La artista mexicana no se obstina en trabajar la cerámica con afán alquímico
El valor de la arcilla en la biografía cultural
En la contundencia del silencio, un arquitecto se entregó a Dios; a cambio, recibió un tiralíneas bendito, proyectó para participar de su encuentro con lo excelso. Obra maestra de la arquitectura mundial; testimonio de la erótica sagrada extrema; refugio donde la luz penetra las entrañas, la mente y el corazón, la Casa Luis Barragán presentará del 6 de octubre al 6 de noviembre la muestra de cerámica Toma este vals, de Aurora Suárez. Recorrer ambos itinerarios promete una experiencia significativa.
La exposición de Suárez afirma tal consistencia como para insertarse entre las propuestas más sólidas elaboradas en los años recientes en la corriente contemporánea de la cerámica artística mexicana. Movimiento que, pese a la poca equidad con que se promueve y difunde, ha contribuido, entre otros aspectos, a reflejar el enorme valor que tiene la arcilla en la biografía cultural del país.
Para el diseño de la muestra se partió de tres grandes grupos de obras. En el primer conjunto sobresale cómo, a partir de resignificar un disco prehispánico en bajorrelieve, la autora plantea el entrecruzamiento de la antigüedad y el aquí y ahora, revalorando a la vez la complejidad que coexiste en la sencillez. El juego de analogías de esta serie revela la existencia humana cual devenir arqueológico; tratamiento eficaz porque universaliza el sentido del tiempo convencional constituido como acuerdo cultural necesario para, entre muchas otras alianzas, estructurar la historia y echar andar el engranaje de códigos que dan significado a cada suceso.
El segundo bloque mira a la abstracción. Con lograda síntesis y buena composición, vía la gestualidad y tajante economía cromática, plenos de dinamismo, los murales de Suárez remiten a la pintura de acción. Lejanas a un propósito paisajístico, de estas piezas manan afluencias semejantes a torbellinos; alteraciones que remiten a grandes masas de agua en acción: brazos de mar que estampan su propio horizonte y abren la senda del tiempo íntimo, ese que todos experimentamos y al que nadie tiene acceso.
Sin relegar la belleza expresiva de las formas, en el tercer apartado compuesto por vasijas y estructuras, Aurora Suárez explaya su talante estético. Construye escultóricamente por medio de un juego de contrapesos cuya esencia denota su formación como arquitecta, pero también la manera de sortear la gratuidad del decorativismo. De estas obras, realizadas con la técnica de barro-papel, resalta el conocimiento del ritmo, lo que le permite construir nítidos espacios internos. Asimismo, se palpa su interés por las texturas que, en este caso, asemejan laberintos cerrados e impenetrables, pero ajenos a una intención efectista.
Fiel a sí misma, en sus búsquedas artísticas, Suárez no se ha obstinado en la cerámica con afán alquímico; domina diversas técnicas cerámicas y sencillamente las utiliza para desarrollar su obra, mediante la cual hace visible una de las virtudes que por antonomasia distingue a la arcilla: su plasticidad es absoluta; no en balde acompaña a la humanidad desde tiempos inmemoriales.
Fruto de recogimiento y constancia, con Toma este vals Aurora Suárez envía una señal clara y precisa del nervio creativo que la impulsa; desplegar su propio potencial es una decisión que sólo a ella compete. Enhorabuena.