Itacate
Cosecha
En San Diego de los Padres, comunidad de origen otomí cercana a Toluca, junto a muchas de las casas hay sembrada una milpa. Ahora que vamos todos
Tráete los pizcadores, le pide el maestro Clemente a su esposa, la señora Eulalia. Con uno en la mano, metálico, hechos por herreros de forja y terminado en punta que tiene una correa delgada que pasa entre dos orificios hechos al mismo nivel, que se hace pasar por el dedo cordial de la mano izquierda, salimos a la milpa por una puertecita ubicada en el patio de la casa.
Ya entre la milpa, a cuyo pie se están acabando de madurar unos chilacayotes, y entre cuyos surcos caminan gallos y gallinas en busca de la merienda, pues el sol está al caer, vemos con qué habilidad corta una mazorca Clemente Domínguez.
En casi todas las matas se ha hecho lo que se llama “doblar”, esto es, voltear hacia abajo la mazorca sin arrancarla de la caña para que se acabe de secar sin que la dañen las últimas lluvias del otoño. La punta del pizcador se introduce entre las hojas, cerca del extremo de la mazorca. Con un movimiento hacia arriba se levantan las hojas, hasta que queda expuesta la mazorca. Con la mano derecha se desprende y se deposita en el ayate o en el cesto pizcador.
El momento de levantar las hojas es mágico, porque la riqueza de variedades en esta milpa, no permite saber de qué color saldrán los granos. Algunas los tienen en diversos tonos rojos que llegan casi a negro; semejan alhajas hechas con granates.
Otras tienen granos grandes en matices de perla entreverados con negro, azul, rojo, amarillo. Brillan de tal manera que parece que las cubriera una capa de barniz. En algunos casos los granos son menudos y parejos, de un rojo magenta que recuerdan los tonos que da la grana cochinilla o grana del carmín. Van en líneas rectas o en espiral; la mayoría de ellas son cónicas.
Las vamos tomando casi con reverencia. Cómo no quedar prendados de una obra tan bella de la naturaleza. En pocos días más se hará la pizca completa de manera colectiva y se habrá reunido el maíz necesario para el consumo familiar. Se ha dado bien la milpa, pues por acá las lluvias abundaron; el señor Domínguez tomó la decisión de no aplicar fertilizantes para no matar la tierra, que de suyo es buena.
Ya antes pudimos compartir el fruto de esta tierra mexiquense, pues las mujeres de la casa prepararon unas sabrosas tortillas azules de maíz nuevo, con las que acompañamos el mole, el arroz y los frijoles de la olla. Un banquete familiar en medio de una conversación amena y cálida en la que compartimos inquietudes y puntos de vista.
Sin duda los días de muertos son también momento de agradecer la cosecha. Se cierra el ciclo de la vida; el campo y sus hombres descansarán, para reiniciar su tarea en los primeros meses del año próximo. En la ofrenda, el maíz estará presente como tamales, atole y tortillas. Gracias a la tierra que nos da sus frutos.