Rodrigo Moya presenta La eterna infancia, en la Alhóndiga de Granaditas
Fotografías, instalaciones y arte textil invaden Guanajuato
Con imágenes de gran formato de Gabriel Figueroa, colgadas en edificios y calles, celebran el centenario del cinefotógrafo
Muestran morrales tejidos en el Museo Iconográfico del Quijote
Ampliar la imagen Rodrigo Moya, fotógrafo y colaborador de La Jornada, muestra en Guanajuato medio centenar de imágenes de niños en su exposición La eterna infancia que se puede visitar en el Museo Regional de esa ciudad Foto: Yazmín Ortega Cortés
Guanajuato, Gto., 12 de octubre. “Niños” es la propuesta que el fotógrafo Rodrigo Moya (1943) trajo a la versión 35 del Festival Internacional Cervantino (FIC).
Se trata de un conjunto de niños de Cuba, Guatemala, Haití, Panamá, República Dominicana, así como de diferentes partes de México, que se asoman en el medio centenar de imágenes, tomadas la mayoría entre 1955 y 1968, que integran La eterna infancia, exposición montada en el Museo Regional, en la Alhóndiga de Granaditas.
Y aunque Moya nunca buscó retratar a los chicos, éstos a manera de una población flotante se aparecieron en las caminatas, en “el ambulantaje del fotógrafo de prensa” y se fueron colando en sus reportajes. En fechas recientes emergieron como un corpus.
Cuando Moya fue invitado a exponer en el Cervantino, su idea era otra, pero “eso de los niños ya estaba más armado”, expresa en entrevista.
En la ficha de sala, el fotógrafo escribe: “Los niños de estas fotografías fueron, pasaron, me miraron y los miré. Pertenecen a una realidad que ya no existe, pero que allí estuve observando con la velocidad de la luz entre el tiempo y el movimiento. Esa realidad y mi cámara fotográfica, guiada por mi mirada, coincidieron en sus movimientos simultáneos, y las imágenes logradas vuelven ahora a otra realidad: a la de este instante que estamos viviendo al contemplarlas”.
Los títulos son sugerentes: Historietas en el aire (1962), Lectura basura (1959), Aprendiz de alarife (1960), Castigado (1963) y El artista adolescente (1957). Sin embargo, cada foto es acompañada por esta misma y a veces otras de la misma sesión, pero en pequeño formato.
Moya abunda: “He querido compartir con el espectador la mínima historia de cada una de estas fotografías. Para ello, he agregado, sobre la tradicional cédula informativa, una ampliación a vez y media del negativo original. En esta repetición en pequeño, el observador podrá apreciar el corte o edición que utilicé en la amplificación, para obtener la versión final de la imagen.
“En varios casos he agregado las fotografías de aproximación a la foto final, admitiendo de antemano que el observante podrá no estar de acuerdo con el corte elegido por mí, o ni siquiera con la foto elegida de entre varias similares.”
Los 100 de Gabriel Figueroa
Con motivo del centenario del fotógrafo de cine Gabriel Figueroa, el FIC ha ampliado y colgado por la ciudad de Guanajuato una selección de 37 tomas de las diferentes películas en las que trabajó.
El final de Enamorada (1947), por ejemplo, se impone desde los altos de un edificio que está frente a la explanada de la Alhóndiga de Granaditas. El “cúmulo mayor” de las fotos hacen más amable la valla metálica que separa el recinto de los espectáculos de la calle.
Gabriel Figueroa Flores explica que el proyecto fue idea de Irma Mini Caire, directora del Cervantino, quien conocía “bastante bien los archivos, los fotogramas originales, que yo había retocado de la obra de mi padre. Pero, el tamaño de las imágenes es lo que hace única la exposición”.
De acuerdo con el entrevistado, las imágenes resultan familiares para los transeúntes, ya que éstas forman parte de un colectivo con el que las personas han estado en contacto por años.
El umbral
Otro artista cuya obra también se conoce en el exterior es Ignacio Rodríguez Bach (1966). Su instalación, y paisaje sonoro, El umbral, que nace de un sueño que tuvo, para la que inventó su propia línea del metro, el Sistema Subconsciente Colectivo, un fragmento de la cual se proyecta por la noche sobre un costado del templo de San Diego.
El umbral se ha montado en los bajos del templo donde hace unos años, al intentar construir un nuevo túnel para la vialidad, descubrieron que debajo estaban la mitad de los restos del convento dieguino del siglo XVII. En El sueño un monje, cuyo rostro nunca se ve, invita al soñador a aventurarse más allá del umbral que es representado por los portales del convento.
Para Rodríguez Bach el hecho de traspasar la cortina negra que instaló, habla de “la línea divisoria entre las cosas que, en efecto, no existen. El viaje consiste en tratar de encontrar el punto medio; esto es lo que te dice que no hay tal”.
Era de migraciones
Lo instantáneo y lo perpetuo, exposición de la artista potosina del textil Rosa Luz Marroquín (1941), exhibida en el Museo Iconográfico del Quijote, reúne una selección de cuatro series: De los territorios de la memoria, Los tiros o socavones de las minas, El gris de las tierras vecinas y Del Bravo al Suchiate.
“Siempre hablo del tiempo, del instante, de lo perpetuo. Nuestra alma está llena de cicatrices y cada instante es registrado en cada una de las puntadas, en cada uno de esos trazos que, cuando dibujamos, representando casi como cada latido de nuestro corazón. Van contando el tiempo y nos conducen al final”, expresa Marroquín.
De su instalación Del Bravo al Suchiate, consistente en unos morrales tejidos que cuelgan del techo, de la que sólo trajo una selección de las 50 piezas, dice: “Este milenio va a ser una era de migraciones, donde los seres humanos se van a mover de país. Tenemos que aprender a convivir con todos y aceptar la presencia del otro”.