Presidentas
No llegan a 40 las presidentas o primeras ministras elegidas o designadas después de la Segunda Guerra Mundial. Menos de una por año. Hay muchas latinoamericanas, una región que ha sido pródiga en mujeres de acción (porque no voy a caer en la vulgaridad machista de llamarlas “mujeres de pelo en pecho”). Me refiero a Gloria Macapagal Arroyo, actual presidenta de Filipinas e hija del ex presidente Diosdado Macapagal, y a María Estela Martínez de Perón, “Isabelita”, la bella bailarina que cautivó a Juan Domingo Perón, y que a su muerte gobernó Argentina con la ayuda de José López Rega, “el brujo”, un espiritista que fue secretario particular del general, y después ministro de Estado y “poder tras el trono” en el gabinete de Isabelita. López Rega se convirtió en un imprescindible asesor de la presidenta, a quien entretenía leyéndole la buena fortuna, mientras dirigía la Alianza Anticomunista Argentina, grupo de paramilitares que asesinaba enemigos del régimen. Hoy, a los 76 años, Isabelita está en libertad provisional, sometida a juicio de extradición, en España, por el asesinato durante su gestión de un “subversivo” a manos del ejército.
En forma prominente gobernaron en periodos turbulentos de Filipinas y Nicaragua Corazón Aquino y Violeta Chamorro, tras las muertes violentas de sus maridos, el senador opositor de Ferdinando Marcos, Benigno Aquino, y el periodista opositor de la dinastía Somoza, Pedro Joaquín Chamorro.
Algunas fueron sospechosas de corrupción, como Mireya Moscoso, quien gobernó Panamá a la muerte del marido, el doctor Arnulfo Arias, tres veces derrocado por golpes militares. (Mireya inició su gestión regalando relojes Cartier a los 72 miembros de la Asamblea Legislativa: ¿soborno? Para nada, dijo la presidenta, “fueron regalos de Navidad”.) Al final, pero en uno de los primeros lugares en el reconocimiento internacional está Michelle Bachelet, la encantadora doctora socialista que hoy gobierna Chile tras haber sido torturada por Pinochet.
Entre las primeras ministras que han brillado en la historia universal jamás podríamos olvidar a Indira Gandhi, hija de Jawaharlal Nehru y discípula de Gandhi. Indira gobernó India por 15 años, con mano de hierro en guante de seda, pero murió en un atentado a manos de militantes sikh. Otra primera ministra de excepción fue Golda Meir, aguerrida sucesora del fundador de Israel, David-Ben Gurion. (Ben Gurion solía decir de esta primera “dama de hierro” de la historia que era “el único hombre en su gabinete”.) Hablando de damas de hierro de cuño más reciente, ningún elenco de presidentas o primeras ministras podría prescindir de la “dama de hierro británica”, la baronesa Margaret Thatcher, privatizadora y modernizadora de la economía británica; aliada imprescindible de Ronald Reagan y Bush padre. Tampoco podría faltar Angela Merkel, doctora en física y actual canciller de Alemania, considerada por la revista Forbes la mujer más poderosa del mundo.
Los estadunidenses, tan dados en pregonar su apertura democrática, la igualdad de los géneros y el equilibrio en las oportunidades, jamás han tenido una presidenta. Pero eso podría cambiar en 2008 con Hillary Clinton, la senadora por Nueva York, que con ayuda de su marido, pero también por valiosos méritos propios, busca la candidatura del Partido Demócrata. De lograr la candidatura todas las encuestas le auguran un triunfo seguro, especialmente después de la debacle de George W. Bush.
Argentina cuenta desde el domingo pasado con la primera presidenta elegida democráticamente por aplastante mayoría: la senadora Cristina Fernández de Kirchner, atractiva esposa de Néstor Kirchner, que triunfó en la primera vuelta sobre 14 candidatos. Cristina, como Hillary, es una exitosa abogada, que ha sido diputada y senadora por el Partido Justicialista. Sin embargo, en el índice de presidentas latinoamericanas la gran ausente es Evita Perón, que al morir de un cáncer devastador en 1952 se convirtió en uno de los grandes mitos de la política latinoamericana. Santa Evita, patrona de los descamisados, madre de los trabajadores, creadora de la Fundación Eva Perón, jamás fue presidenta, pero fue designada antes de su muerte “líder espiritual de los argentinos” y reconocida como columna vertebral del peronismo: puente entre la presidencia y los desheredados.
En México, influida por la venerable argentina, estuvimos a punto de tener una presidenta de la República chafa, impulsada más por codicia que por patriotismo o méritos propios, aunque el marido de la señora diga hoy en sus “memorias” que la “candidatura” fue alentada por la gran popularidad de su esposa “entre las mujeres y los pobres” (¡otra Evita, con todo y fundación!) y utilizada con maldad por los medios como venganza contra una vocera presidencial que eliminó los sobornos a periodistas. Dice que el fantasma de su candidatura fue fomentado también por “el PRD de López Obrador”, porque temía la valiosa influencia de Marta en los comicios de 2006. “Como Vicente Fox era intocable –dice el ex presidente sin pudor alguno– decidieron atacar a Marta y a su familia para derrocarme antes de 2006.”