El Despertar
Los que despiertan
Hace unos días, platicando con mi amigo el arquitecto Jorge Legorreta le comenté el impacto que me provoca la presencia masiva de una nueva ciudadanía visible y audible en los mítines de Andrés Manuel López Obrador. Él me recomendó que centrara mis trabajos periodísticos en resaltar y analizar ese fenómeno. “Tu contacto con el movimiento de Andrés Manuel, tu participación en él te da un excelente punto de mira”. Unos días después le comenté a la directora de La Jornada, Carmen Lira, que estaba pensando en escribir sobre la vitalidad que se manifiesta en el movimiento obradorista. Carmen puntualizó: y no sólo en la política, es algo que emerge en todas partes. Me contó que Paul Leduc, el cineasta, había hecho una película en que aparecían escenas de movilizaciones en todas partes del mundo. Las más enjundiosas y alegres fueron las que pudo captar en el Zócalo de la ciudad de México en un acto musical.
Sí, yo creo que El despertar no solo abarca la conciencia política. Y creo también que estando trabajando en ese fenómeno en un área relativamente oculta a la opinión pública por el cerco mediático, vale la pena que yo exprese mi testimonio. Es algo de lo que ya he venido escribiendo. Quisiera dejar ahora el tema de la ética y la política y las reflexiones sobre el acontecer general que tiene tan buenos y numerosos opinadores. Voy a partir de la hipótesis que el despertar existe, e intentar describirlo con el mayor verismo. Con auténtico azoro de quien no juzga intelectualmente, sino que se emociona con lo que percibe.
Quiero referirme no sólo o no tanto al activismo casi sobrehumano de López Obrador, sino a la emergencia de una clara conciencia nueva de opositores e inconformes. AMLO es un catalizador. Por alguna razón que valdría la pena escudriñar, su presencia precipita una reacción social que se muestra tanto en los mítines de sus giras como en la credencialización y en los principios de organización de sus simpatizantes. Esto es lo importante, el despertar de los millones a una nueva conciencia: su entusiasmo, su alegría, el excelente nivel de respuesta, la participación, el folclor democrático y muy significativamente el orden, la disciplina en la que se expresa. Para mí el obradorismo (si podemos utilizar ese término) es un fenómeno cultural más que político. Cientos de miles, millones que estaban aletargados están despertando. No es la mayoría, es todavía una minoría, pero una enorme minoría. La siesta histórica de la que habló Paz se acabó hace décadas y un pueblo alegre, activo, laborioso, disciplinado, harto de las monstruosas injusticias y desigualdades en las que vive y de soportar la impunidad de la descomposición de la clase política, está recobrando o adquiriendo el sentido de la alerta, la capacidad de exigir cuentas cotejar promesas con realizaciones. Es decir, un pueblo que se vuelve moderno, contemporáneo de los pueblos democráticos. El por qué se ha dado este fenómeno. Hacia dónde apunta y cómo afrontará y será afrontado por el actual “establecimiento” serán los intereses principales de mi nueva serie de artículos.