sin la menor prisa, con la convicción de quien se sabe poseedor de refinadas cadencias interiores. Con la muleta tardó un poco en agarrarle la embestida, pero mientras intercalaba un molinete, un desdén o un soberbio cambio de mano.
Este torero no actúa, se reconcentra en su diálogo consigo mismo y con cada toro, olvidándose del público y del tiempo para congelar a ambos con la magia de su elegante discurso. Su labor fue subiendo de tono, sobre todo por el izquierdo, engarzando con creatividad torera medios pases preciosos. Se ajustó por último en las manoletinas y dejó media estocada desprendida para recibir muy merecida oreja. Con su sonrisa tímida pero satisfecha el torero recorrió el anillo, sin deshacerse ya del sombrero de Sabina.
A su segundo, Purito, de 476 kilos, que recargó en certero puyazo, lo quitó por chicuelinas de la marca de la casa, ceñidas y machas y, siempre en los medios, realizó otra faena ensimismada y machacona por ambos lados a uno sin transmisión pero con recorrido. Por fin se acordó José de la espada y sepultó el acero hasta la empuñadura, haciendo rodar al burel sin puntilla para recibir otra oreja, esta vez al pundonor y a la maestría.
Los de acá
Discreta fue la actuación de Rafael Ortega, no obstante haber tenido al mejor de los barralvas y a uno que manseó. Regular banderilleando, apenas se salvó un quiebro en tablas a su primero, al que le cortó un apéndice entre división de opiniones tras entera fulminante y un trasteo derechista. El hombre sabe hacer pero no atina a decir.
Por su parte Alejandro Amaya tardó eternidades en enroscarse con el último en derechazos con aroma que de verdad le llegaron público, pero antes ya había dejado ir vivo a su primero y por poco lo hiere su segundo al tirarse a matar. ¿Qué lidian nuestros matadores y cuadrillas por esas plazas de los estados?