Usted está aquí: jueves 1 de noviembre de 2007 Opinión Inflación y crecimiento

Orlando Delgado Selley
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Inflación y crecimiento

Como en los viejos tiempos, los funcionarios económicos del gobierno comparecieron frente a la plana mayor del sector financiero que funciona en México. Se trata, como se sabe, de un sector ampliamente controlado por el capital extranjero, de modo que la comparecencia fue ante los altos mandos de los bancos españoles, estadunidenses y canadienses. La visión expresada por la cúpula económica de la administración calderonista contrasta claramente con lo ocurrido en décadas de desarrollo estabilizador, los tiempos dorados de la economía mexicana. En años recientes la economía mexicana ha logrado mantener una estabilidad de precios como la que se propuso conseguir la política económica planteada por Ortiz Mena, pero los niveles de crecimiento han estado muy alejados de los conseguidos en ese entonces.

Entre 1959 y 1970, la economía mexicana creció 6.5 por ciento anual en promedio, el producto por habitante lo hizo a 3 por ciento anual, el peso mantuvo su paridad con el dólar y la inflación creció por debajo de la estadunidense. Un ingrediente adicional fundamental fue que la política económica estimulaba la ampliación del mercado interno con salarios reales crecientes, logrados gracias a que los incrementos salariales eran mayores que la inflación, un fomento decidido a la producción agropecuaria y a la industrialización del país. Se trataba de una política económica promotora de un proyecto nacional basado en el crecimiento de la economía, la generación de empleo y el incremento salarial en un contexto de estabilidad.

Entre 1994 y 2006, la economía mexicana creció un 2.8 por ciento anual, el per cápita se elevó 1.5 anualmente, el peso se mantuvo estable y la inflación pasó de un incremento anual de 22.5 por ciento en 1995-2000 a una de 4.4 en 2001-2006. La evolución de las remuneraciones reales manufactureras resultó negativa en 2.11 anual en el sexenio 95-00 y logró un pírrico incremento anual de 1.4 en los años de la administración foxista. Además, se produjo una sangría importante: casi 500 mil mexicanos emigraron anualmente, en pésimas condiciones, a los países del norte. Evidentemente no hubo ampliación alguna del mercado interno, al tiempo que ocurría un vaciamiento productivo nacional.

De modo que el contraste es evidente. Esto lo saben los funcionarios gubernamentales, por eso se comparan con aquello que les resulta favorable. El secretario de Hacienda, por ejemplo, comparó la evolución en los tres primeros trimestres del año de la inflación mexicana con la ocurrida en los otros países latinoamericanos, señalando que es la más baja entre las grandes economías de la región. Para que la comparación en materia de inflación resulte más reveladora, conviene considerar un periodo más largo que los últimos nueve meses. En el trienio 2003-06, en México los precios crecieron en promedio 4.15 por ciento anual, en tanto que en Chile lo hicieron en 1.82, en Colombia en 5.17, en Argentina en 5.27, en Brasil en 6.37 y en Venezuela en 19.12. De modo que el campeón en la lucha contra la inflación no es México, sino Chile.

A esta comparación habría que agregar el crecimiento del PIB para que la imagen se complete. En las grandes economías latinoamericanas, Brasil, Venezuela, Colombia, Argentina y Chile, los ritmos de crecimiento observados en los años 2003-06, lapso en el que ha habido una notable expansión de la economía mundial, en promedio simple anual fueron de 5.7, mientras en México fue de 3.3. Para los países considerados el dato fue de 7.37 en Venezuela, 8.87 en Argentina, 5.2 en Chile, 5 en Colombia y 2.12 en Brasil.

De manera que la imagen es la de una economía en la que se ha controlado la inflación, pero el crecimiento ha sido mediocre, desaprovechando la expansión mundial y el crecimiento estadunidense, que sumados a los enormes precios del crudo y al flujo de remesas recibidas, constituía una oportunidad realmente extraordinaria. Otros países latinoamericanos, y nuestra misma economía en los tiempos del desarrollo estabilizador, aprovecharon las condiciones favorables de la economía mundial para expandir su producción, sin que se descuidaran los precios.

Así las cosas, lo que abruma no son las dificultades del entorno internacional, como dijo Calderón, sino la incapacidad de quienes conducen las finanzas públicas y la política interior para lograr que los cambios necesarios para que los actores económicos generen crecimiento. Ello sólo se logrará enfrentando las estructuras monopólicas que impiden el crecimiento. Frente a esa tarea eminentemente prioritaria para la vida nacional no hay decisión política. Eso verdaderamente es abrumador.

 
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