Usted está aquí: domingo 28 de octubre de 2007 Cultura Feliz coincidencia entre la música clásica y el cabaret

Horacio Franco se presentó en el Lunario

Feliz coincidencia entre la música clásica y el cabaret

Arturo Jiménez

En su primer encuentro, el flautista Horacio Franco y el cabaret hicieron clic en el Lunario del Auditorio Nacional, la noche del viernes, también de Luna gigante de octubre. Fue una parranda de humor, de desacralización del formato de concierto, de compartir los secretos de la música, y sobre todo de eso, de música.

Desde el pasional Vivaldi y el sensual Dornell, el frío gótico y el intelectual barroco europeos, hasta obras populares chinas y africanas y ancestrales de los coras y mayas de México, con todo y tenábaris en el tobillo derecho de Franco, quien se observó muy a gusto.

Pasando, además, por los precursores Beatles, el swing de Bolling y la sabrosura de danzones de Amador Pérez, Tomás Ponce Reyes, Ernesto Lecuona y Abelardo Valdés, pero en especial de “Johann Sebastián Dios”.

Fue de Bach que Franco no se pudo desmarcar, para gozo de un público que sólo ocupó alrededor de 60 por ciento de las sillas y mesas del Lunario, pero se integró con plenitud a la nueva propuesta cabaretera del músico, que duró más de dos horas y terminó pasada la medianoche.

Así, en su primera experiencia en un bar (tintineo de copas, rumor de voces, ir y venir de meseros, humo de cigarros), Horacio Franco, considerado por los críticos como uno de los flautistas más destacados del mundo, salió adelante de manera mucho más que airosa y se ganó a los presentes con anécdotas, sencillez y virtuosismo.

Acompañado por los también maestros Víctor Flores, en el contrabajo, y Fabián Espinosa, en el clavecín, Franco interpretó piezas ya con uno, ya con otro, y al final con ambos, haciendo un trío (¡de jazz!) en una pieza de Bolling, o adelantando una nueva obra de “Dios” a su repertorio, de quien casi está lista la grabación Primero Bach.

El espectáculo, que el Lunario presentará también este viernes 2 de noviembre, se llama Flautando con Horacio Franco, neologismo que parte de “conversando”.

En ese conversar intercalado, aderezado de picardía y coloquialismos, Franco rompió el hielo desde el principio al tocar un preludio bachiano con Flores, pero antes imaginó que la pieza se parecía a Las mañanitas y tocó algunas notas de ésta.

Luego ejecutó una fuga con Espinosa y explicó que éstas son más “explosivas” que los preludios y que el flautista y el clavecinista iban a dar la sensación de una persecución musical. Aunque es como si se trajera “un cuete en la cola”, dijo, “Bach es siempre muy difícil”.

Sin la red de protección de las salas de concierto, Franco, Flores y Espinosa siguieron “flautando”, protegidos ahora por el gozo de los espectadores.

Al final, Franco comentó a La Jornada que, contrario a lo imaginado, la música barroca “sí cabe” en el cabaret y sólo es cuestión de manejar la dicotomía entre lo académico y el entretenimiento.

 
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