Prosigue el festival de danza contemporánea Lila López
Bailarina canadiense presentó el espectáculo Fou glorieux en SLP
Ampliar la imagen Los bailarines Robert Abubo y Louise Lecavalier durante su presentación en el Teatro de la Paz, en San Luis Potosí Foto: Cortesía del festival
San Luis Potosí, SLP, 3 de octubre. El Festival Internacional de Danza Contemporánea Lila López volvió a los altos vuelos con la participación de la reconocida bailarina canadiense Louise Lecavalier, quien presentó el espectáculo Fou glorieux, una selección de dos piezas y un fragmento de tres coreógrafos muy diferentes entre sí.
El único pero –relativo– fue para la tercera y principal pieza: “I” Is memory (2006), un solo coreográfico de Benoit Lachambre, que si bien mostró las amplias cualidades de manejo corporal y técnico de Lecavalier, no logró mantener el lazo inicial de comunicación con el público del Teatro de la Paz.
Pese a ello, el espectador sencillo pudo apreciar una inquietante serie de contorsiones, quizá emparentada con la danza butoh, que refería tanto al surgimiento de una criatura sublime como a un monstruo frankensteniano en tránsito, tanto a la belleza como a la fealdad occidentales.
¿Qué era ese ser en metamorfosis, frágil, con los tobillos doblados y dificultad para mantenerse en pie y caminar? ¿Quién era ese personaje de pants, tenis y sudadera de gorro que llevó al público del Teatro de la Paz de una sorpresa inicial a un tedio final?
¿Era la personificación de un break dance incipiente, o en decadencia? ¿Era una sirena intentando caminar en la tierra? ¿Era algo realista y metafórico a la vez, algo terrible y hermoso al mismo tiempo?
Parece ser que el arte pudo ser convocado por Lecavalier la noche del lunes, y que la bailarina supo detonar su propia capacidad creativa, el gozo estético para sí misma, pero que no logró dotarlo de cualidades comunicativas, tan necesarias para el público en general.
Es uno de los trabajos, asumió la bailarina en una conferencia de prensa un día antes de la presentación, que más desafíos le ha provocado, al tener pocos puntos de conexión con sus interpretaciones previas. “Fue un proceso de muchas horas de improvisación, con un lugar muy ajeno desde el cual conectarme”.
El coreógrafo Lachambre le planteó a Lecavalier, antes que nada, “sentir la danza dentro de mi propio cuerpo. La consigna era que no importaba la mirada exterior, sino que primero debía suceder un proceso interior. Y por ese hecho es que, así lo creímos, era posible que finalmente se diera algo interesante en el exterior. Pero el punto de partida es lo que no se ve”.
El tormento y la meditación
Todo había comenzado bien con las dos primeras propuestas de Lecavalier. Abrió con el solo de Lone Epic (2006), de Crystal Pite y a partir de la música de Bernard Hermann’s para la película El ciudadano Kane.
Se trata de una obra influenciada por elementos teatrales (acción, gesticulación, drama) y hasta por el performance, en la cual la personaje sale al escenario en traje azul rey para dirigir a una veintena de atriles y partituras, que al ser volteadas revelarán preguntas: “¿En quién está pensando ella?, ¿Cuál es su verdadero deseo?, ¿Su verdadero deseo, deseo, deseo...?” La personaje-directora tirará los atriles, y luego la danza la revelará como un ser atormentado por el amor y el desamor.
Luego vino Lula and the Sailor (2005), que es el dueto de 12 minutos incluido en Cobalt rouge, coreografía de Tedd Robinson, ex monje budista, interpretada por Lecavalier y Robert Abubo.
Después Lecavalier ejecutó “I” Is memory, coreografía que tal vez, en la medida de los riesgos que asume, se vaya asentando poco a poco en el interés de públicos más allá del canadiense o europeo, que ubiquen más los nuevos caminos por los que se aventura, y desventura, la danza contemporánea fuera de México.