Usted está aquí: viernes 2 de noviembre de 2007 Espectáculos Conquista el experimento musical de Daft Punk al público capitalino

Guy-Manuel de Homem Christo y Thomas Bangalter pusieron a bailar a 15 mil personas

Conquista el experimento musical de Daft Punk al público capitalino

Enfundado en trajes sacados de una serie de ciencia ficción, y con ritmos electrónicos e instrumentos virtuales, el dúo francés puso en sincronía a los asistentes al Palacio de los Deportes

Patricia Peñaloza

Ampliar la imagen La nave musical de Daft Punk aterrizó en el Palacio de los Deportes para generar bailes frenéticos entre los seguidores del dúo francé La nave musical de Daft Punk aterrizó en el Palacio de los Deportes para generar bailes frenéticos entre los seguidores del dúo francé Foto: Fernando Aceves

Proveniente de su propia galaxia electrónica, la misión espacial bautizada como Daft Punk por dos músicos franceses para su comprensión humana, aterrizó la noche del miércoles sobre un Palacio de los Deportes repleto de cuerpos ávidos de ser abducidos a su hipnosis de neón, pródiga en juegos de luces de creatividad infinita, como de otro mundo. El espectáculo visual y sonoro fue tan despampanante, que a los poco más de 15 mil asistentes les fue ineludible rendirse ante estos maestros del post-tecno-house-funk-rock.

Primero, los tapatíos de Sussie 4 ofrecieron media hora de beats cumplidores. Pero luego, con el llamado sónico de Encuentros cercanos de tercer tipo, una “nave” en forma de prisma cuadrangular fue iluminada sobre el escenario. A bordo, dos robots tripulaban lo alto de la que los asistentes llamaron “pirámide”. Sus trajes siderales semejaban a los que ciertos entes utilizan en la cinta Battle star galactica. Los productores que de pila fueron nombrados como Guy-Manuel de Homem Christo y Thomas Bangalter, parecían volver de otras nebulosas tras haber aprendido las artes de hacer bailar y enardecer a las masas, a punta de poderosos bombos invisibles, sintetizadores gruesos, cantantes virtuales y demás artimañas tecnológicas. Ahí arriba, sólo parecían mover controles. El espectáculo no era ver tocar a nadie instrumento o computadora alguna, sino dejarse seducir sensorialmente por la música y las emisiones lumínicas.

Instrumentos y sonidos virtuales

Mucha de su detonación salvaje de colores y formas, denotó clara inspiración en los avistamientos registrados en anteriores planetas musicales, como el de los alemanes de Kraftwerk, o el dueto inglés Chemical Brothers. Mas con su propio estilo, la misión Daft Punk, no contenta con enronquecer gargantas, y de hacer del recinto un cráter plagado de luciérnagas celulares, casi a modo de continuación de las luces por ellos arrojadas, los robots (¿o eran soldados espaciales?) dejaron soltar, entre guitarras también virtuales, el tema Robot rock. A partir de entonces, el trance electrónico duraría hora y media: la comunicación extra-sensorial entre beats y cuerpos, ya no tendría descanso.

Empleando en todas sus canciones el “idioma oficial” del planeta Tierra, el inglés, el dueto siguió con Technologic, en la que recordó en letreros, sobre enormes pantallas, algunas tareas humanas ligadas a la máquina: reprodúcelo, imprímelo, cárgalo, reinicia, quémalo, manéjalo, sálvalo. Entre la pantalla y la pirámide, una estructura de triángulos metálicos complementaba el juego de luces, en perfecta sintonía con la música. Si bien el embeleso era total desde el comienzo (acaso ayudadito por ciertos ácidos lisérgicos), la sumisión del público fue total cuando la pirámide ya no sólo fue “nave”, sino un conjunto de pantallas generadoras de ilusiones ópticas, de la cual surgieron todas las formas y colores posibles; líneas, puntos, elipses, espacios cuadriculados, fotografías con humanos. Ahora todo rojo. Verde. Azul. Líneas juguetonas, formas y texturas disímiles, surcaron varias dimensiones. Todo con una sucesión proveniente (quizá) de alguna inteligencia superior, que no se repetía, sino que a cada beat era nuevo y único. Todo aparentemente programado por computadora, y con una vista de altísima resolución, mediante “foquitos” llamados leds. La pura fiesta de la geometría. La oda al polígono.

Mientras tanto, los robots seguían arrojando sus temas de una frase pero mucho baile: Televisionrules the nation, o Around the world mezclada con Harder, better, faster, stronger. Todo era un “auto-mash-up”, es decir, la mezcla de unas canciones con otras de ellos mismos. Tiempos retardados, resonancias análogas, danza y más danza: los asistentes protagonizaron el desfogue tribal, tornasolado y electrónico, que quizá varias mentes futuristas de los años 80 imaginaron, como la fiesta que habríamos de tener en el siglo XXI.

Una década después

Daft Punk es revalorado diez años después de nacer en el cosmos musical, y de dejar una herencia que hizo surgir toda una generación de neo-ravers, primero franceses, luego de todos lados. La diseminación de su germen llegó algo tarde a México, y quizá la espera acumulada fue la que embelesó esqueletos.

El éxtasis mayor vino con One more time, en que sobre las voces incorpóreas no hubo quien no cantara, mientras los robots bajaban el volumen para escuchar a la mexicaniza enloquecida. Vinieron Prime time of your life, Da funk, Human after all

Y a pesar de que sus cascos impedían verles los rostros, sus gestos corporales mostraron asombro y alegría ante una respuesta tan desgarrada, y al final de su primer segmento, aplaudieron y agradecieron con los brazos al público. Salieron, mas volvieron, ahora con los trajes delineados en naranja fluorescente, cual escapados de la cinta Tron, para dar su último mensaje interplanetario en pantallas: “Human! Together!”, entre proyecciones de músculos y esqueletos humanos. Es aquí donde el dueto confirmaría su origen: “humanos, después de todo”… La audiencia salió radiante, aunque con ganas de que la abducción astral hubiera durado al menos 30 minutos más.

 
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