Usted está aquí: domingo 14 de octubre de 2007 Opinión La fascinante arquitectura mexicana

Ángeles González Gamio
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La fascinante arquitectura mexicana

Imposible separar la historia de la ciudad de México de su arquitectura que, ya lo hemos comentado, es el reflejo de la mentalidad y valores de las distintas épocas. Nuestra capital conserva construcciones de todos los tiempos; tenemos vestigios arqueológicos prehispánicos tan antiguos como Cuicuilco, y tan recientes como el Templo Mayor de México Tenochtitlán. Del período virreinal caracterizado por el barroco, existen numerosas muestras que van de sencillas casas a suntuosos palacios, baste recordar el de los condes de Santiago de Calimaya, hoy sede del Museo de la Ciudad de México, el llamado de Iturbide o el exquisito de los condes de Heras Soto.

Del estilo neoclásico, que fue una expresión de la mentalidad racionalista que caracterizó el gobierno borbón, tenemos ejemplos impresionantes como los palacios de Minería y del marqués del Apartado, ambos obras de Manuel Tolsá. El siglo XIX, en que nacimos como país independiente, pleno de cambios y conflictos, se reflejó en distintos estilos: republicano, afrancesado, art noveau y ecléctico; de este último, que es en realidad mezcla de estilos, se yergue emblemático el Palacio de Correos, que muestra entre otros: morisco, renacentista, gótico, barroco y neoclásico.

El movimiento revolucionario iniciado en 1910 va a generar un fuerte sentimiento nacionalista, al que contribuyó significativamente el libro Forjando patria- pro nacionalismo, que publicó Manuel Gamio en 1915, que nos explica cómo va a reflejarse en distintos ámbitos: el arte, la literatura, la música y la arquitectura, la cual en un principio intenta retomar la que se realizó durante el virreinato; resurgen el tezontle y la cantera labrada y frecuentemente se le agregan azulejos y tejas al por mayor; este estilo se va a conocer como neocolonial y nos va a dejar, entre otros, una nueva fisonomía del Zócalo, al remodelar prácticamente todos los edificios que lo rodean, dándoles la misma altura y recubriéndolos de tezontle, viniera o no al caso, como en el antiguo edificio afrancesado que fue la sede del Centro Mercantil, ubicado en la esquina de la gran plaza y la calle 16 de Septiembre, al que se le “neocolonializó” la fachada que da al Zócalo y se dejó la otra en el estilo original; la vista desde la esquina de enfrente, recuerda esos rostros de un dios mexica en que la mitad está descarnada.

Otro estilo en que se reflejó el nacionalismo fue el art deco, que era muy propicio para utilizar elementos del arte prehispánico, que se adaptan armónicamente con las formas geométricas de ese género arquitectónico. Un buen ejemplo de ello es el interior del Palacio de Bellas Artes. Como resultado de la segunda guerra mundial nació en Europa el estilo llamado funcionalista, que aquí fue copiado en general con poco felices resultados. Una excepción es la casa estudio de Diego Rivera y Frida Kahlo, que construyó Juan O’Gorman en San Ángel.

Venturosamente, hubo arquitectos mexicanos que comenzaron a buscar un nuevo lenguaje con expresiones propias y comenzó a gestarse la arquitectura mexicana contemporánea, en la que fueron pioneros José Villagrán y Carlos Obregón Santacilia, quienes aunque en sus comienzos construyen obras en este estilo neocolonial, paralelamente se sumergen en las vanguardias europeas, descubren el Movimiento Moderno y comienzan a desarrollar un estilo que conjuga materiales tradicionales, recupera formas e integra nuevos estilos y conceptos.

El gran modelo de esta nueva propuesta es el magno edificio de la Secretaría de Salubridad, que construyó en 1926 Obregón Santacilia, en un predio ubicado en la entrada del Bosque de Chapultepec, sobre el que recientemente escribimos una crónica. Ahí se inicia este movimiento libertario que ha generado arquitectos notables, cuyas obras han marcado la fisonomía urbana capitalina con una arquitectura contemporánea propia de gran calidad.

El tema es fascinante y da lugar al surgimiento constante de libros que lo abordan. Precisamente el próximo miércoles 17, a las 19:30 horas, se presenta en la Casa Lamm Crónica de una época- De la Academia de San Carlos a Ciudad Universitaria, en la que Eduardo Langagne O., reúne los recuerdos de 34 arquitectos que estudiaron los últimos años de su carrera en la vieja escuela de la calle de Academia y los primeros en el moderno campus universitario. También se va a hablar de Crónicas del 2o Imperio, novela histórica del mismo autor. Los presentan Louise Noelle Gras, Ernesto Velasco de León, la autora de esta crónica y como moderador Alejandro Rebolledo.

Tras la presentación es buena idea pasar a disfrutar un piscolabis en el agradable restaurante de la bella casona que aloja la Casa Lamm, exitoso proyecto cultural del que ya hablaremos con detalle, que dirigen con acierto las guapas y talentosas hermanas Claudia y Germaine Gomez Haro.

 
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