Plantea la demanda de avanzar en “libertad religiosa”
Exige la Iglesia superar limitaciones y equívocos
Prelados y expertos analizan relaciones con el Vaticano
Ampliar la imagen El prelado católico Dominique Mamberti y la secretaria de Relaciones Exteriores, Patricia Espinosa, en el coloquio para conmemorar los 15 años del restablecimiento de relaciones diplomáticas con el Vaticano Foto: José Antonio López
La conmemoración del 15 aniversario de las relaciones diplomáticas entre México y el Vaticano devino en la exigencia de la Iglesia católica de “superar las limitaciones y equívocos” de la ley en materia religiosa y que el Estado reconozca abiertamente que esta libertad es un derecho humano.
El enviado papal, Dominique Mamberti, fue quien en la inauguración del coloquio mediante el cual se conmemoró dicho aniversario en la sede de la cancillería expresó este anhelo largamente acariciado por la jerarquía católica. Sin hacer alusión al carácter laico del Estado mexicano, la secretaria de Relaciones Exteriores, Patricia Espinosa Cantellano, evadió el tema; centró su intervención en agradecer el “invaluable apoyo” que ha representado para México la posición del Vaticano en la defensa de los migrantes y su rechazo a la construcción del muro en la frontera México-Estados Unidos.
Así, ambos funcionarios, uno religioso y otra civil, tuvieron cada uno su tema ante académicos, investigadores, miembros del cuerpo diplomático y jerarcas eclesiásticos.
Más tarde, en las mesas de trabajo, en nombre del Episcopado mexicano el arzobispo de León, José Guadalupe Martín Rábago, hasta sugirió que la celebración del bicentenario de la Independencia “podría ser un momento privilegiado para crecer en una fructuosa reconciliación”, es decir, que esa fecha marque la discusión y eventual reforma de las leyes que hace 15 años dieron el reconocimiento jurídico a las iglesias y avanzar ahora en el tema de la libertad religiosa, incluyendo la “objeción de conciencia”.
Y definió este apartado: “Toda persona tiene derecho a incumplir con una obligación legal y de naturaleza personal cuya realización produciría una lesión grave de la propia conciencia o de las creencias profesadas”. Subrayó la importancia de este derecho en el campo de la salud y de la biotecnología, en el terreno de la administración pública, en los medios de comunicación y en la labor educativa.
Dominique Mamberti, secretario vaticano para las Relaciones con los Estados, confió en que el seminario abra la puerta a nuevos caminos para una “mejora continua al marco jurídico actual con vista a una plena garantía del derecho a la libertad religiosa de todos los ciudadanos, superando limitaciones y equívocos que se perciben en las normas vigentes”.
Sin duda, indicó, la buena voluntad de los actores políticos, de los representantes de diversas denominaciones religiosas y de las autoridades del Estado mexicano ayudarán a “visualizar, en un clima de diálogo fraterno, los caminos que México necesita recorrer para avanzar hacia un Estado laico moderno”.
Resaltó que cuando la discriminación religiosa se presenta es “inevitable que se produzcan heridas y enconos que terminan muchas veces en profundas divisiones de la población”.
Ante este discurso, la canciller Espinosa guardó silencio, limitándose a señalar que los especialistas invitados al coloquio “tendrán la oportunidad de abordar los temas que usted ha mencionado esta mañana”.
Le dijo a Mamberti que lo recibía un “México libre y soberano, una nación democrática, diversa y plural”, cuyos integrantes viven en paz y armonía gracias, entre otros factores, “a las libertades que hemos construido. Una de ellas es la libertad de cultos que impera en nuestro país, cuyo respeto es garantizado por nuestras leyes e instituciones, y por la naturaleza tolerante y respetuosa de la sociedad mexicana”.
El arzobispo Rábago insistió después en que es necesario adaptar la legislación a los tratados internacionales firmados por México y superar las “lagunas del marco constitucional” –en particular el artículo 24–, en relación con el significado amplio de libertad religiosa de individuos y de asociaciones.
El nuncio apostólico, Christophe Pierre, lo secundó al señalar que el derecho a la libertad religiosa es una necesidad antropológica, social, política y cultural, máxime en sociedades abiertas y plurales como la mexicana.
Previamente, el especialista Roberto Blancarte cuestionó que se entienda que los embajadores mexicanos ante el Vaticano representan únicamente a católicos de la nación, cuando deben defender los intereses nacionales, “independientemente de sus creencias personales o convicciones religiosas de los funcionarios más prominentes del país”. Inclusive señaló que “algunos pensarán que convertir a nuestra embajada en una misión católica es la mejor manera de entenderse con la Santa Sede”, cuando este funcionario debe representar a todos los mexicanos, incluidos a los millones que están en otras religiones o que no profesan ninguna.
Sus comentarios motivaron una respuesta pronta del embajador de México ante el Vaticano, el panista Luis Felipe Bravo Mena, quien dijo: “No niego que soy católico, pero tengo perfectamente consciente y no lo pierdo de vista ni un minuto que represento a un Estado laico, con separación Iglesia-Estado, y que representó a todos los mexicanos”.
No sé hasta qué momento –sostuvo– en algún embajador ha habido confusión entre su fe religiosa y su papel y deber de representar a todos los mexicanos.