Usted está aquí: lunes 22 de octubre de 2007 Cultura Todo conecta

Hermann Bellinghausen

Todo conecta

Que había rentado una cabaña en una colonia de gringos. Que allá íbamos a trabajar mejor. Voltaire terminó su gin and tonic, pidió la cuenta y se bajó los lentes oscuros para mostrarme al fin sus ojos, redondos de broma y espanto, dando a entender “está cabrón”. ¿Qué hacer en estos casos? Lo mismo que ella: gulp.

Pagué yo, por supuesto. Me hizo seguirla hasta un carro convertible de modelo que no reconocí. Pronto supe que era una “edición” especial, “ecológica”, de General Motors para los miles, pronto serán decenas de miles de inmigrantes silenciosos, inversionistas retirados de Estados Unidos. No me dio tiempo de preguntarle de dónde sacó el carrito.

–No es mío. Me lo prestó el vecino, míster Jim. Ya lo conocerás. Encantador. Cordial, sonriente, siempre tiene visitas. Parece feliz. Es Minuteman el cabrón. De los radicales. Su casa allá la tiene en Orange County, el barrio más rico y republicano de Los Ángeles.

–Y te presta el coche. ¿No te da asco? –dije.

–Él es lo de menos. Hay personal más grueso. Y todo conecta –replicó, queriendo sonar enigmática. Siempre lo es.

Hizo conversación. Del proceso de invasión que devora legalmente Baja California, convertida en el destino potencial para 70 millones de baby boomers listos para retirarse y ser la última generación de estadunidenses con derechos y capacidad de inversión.

–Hay tres corredores principales, que ya son prácticamente territorio de Estados Unidos. Más te vale traer dólares. ¿Traes? Uno va de Tijuana a Ensenada; otro, aquí a mitad de la península y el siguiente, en un tramo de 32 kilómetros en Los Cabos.

Recitó cifras aterradoras. La vi tan enterada que quise adivinar:

–¿Viste a Mike? ¿O lo leíste?

–Las dos cosas. Vino.

–¿Acá? –ladré, sorprendido.

–¿Dónde más? Pero se regresó luego luego. Tenía una movida Insane Diego.

–Pobre.

–Me dejó unas copias que ya verás, y este cidí.

Introdujo en la apretada boca del player un plato espejeante, escaneó alguna pieza y subió el volumen a T Bone Burnett, uno de los amigotes angelinos de Mike. Se ha vuelto el trovador más amargo y enérgico de la decandencia del imperio. Entre las guitarras del huesudo T Bone, que me dicen ha engordado, reconocí de inmediato la lira de Marc Ribot.

–Tu material está bueno –le celebré a Voltaire, y ella dijo que se ponía mejor. ¿La música, o la información?, me pregunté mentalmente. T Bone parecía enojado, oscuro, hablaba de Bagdad, del diablo, de olas criminales, del onceavo mandamiento y de un lugar llamado Palestina, en Texas. “En siete días hizo Dios el mundo/ ¿Cuándo podría yo esperar retribución/ de la contrarevolución?”

–¿Qué le pasó al huesudo? –pregunté.

–Ya ves cómo es. No sale del país del miedo, y nunca ha tenido la claridad política de Mike. Pero óyete ésta.

Pulsó botones y regresó a Zombieland. Aunque me recomendó prestar atención a la letra, no paró de hablar, así que mi cerebro hubo de escindirse.

–Hace 10 años había 200 mil estadunidenses residentes en México. Ahora son un millón, la cuarta parte de los ciudadanos gringos que viven fuera de su país. La venganza de John Wayne. Nada más Ensenada va por otras 11 mil casas en condominio, todas para el mercado inmobiliario de Estados Unidos. Tres millones de dólares.

–Le van a dar en la madre al Hussong’s –lamenté, con súbitas ganas de una cerveza.

–Ya le dieron –y siguió diciendo que por aquí nada más están construyendo otras 6 mil casas, más lujosas. Mike lo llama “el adornado México colonial del mar de Cortez”, con zeta y sin acento. Las Villas de Loreto valen otros 3 millones. Un datito: en Loreto viven 15 mil personas. Para la otra década serán 100 mil, la mayoría gabachos. Y como no hay agua, no dudes que la importen de Chiapas.

Al fin me distrajo el brillante matraqueo del combo de T Bone. La sordidez de Ribot. “Mira a ese muchacho./ No puede ver nada./ No puede oír nada./ Nada más échalo por ahí./ Todas las mareas en Zombilandia/ llevan al olvido”.

“Uf” iba a decir. Voltaire no me dio tiempo:

–Por acá les encanta para olvidar y relajarse a los Minuteman ricos, los que financian esa horda. Los que están dispuestos a matar mexicanos en California. La “marea café” que tanto odian. Como míster Jim. Son los mismos que se adueñan de Baja. Adiós frontera, adiós México. ¿No te llama la atención que los tres últimos presidentes de México se sientan más a gusto en Estados Unidos? Zedillo hasta chambas tiene. ¿Le habrán dado una green card de cortesía?

–Pero si es un criminal de guerra –dije.

–Por eso mismo –dijo Voltaire–. Todo conecta.

 
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