Antrobiótica
Más remedia amoris
Ampliar la imagen Sí existen curas para el amor, la principal, para contrarrestar esta pasión necia y sin riendas, es la dieta, dicen los sabios. En la imagen una modelo presenta una creación de la diseñadora Kathy Heyndels durante la Semana de la Moda en Atenas Foto: Reuters
Dice Demócrito el Joven o, como le pusieron sus papás, Robert Burton (The Anatomy of Melancholy, Third Partition, 1652) que el Amor Heroico es causa de melancolía; que la razón de este amor es la belleza o la guapura proveniente de las mujeres; que afecta el hígado y que llámase heroico porque suele poseer a los nobles y a los espíritus más generosos; que aunque es más evidente en los seres humanos se extiende al mundo vegetal y a las criaturas sensibles y a las sustancias incorpóreas; que su pedigrí es muy antiguo, que comienza con el mundo y que ningún poeta ha podido descubrir quiénes son los padres del amor; que para Hesiodo sus padres son la Tierra y el Caos, antes que nacieran los dioses: Ante deos omnes primum generavit amorem; que para Plutarco son Iris y Favonio; que Sócrates, “en ese gustozo diálogo de Platón”, lo hace hijo de Pobreza en el banquete del festejo por el nacimiento de Venus, que aún lo cuida, y que la historia de Aristófanes va así: en el principio los hombres tenían cuatro brazos y cuatro piernas, pero que fueron orgullosos, que se comparaban con los dioses, y que fueron divisos, y que hoy por acaso esperan ser unidos a través del amor; y que si al amor se le pintaba joven es porque los jóvenes son más aptos para el amor; si suave y blanco porque a estas gentes es a las que atrapa más pronto; si desnudo porque el afecto verdadero es sencillo y abierto; si con un carcaj porque es poderoso; si ciego... Magnus daemon, “as Plato calls him”, los poetas expresan su poder y su soberanía; es el más fuerte y el más alegre de los dioses, según Alcino y Ateneo; Amor virorum rex, amor rex et deum: dios de los dioses y gobernador de los hombres: pues todos debemos honrarlo, guardarle un día, adorarlo en sus templos, venerar su imagen (numen enim hoc non est nudum nomen) y hacer sacrificio en su altar. Que las plantas también se inclinan en ese altar, que en las Geórgicas de Florencio hay una palma que amaba con amor ferviente a otra palma, y que no se consolaba hasta que su amante se inclinaba, y que se podía ver a los dos árboles, que tendían sus ramas y abrazábanse y besábanse; que Amiano Marcelino reporta que los árboles se enamoran si crecen juntos; también lo observa Filostrato y Galeno dice que los árboles enferman de amor y que dispónense a morir; que si crees que son cuentos leas la historia de aquellas palmas de Italia, el uno creció en Brindisi, la otra en Otranto, que no daban fruto hasta que crecieron lo suficiente que alcanzaron a verse a lo lejos, que lo leas en el excelente poema de Jovianus Pontanus, que fue tutor de Alfonso el Hijo, rey de Nápoles; que los toros, los osos, los jabalíes aman tanto que se matan unos a los otros; que los leones y los ciervos son tan feroces en su amor que los oyes luchar a una milla y media; que las aves cantan de amor ob futuram venerem: con la esperanza de los críos por venir; que los peces adelgazan y entristecen de amor; que un tritón se enamoró de una joven y la robó stupri causa y la ahogó: así tiraniza el amor a las criaturas; y que los espíritus del aire y los demonios del infierno se enamoran también aunque lo nieguen Wierus y Biarmannus, que el diablo tiene ayuntamiento carnal con mujeres y que un tal Menippus Lycius, joven de 25 años, encontró un fantasma disfrazado de mujer hermosa, y que ésta llevólo de la mano, le dijo que era fenicia y le prometió que si copulaba con ella bebería el vino más dulce y la oiría cantar y que ella viviría y moriría a su lado, porque él era hermoso y amable...
II
También dice que sí existen curas para el amor –aunque sea difícil regresar del infierno al que se desciende tan fácilmente: facilis descensus Averni– y que la principal que afirman los sabios (Avicena, Savonarola, Jasón Pratensis, Laurencio, Valleriola, Montaltus, Langius, en su antorcha enciendo mi vela) para contrarrestar esta pasión necia y sin riendas es la dieta; que es una sentencia muy vieja y muy conocida la que dice: Sine cerere et saccho friget Venus: sin pan y sin vino se enfría el amor; que la vida ociosa y la alimentación libérrima que trae consigo son causas de este dolor; que las gentes pobres no padecen amor porque trabajan mucho y se alimentan groseramente; que Guianerio receta a sus pacientes andar descalzos, mortificarse, flagelarse ocasionalmente como hacen los monjes, pero sobre todo ayunar: no beber del vino dulce, no comer del cordero y del potaje ni de ninguna carne; y Jasón P. sostiene que el cuerpo de las personas que se alimentan libremente está lleno de malos espíritus y de diablos y que su remedio es el ayuno; que Ambrosio afirma que el hambre es amiga de la virginidad y enemiga de la lascivia y que la comida libre y el hartazgo vencen a la castidad y cultivan toda suerte de provocaciones; que con ayuno se curó Hilario de las patadas de la lujuria; y los brahmanes de la India se cubren con pieles y se quedan en el suelo y sólo comen un plato cada día; que si esto no funciona Gordonio recomienda los azotes y el encierro, para enfriar el coraje del amor, y que allí se alimente de agua y pan al paciente hasta que reconozca su error y mude su pensar... Eso dice. De haber sabido.