Número 136 | Jueves 1 de noviembre de 2007
Director fundador: CARLOS PAYAN VELVER
Directora general: CARMEN LIRA SAADE
Director: Alejandro Brito

Violencia de género y feminicidio: un rostro de la impunidad


Actualmente la violencia hacia las mujeres es considerada un atentado contra sus derechos humanos, por lo cual debe ocupar un lugar prioritario en la agenda política democrática de nuestro país. La visibilización de la violencia de género y los daños que provoca en la vida y la integridad de las mujeres, para emprender procesos de corrección en las políticas públicas en sintonía con la normativa internacional de protección a los derechos humanos, ha sido el resultado de los esfuerzos históricos emprendidos por las organizaciones civiles que trabajan por la defensa de los derechos de las mujeres.

A pesar de la promulgación de la reciente Ley General de Acceso a las Mujeres a una Vida Libre de Violencia, y de las 52 recomendaciones internacionales (visitas in situ 2000-2006) sobre violencia de género jurídicamente vinculantes emitidas al Estado mexicano, la violencia de género continúa cobrando la vida de cientos de mujeres y lacerando a diario la conciencia nacional; basta hacer un breve recuento de las cifras:

De 1993 a 2005, en Ciudad Juárez se registraron 442 asesinatos en contra de mujeres,
En Guadalajara, Jalisco de 1995 a 2005 fueron asesinadas 493 mujeres entre los 15 y 45 años de edad.
En el estado de México más de 300 asesinatos de mujeres desde 2006
La violencia de género alcanza hoy a 67 por ciento de las mujeres mexicanas de 15 años o más1.

Es necesario reconocer que la violencia contra las mujeres es un problema cultural, social, político, como producto de una grave crisis de derechos humanos que tiene su origen en la estructura misma de la sociedad. Esto ha sido reconocido por el Comité de la Convención sobre la Eliminación de Todas las Formas de Discriminación contra la Mujer (CEDAW), en su Recomendación número 19 emitida en 1992, en la que se afirma que la violencia contra la mujer es una forma de discriminación que les impide gravemente el goce de derechos y libertades y que define la violencia basada en el sexo como: la violencia dirigida contra la mujer porque es mujer o que la afecta en forma desproporcionada.

Por tanto, la violencia de género es un problema cultural que tiene su origen en la estructura de la sociedad; en la cual algunas creencias religiosas contribuyen a la discriminación contra las mujeres, justificando las limitaciones de las mujeres por su condición de género en la supuesta concepción de la ley natural determinada por Dios, para perpetuar a través de textos bíblicos el modelo patriarcal de la desigualdad entre el hombre y la mujer.

El papa Benedicto XVI durante su prefectura en la Congregación para la Doctrina de la Fe, en 2004, publicó la Carta a los Obispos de la Iglesia Católica sobre la colaboración del hombre y la mujer en la Iglesia y el Mundo, donde dice: “…es ella la que, aun en las historias mas desesperadas posee una capacidad única de resistir las adversidades, de hacer la vida todavía posible incluso en situaciones extremas, de conservar un tenaz sentido del futuro y, por último de recordar con las lágrimas el precio de dar vida humana”, esta cita refuerza una cualidad asignada socialmente de soportar el sufrimiento a costa de la propia vida. Aquí nos tenemos que preguntar cuál ha sido el avance que en materia de derechos humanos hemos tenido, pues se continúa fortaleciendo la idea de que “el amor lo puede todo”, “en la tierra venimos a sufrir como medio para alcanzar el cielo”.

La teóloga Ana Lutterman-Aguilar2 establece que existen juicios teológicos que violentan la dignidad de las mujeres: el pecado y la creencia de que todo lo que sucede es voluntad de Dios; afirma que para hacer realidad una promesa de una vida sin violencia y rescatar la dignidad de las mujeres, es necesario rechazar o reinterpretar el sacrificio y la abnegación. Al sacrifico, como un valor religioso importante, se le ha otorgado demasiado peso sin cuestionarlo; muchas mujeres interiorizan estos valores ante la violencia física que sufren de sus cónyuges, ante la idea del abuso como “la cruz que les toco cargar”, ante la idea de que su papel está en el hogar y servir al hombre, ante la idea de obedecer lo que se le diga. Las mujeres pasan su niñez recibiendo enseñanzas de cómo servirle a los demás (sobre todo a los hombres), y sacrificarse hasta la ignominia. Lo anterior, nos da la pauta para comprender lo complejo de la violencia de género que en la actualidad nos ha colocado en la reflexión del fenómeno del feminicidio.3

Los patrones culturales han venido reforzando una cultura misógina que violenta los cuerpos de las mujeres, lo cual se complica con la falta de procuración e impartición de justicia a mujeres víctimas de violencia, colocándolas en riesgo inminente de indefensión, que puede culminar en asesinatos, accidentes o suicidios, pues éstos se derivan de la inseguridad, la desatención y la exclusión al desarrollo y de la protección de la ley. Muestra de este clima de impunidad, promovido desde las instituciones, son las recomendaciones permisivas de la Comisión Nacional de los Derechos Humanos, quien omite y permite la evasión de militares en activo responsables de violación, agresión y presunción de asesinato contra mujeres; o los resolutivos judiciales que exoneran de hecho a la mayoría de los militares que violentaron.


1 Encuesta Nacional sobre la Dinámica de las Relaciones en los Hogares 2006 (ENDIREH)

2 Profesora de Teología Cristiana de la Iglesia Unida de Cristo; residente en Cuernavaca,
Morelos, México; es Directora Académica del Centro de Educación Mundial.

3 La categoría o constructo feminicidio fue desarrollado a partir del trabajo de Diana Russell y Jill Radford, expuesto en su texto Femicide / The politics of woman killing, Prentice Hall International, Nueva York, 1992. En castellano femicidio es una voz homóloga a homicidio y sólo significa asesinato de mujeres. En cambio, feminicidio —definido por Russell y Radford— es un crimen de odio contra las mujeres, es el conjunto de formas de violencia que en ocasiones concluye en asesinatos e incluso en suicidios de mujeres.