Proceso de sucesión en la rectoría de la UNAM; concluyó la primera etapa
Tanto De la Peña como Ferrando se consideran con buenas posibilidades
Ambos candidatos han aglutinado mayormente apoyos de personas de su propia área
A partir de hoy, La Jornada publicará el balance que cada uno de los aspirantes a la rectoría de la UNAM (en orden alfabético) hace sobre la primera etapa del proceso de designación.
El matemático José Antonio de la Peña y el ingeniero Gerardo Ferrando Bravo no tienen dudas de que el proyecto respectivo que cada uno llevará ante la Junta de Gobierno, más allá de los apoyos recibidos en estas semanas, puede ser lo suficientemente interesante para convertirlo en el próximo rector de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM). En síntesis, ambos están seguros de que sus posibilidades para obtener tal designación son altas.
Así lo expresan, en entrevistas por separado, al realizar el balance del tiempo transcurrido desde que la Junta de Gobierno emitió la convocatoria para iniciar el proceso de cambio de rector, el pasado 8 de octubre, y los 21 días de la llamada fase de auscultación, la cual concluyó el miércoles pasado con la emisión de la lista de aquellos aspirantes que serán entrevistados por el órgano de gobierno.
De la Peña, quien a diferencia de Ferrando Bravo sí renunció a su cargo en la administración pública federal (era director adjunto del Conacyt) para dedicarse de lleno a promover sus aspiraciones, consideró que la primera fase fue “interesante y enriquecedora”.
A su vez, el ex director de la Facultad de Ingeniería (actualmente funcionario en Fonatur) dijo que en estas semanas tuvo la oportunidad “adicional de conocer, en algunos casos con mayor detalle de lo que ya tenía, la problemática” de la institución.
Y mientras en el caso del ex director del Instituto de Matemáticas hubo muestras evidentes de desencanto ante sus declaraciones de que hay desigual calidad en los grados que otorgan las escuelas ubicadas en Ciudad Universitaria versus los de las Facultades de Estudios Superiores (FES), también resultaron notorios los apoyos que le aportaron sobre todo investigadores provenientes de su ámbito universitario natural: la investigación científica.
Entre éstos destacaron los de ex directores de institutos de esa área, así como profesores eméritos que acudieron a la Junta de Gobierno encabezados por el físico (y ex aspirante a la rectoría) Jorge Flores Valdés, quien calificó de “pandilleros” a los universitarios que hicieron patente su respaldo en específico al director de la Facultad de Medicina, José Narro Robles.
En el caso de Ferrando Bravo, la mayoría de sus simpatizantes provinieron del gremio de los ingenieros, si bien, y no obstante la cohesión que distingue a esta profesión, ni el director de la Facultad de Ingeniería, José Gonzalo Guerrero, ni la propia asociación de ex alumnos de esa escuela hicieron público el respaldo a su colega.
Sin embargo, el ex delegado en Venustiano Carranza sí mostró una encuesta entre los maestros de Ingeniería, que le daba mayoría a su intención de ocupar la rectoría, y siempre tuvo de su lado el apoyo de Javier Jiménez Espriú, ex integrante de la Junta de Gobierno y en alguna época también aspirante a rector.
De la Peña destacó que su proyecto de gestión se enriqucerá con las inquietudes y opiniones, ideas y proyectos de la comunidad universitaria, con los cuales además “hubo gran concordancia con las ideas que yo he mantenido”.
Sobre todo, dijo que en esos diálogos ubicó “la preocupación cotidiana que tienen muchos de los universitarios sobre la calidad de su trabajo y sienten que ésta todavía puede incrementarse más, al tiempo de mejorar la situación de la vida comunitaria y académica”.
Y pidió a la Junta de Gobierno “considerar con la mayor apertura posible las opciones que le dan a la UNAM los diferentes candidatos, y sobre todo, sus proyectos, y las visiones que éstos traen explícitos”.
Ferrando Bravo, por su parte, señaló que tras las reuniones con la comunidad, percibió que entre las principales inquietudes de ésta destacan un mayor respaldo a la docencia y al bachillerato, un carácter horizontal en los órganos de decisión, mayores vínculos entre comunidad y autoridades, la importancia de invertir en la educación pública, la creación de más instituciones educativas y la paridad entre las investigaciones en ciencias naturales y exactas y las de las humanidades y las ciencias sociales.