Número 135 | Jueves 4 de octubre de 2007
Director fundador: CARLOS PAYAN VELVER
Directora general: CARMEN LIRA SAADE
Director: Alejandro Brito Lemus

Objeción de conciencia
La excepción confirma la norma


Entrevista con Mark Platts
La conciencia no es una guía infalible
Objetar una norma es posible en términos éticos, sostiene el filósofo Mark de Bretton Platts Daley, investigador del Instituto de Investigaciones Filosóficas de la UNAM y especialista en dilemas éticos. Incluso esa excepción a la ley, reconocida a su vez en las legislaciones de varios países, puede usarse en el debate con otras personas que no comparten la postura.

El derecho a la objeción, dice Platts a Letra S, no es un problema, siempre y cuando se apele a él sin dogmatismos. En ese sentido, la palabra conciencia tampoco ayuda, pues está cargada de un aura de infalibilidad, al grado de que ha servido de justificación a crímenes atroces a lo largo de la historia de la humanidad. A continuación parte de la charla con el filósofo.

¿Qué es la objeción de conciencia?
La objeción de conciencia pretende ser una excusa o justificación cuando los principios de un individuo no le permiten realizar cierta acción que según algún contexto legal está permitida o incluso es obligatoria.

La gente la utiliza para hablar, por ejemplo, cuando hay una instrucción jurídica para practicar un aborto y un médico debido a sus propios principios, a sus valores, cree que el aborto es inmoral, en contra de la voluntad de Dios, y por lo tanto considera que no tiene el derecho de ignorar su conciencia que rechaza la idea del aborto.

¿Cuáles son los ámbitos en que es ético apelar a la propia conciencia para dejar de cumplir una norma jurídica?

Considero que la palabra conciencia es terriblemente
engañosa en muchos de estos contextos. En el siglo XX la conciencia muchas veces instruyó a las personas para hacer cosas completamente monstruosas. Muchos de los crímenes más horrendos del siglo XX, hablo de los crímenes de los nazis, fueron realizados por gente que estaba “siguiendo su conciencia”. La palabra conciencia da la apariencia de una autoridad que no se tiene.

Nadie debe creer que la conciencia es una guía infalible. La conciencia puede guiarnos bien o guiarnos mal, exactamente como la memoria, la percepción, o como las otras facultades
mentales.

Hace 250 años alguien podía pensar que el concepto de conciencia era de gran importancia para la ética, hoy en día no creo que haya mucha gente que lo sostenga, aunque, claro, hay excepciones entre las personas con ciertas creencias religiosas que creen que la conciencia es, por así decirlo, la pequeña voz de Dios dentro de uno, algo infalible que nunca nos va a conducir por caminos equivocados. Hay tipos de moralidades teológicas que todavía dan un papel, diría, casi ridículo a la conciencia. Por otra parte, cuando hablamos hoy en día de objeción de conciencia, fuera del contexto teológico, podríamos hablar por ejemplo de un pacifista, que vamos a suponer ateo, quien se niega a participar en una guerra inmoral e injusta; sus principios, valores o creencias morales, sostenidos sin dogmatismo ni certeza, no le permiten participar en la guerra.


En relación al aborto, alguien podría negarse a practicarlos, diciendo que va en contra de sus principios y creencias morales; eso es más saludable que hablar de “su conciencia”, porque cuando se habla de los principios y las creencias no hay la misma sugerencia de certeza sobrenatural.


Hablar de una moralidad nos hace pensar en diversas posturas frente a un tema, mientras que conciencia es un término reduccionista
Tener principios o valores morales que no nos permiten realizar ciertas acciones no implica certezas. Mis principios no son necesariamente correctos ni infalibles. La mayoría de nosotros hemos cambiado de principios y creencias morales durante nuestras vidas, es decir, sabemos que nuestros principios no son inmodificables.

El problema al hablar de “la conciencia” es esa idea de infalibilidad y, por lo tanto, la noción de que es necesario imponer los dictámenes de mi conciencia sobre las otras personas. Ya no es solamente que yo no voy a practicar abortos, sino que voy a hacer todo lo posible para que otros médicos no los hagan.

¿La objeción de conciencia puede dar cause a actos de intolerancia y discriminación?
Depende del caso. Hasta qué punto, por ejemplo,
un médico que tiene principios de moral teológica que no le permiten practicar abortos tratará de imponer sus creencias sobre otras personas a toda costa. No es imposible una moral religiosa tolerante.

En el caso del aborto, la objeción de conciencia
suele estar relacionada con creencias teológicas, pero la objeción de conciencia en sí misma no se reduce a eso. Yo soy ateo y creo que hay contextos donde la objeción de conciencia es una justificación o una excusa perfectamente aceptable, por ejemplo, frente a instrucciones de superiores militares profundamente inmorales o injustas. Hay que rechazarla cuando se base en moralidades teológicas, dogmáticas e intolerantes. El problema no es la objeción de conciencia, sino la moralidad dogmática, intolerante. Tampoco hay que pensar que la palabra conciencia es propiedad particular de los creyentes católicos en México.

¿Qué límites debe tener la objeción de conciencia?
Depende de cada caso. Si alguien acepta, por ejemplo, trabajar en un hospital público, debe saber que es posible que algún juez instruya al personal del hospital a practicar abortos bajo ciertas circunstancias —una violación por ejemplo.

Me parece que ahí, haber aceptado el trabajo invalida su derecho a la objeción de conciencia; si esto parece un poco cruel, la otra alternativa es que renuncie al trabajo en el hospital.

¿Qué hay de la objeción en el caso de los responsables de registrar uniones de personas del mismo sexo?
Un juez, o cualquier otro funcionario, no tiene un papel de legislador, debe aplicar las leyes sin pretender actuar como si él las hubiera dictado. Lo normal es que aplique la ley, pues no está para decidir por sí mismo cómo debería ser la ley; pero en el caso límite de una ley monstruosamente
injusta, yo supongo que el juez podría tratar de invocar la objeción de conciencia. Pero en estos casos, dado que no es una situación de emergencia, podría renunciar a ser juez. Es el mismo caso de un policía que cree que hay leyes profundamente inmorales; no debería estar seleccionando cuáles va a utilizar y cuáles no según su conciencia, sino renunciar a ser policía.

¿La objeción de conciencia busca dar ejemplos de moralidad? ¿Es éticamente válido que una persona objetora de conciencia lo haga público o lo utilice como una bandera política?
Puede ser. Me parece que si el fundamento se refiere a lo profundamente inmoral de alguna práctica, el objetor tiene el derecho —algunos podrían pensar que es una obligación— de tratar de convencer —no manipular, sino convencer mediante buenos argumentos— a otras personas de sus puntos de vista.

Si alguien cree que la guerra en Vietnam es profundamente inmoral, me parece que es sanísimo, si el objetor quiere convencer a otras personas con razones, con argumentos de que esa guerra es tan deplorable. Pero si alguien está contento con, por así decirlo, salvar sólo su propia alma, supongo que tiene todo el derecho de hacerlo también.
¿La objeción de conciencia es una postura política?
No comparto la idea de que la objeción de conciencia actúa meramente como una posición individual o personal. En general no creo que las cuestiones morales son individuales, o cuestiones de libre elección. Me parece perfectamente
razonable tratar de convencer a otras personas de lo mismo que yo pienso. Es muy fácil pensar que la objeción de conciencia solamente es utilizada por personas de convicciones equivocadas —como los deplorables médicos católicos norteños. Pero no es así, también la invocaron los soldados que se opusieron a participar en masacres en Vietnam. Hay que separar lo que es estructuralmente compartido: hay una objeción de conciencia, que sirve a veces en ciertos contextos como una justificación o excusa aceptable para desobedecer alguna instrucción jurídica válida. Todos tenemos el derecho de invocarla. Claro, a veces es invocada con base en ideas que pueden no gustarnos o que consideramos profundamente equivocados y a veces, incluso, indecentes; pero el problema son las ideas no la objeción de conciencia.

¿La objeción de conciencia responde a un principio de libertad individual?
Sí, creo que en una sociedad liberal, aceptable en términos de respetar las libertades de la gente, respetar la diversidad, habría el pleno respeto al derecho de invocar a la objeción de conciencia como una justificación o excusa para no participar en prácticas o actividades que uno cree monstruosas.

Hay que separar el derecho a utilizar la objeción de conciencia como una justificación o una excusa, de nuestra evaluación de algunos casos específicos donde la gente invoca ese derecho. Es semejante a este respecto al derecho a la libertad de expresión: reconocer tal derecho es compatible con una evaluación fuertemente negativa de algunos de los usos que algunas personas hacen de tal derecho. Que algunas personas abusen de la existencia de cierto derecho no invalida ese derecho en sí mismo. La objeción de conciencia no es propiedad privada de las personas que aceptan alguna moralidad teológica; tampoco es potestad exclusiva de aquellos que buscan la negación de la diversidad, que buscan reproducir lo dogmático y lo intolerante, que anhelan la uniformidad. Pero, de la misma manera, los no creyentes debemos reconocer y respetar
los derechos que todos —incluyendo a los creyentes— deben tener: entre ésos está el derecho a invocar la objeción de conciencia, aunque sea dentro de ciertos límites, y aún cuando su invocación conlleve cierto precio, sea para el individuo que la invoca o para otras personas involucradas.