Usted está aquí: domingo 21 de octubre de 2007 Espectáculos Sabina y Serrat arruinan a casas de apuestas con Dos pájaros de un tiro

“Siempre quise ser Joan Manuel”, dijo Joaquín, yo también, bromeó el otro

Sabina y Serrat arruinan a casas de apuestas con Dos pájaros de un tiro

“No creían que aguantaríamos más de 2 o 3 conciertos”; en Monterrey sumaron 49

David Carrizales (corresponsal)

Ampliar la imagen Joan Manuel Serrat y Joaquín Sabina Joan Manuel Serrat y Joaquín Sabina Foto: MEX-PRESS, Emilio Vásquez Moreno

Monterrey, NL, 20 de octubre. Joaquín Sabina y Joan Manuel Serrat, o viceversa, ofrecieron un concierto que el público regiomontano calificó de histórico, no sólo porque marcó el inicio de su primera gira juntos por América Latina, sino más bien porque los cantautores españoles se comportaron como magos de las emociones, que de un momento a otro hacían salir una lágrima, un suspiro o un grito de alegría desenfadado, según fueron hilvanando sus canciones, y lograron –con la unión de sus voces y talentos–, el milagro de unir también a dos o tres generaciones.

Muchas veces la música divide, porque algunos artistas o géneros se consideran exclusivos para determinados sectores sociales, o grupos que se forman según las edades; pero Sabina y Serrat demostraron que las buenas canciones y sus mejores intérpretes, pueden romper las barreras convencionales.

Los representantes de la canción hecha poesía y de la poesía generadora de canciones, fueron recibidos con una calurosa ovación pasadas las 9 y cuarto de la noche, por unas 15 mil personas que llenaron la Arena Monterrey, atraídas por el proyecto Dos pájaros de un tiro, que llegó la noche del viernes a 49 presentaciones, hecho que, según Joan Manuel, ha provocado la ruina de decenas de casas de apuestas, que juraban que sólo aguantarían dos o tres conciertos.

La euforia empezó con Paisanaje (…Tu colección de ciudades/ otros la cobran,/ yo canto mis soledades/ porque me sobran…) que abrió cantando Sabina y pronto al quite entró Serrat, para terminar uniendo voces, y con ello inició su labor de amalgamar también al público, que, como era de esperar había ido con motivaciones distintas.

Los más jóvenes en su mayoría, acudieron para escuchar a Sabina, y lo hacían patente luciendo sombreros negros como el que porta el oriundo de Jaén, mientras los más maduros, poco más reservados, iban atraídos por el genio interpretativo de Barcelona.

Estilo ranchero

Todos disfrutaron, y quizá los cantautores más que nadie, cuando estos bohemios españoles, acompañados con sus guitarras y por todo el público, interpretaran al estilo ranchero: Y nos dieron las diez o Noches de boda, que han dado fama mundial y reconocimiento al talento creativo de Joaquín; pero igual se emocionaron cuando ambos dieron vida, con nuevos arreglos musicales, a Aquellas pequeñas cosas y La fiesta, dos de las canciones emblemáticas de Serrat, y hasta hubo quienes derramaron lágrimas furtivas, por la emotividad con la que cantaron Esos locos bajitos, también del artista catalán.

Sin intermedios ni recesos, el concierto transcurrió ameno y fluido, pues aparte de la buena música, los españoles intercambiaban bromas y puyas.

“Yo siempre quise ser Joan Manuel Serrat”, dijo Sabina al reconocer la admiración que ha sentido por su ídolo, y éste confesó: “Yo también”. Pero el de Jaén en seguida se desquitó y dijo que su amigo es doblemente gachupín, “por catalán y por español, y esos son los peores”.

 
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