Número 135 | Jueves 4 de octubre de 2007 |
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Sobre el soldado se vierten todo tipo de presiones que pueden resultar contraproducentes para el cuidado de su salud sexual. En este reportaje se explora la situación de una población invisible: los miembros de las Fuerzas Armadas de México no heterosexuales y la discriminación legal a la que se enfrentan. Por Christian Rea Tizcareño Los efectivos homosexuales en las Fuerzas Armadas de México son un grupo anónimo e incuantificado. Los discursos oficiales y las leyes militares no los contemplan y el silencio contribuye a evadir la legislación federal contra la discriminación. El orden jerárquico y de masculinidad exacerbada que predomina en la cultura castrense minimiza, excluye y se expresa peyorativamente de la afectividad entre personas del mismo sexo, al mismo tiempo que la vida en los cuarteles transcurre, algunas veces, en ambientes cargados de sorda expresión homoerótica. En contraste, instituciones militares de naciones como Gran Bretaña, Holanda, Canadá y España han superado los prejuicios y contemplan disposiciones contra la homofobia y brindan derechos iguales a todo tipo de parejas. Las percepciones públicas, cada vez más abiertas a lo que implica el respeto a los derechos humanos, son un factor importante para el cambio, por ejemplo, en Argentina, lugar donde una encuesta hecha en 1999 demostró que más del 60 por ciento de los ciudadanos pugnaba por no castigar la homosexualidad en el Ejército, tal y como lo estipulaba desde 1951 el artículo 765 del Código de Justicia Militar. La disposición ya no existe. De acuerdo con información de The Williams Project, investigación desarrollada por un centro de estudios sobre diversidad sexual adscrito a la Universidad de California en Los Ángeles, en Estados Unidos hay unos 65 mil uniformados no heterosexuales entre las cerca de millón y medio de personas que forman las fuerzas armadas de ese país. Según el Pentágono, desde 1993 han sido despedidos más de 11 mil personas por hacer pública su homosexualidad. Para México no hay cifras. Los putitos a la cocina En la milicia “muchos varones viven la sexualidad como motivo de competencia, como recurso de dominación y como una experiencia homofóbica”, explica el investigador Juan Guillermo Figueroa en el texto Varones latinoamericanos. Estudios sobre sexualidad y reproducción. Según el especialista del Colegio de México, “la lógica de las Fuerzas Armadas pareciera estar más centrada en reproducir especializaciones de género”, y los modelos hegemónicos de masculinidad han traído mayores “factores de riesgo para la salud de las personas y para encuentros más solidarios entre los seres humanos”. En el estudio “Discriminación y VIH en las Fuerzas Armadas Mexicanas” —realizado en 2005 por el Instituto de Investigaciones Jurídicas de la UNAM, bajo la coordinación de Julia Flores Dávila—, un “militar no activo de alto rango” indica que para ingresar a las Fuerzas Armadas Mexicanas, los aspirantes se topan con un filtro homofóbico, basado en los estereotipos de género, desde las primeras pruebas a las que son sometidos. A partir de esas pruebas se determina tanto el ingreso, como las labores a realizar: “Uno sabe que el cocinero es putito, y todo mundo sabe que ése sí debe ser (aceptado) porque sabe cocinar muy bien”, señala el mismo informante. Pese a todo, los gays no existen en la milicia, por tanto, no puede haber castigo para los actos homosexuales. La Secretaría de la Defensa Nacional, en respuesta a una solicitud de información de Letra S, vía el Instituto Federal de Acceso a la Información Pública (IFAI), señala que hasta el momento en los archivos de la institución no hay documentos que contengan estadísticas sobre posibles militares dados de baja o sancionados por realizar actos homosexuales. Por su parte, la Secretaría de Marina, también vía el IFAI, señala que en la Ley Orgánica de la Armada de México o en la Ley de Disciplina para el Personal de la Armada de México no se prevé la homosexualidad como causal de baja o sanción. No obstante, sí consideran punibles dos tipos de conductas eróticas. Una es realizar dentro de las instalaciones “actos de escarceo amoroso”, o encubrirlos, “falta leve” que se castiga con arresto de 24 horas a ocho días. Lo que implica una “falta grave” —castigada incluso con la baja definitiva del servicio: es la realización de “actos de carácter sexual” o de "prostitución”. En riesgo y sin derechos La homofobia verde olivo no es ajena para David, un profesionista de 50 años de edad, y Johnny, oficial del Ejército mexicano. Ambos son pareja desde hace un lustro y viven en Tenosique, Tabasco, una comunidad rural ubicada en la frontera sur con Guatemala. Ahí, dos de los principales factores que han intensificado el número de casos de VIH/sida son el tránsito de indocumentados centroamericanos en ruta para emigrar a Estados Unidos y la Zona Militar número 38. “Siempre usamos preservativo. Yo lo uso porque Johnny se va a las bases militares, y ahí llegan sexoservidoras. Él ha tenido sexo con ellas. Incluso me ha contado que ha tenido relaciones sexuales con otros militares”, cuenta David. El marco jurídico del Instituto de Seguridad Social para las Fuerzas Armadas Mexicanas (ISSFAM) precisa que Johnny tiene derecho a un seguro de vida, préstamos hipotecarios, servicio médico integral, pensión, servicio funerario, fondo de ahorro y servicios turísticos, entre otros. Sin embargo, no puede compartir estas prestaciones con su compañero; son sólo para matrimonios heterosexuales. El mismo ISSFAM aclara a Letras S, a través de la respuesta a la solicitud 6007, interpuesta ante el IFAI, que “la Ley del ISSFAM no establece norma en la que se reconozca a favor de parejas homosexuales el derecho a la seguridad social. A la fecha no existen solicitudes de filiación de parejas homosexuales”, ausencia que deja desprotegidas y sin derechos a estos integrantes del ejército y sus parejas, convalidando, en los hechos, la discriminación prohibida por la Constitución. |
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