Usted está aquí: jueves 4 de octubre de 2007 Política Frágiles acusaciones contra La reina del Pacífico; ella se niega a declarar

Le imputan delincuencia organizada, delitos contra la salud y lavado de dinero

Frágiles acusaciones contra La reina del Pacífico; ella se niega a declarar

Un testigo señala que sabe, “de oídas”, que se dedica a actividades de narcotráfico

El próximo viernes, a las 11 horas, el juzgado 18 de distrito resolverá su situación

Alfredo Méndez

Aun en la cárcel se identifica como reina. Tras una rejilla de prácticas del Reclusorio Norte permaneció altiva, impávida, como si no le importara estar en prisión. Durante casi toda la diligencia, la mujer mantuvo levantada una de sus cejas, como retando a quien le sostuviera la mirada. Aunque no hubo cámaras, por momentos sonreía, posaba, erguía su maduro y conservado cuerpo. Pero casi nada dijo con su voz.

La ya famosa Sandra Ávila Beltrán se negó a responder a las imputaciones de la Procuraduría General de la República (PGR). Sólo indicó a las autoridades judiciales que tiene 44 años de edad, que es originaria de Tijuana, Baja California, que se dedica al comercio y le gusta que la llamen La reina del Pacífico.

Risueña, aunque sin obviar su aspecto cansado, producido por las pocas horas que ha dormido desde el pasado viernes, cuando fue detenida, Sandra Ávila respondió sin titubear a una oficial judicial: “¿Que si me lee los cargos? No, gracias, ya me los sé de memoria”.

Y esto es cierto. En los pasados cinco días le han repetido hasta el hartazgo que la acusan de delitos contra la salud, delincuencia organizada y lavado de dinero por sus presuntas relaciones con el supuesto narcotraficante colombiano Juan Diego Espinosa Ramírez, El tigre, quien también es su pareja sentimental desde hace cinco años.

Negocios, autos de lujo y yates

Ambos lograron amasar una fortuna que incluye, en todo el país, casas y departamentos de lujo, automóviles deportivos, múltiples negocios, aviones privados y yates. Las autoridades mexicanas aseguran que esos bienes son de procedencia ilícita, que derivarían de las ventas –a los cárteles de Sinaloa y Juárez– de toneladas de cocaína durante por lo menos la última década.

Ella está obligada a demostrar en este juicio que el origen de su cuantiosa fortuna es lícito. De lo contrario podrá ser condenada a varios años de prisión.

Ayer, la jornada de Sandra Ávila inició de madrugada. A las seis horas la levantaron de la celda donde está recluida en el penal femenil de Santa Martha Acatitla.

La mujer que ha inspirado a periodistas y escritores para realizar infinidad de reportajes sobre su vida, y cuya historia es similar a la de Teresa Mendoza –narrada por Arturo Pérez-Reverte en la novela La reina del Sur–, no perdió la serenidad un solo instante. Bostezó en cuatro ocasiones, pero nunca estuvo cabizbaja.

Cerca de las 10 horas, después de haber sido trasladada de una cárcel ubicada en el oriente del Distrito Federal al Reclusorio Norte, Sandra fue presentada ante las autoridades del juzgado 18 de distrito.

Sus abogados particulares aún no llegaban, por lo que la diligencia en que se le tomó declaración preparatoria dio inicio con la asistencia a la inculpada de un abogado de oficio y la presencia de un agente del Ministerio Público Federal.

Una hora más tarde interrumpió la audiencia un hombre que se identificó como Jorge Hernández Altamirano: “Soy el abogado de la señora”. Sandra asintió y lo nombró su defensor particular.

–Nos ganaste –se justificó el litigante con ella–. ¿Te hicieron madrugar? –le preguntó.

–Sí. Estoy cansada. Casi no he dormido –respondió la mujer de larga cabellera, quien vestía pantalón, playera, suéter y chamarra beige.

Cinco custodios la vigilaron de cerca. Todos permanecieron en el interior del cuarto ubicado tras la rejilla de prácticas del juzgado 18 de distrito durante las más de dos horas que duró la diligencia.

La audiencia de ayer no tuvo como propósito notificarle a Sandra los cargos que le imputan las autoridades estadunidenses. El vecino país la requiere como probable responsable de asociación delictuosa por importar más de cinco kilogramos de cocaína y por posesión con la intención de distribuir allá más de cinco kilogramos de esa droga.

Su presencia en el juzgado obedeció a la orden de aprehensión que libró en su contra el órgano jurisdiccional mexicano, hace cinco años, por su presunta responsabilidad en los delitos de delincuencia organizada, contra la salud y lavado de dinero.

Las imputaciones de la PGR contra Sandra Ávila, quien también usaba los nombres de Daniela García Chávez, Sandra Ávila López, Pamela Fuentes León, Sandra Luz Arrollo Ochoa, Karla Orozco Lizárraga y Andrea Medina Reyes, derivan del caso del buque Macel, decomisado en 2001 en el puerto de Manzanillo, Colima, con casi 10 toneladas de cocaína procedentes de Colombia.

De acuerdo con el pliego de consignación, para lavar el dinero ilícito la mujer compró varios inmuebles, entre los que se encuentran un hotel y una casa habitación en Hermosillo, Sonora; así como la casa en que habitó hasta antes de ser detenida, la cual se ubica en el Distrito Federal. Además de dos empresas de bronceado en Guadalajara, Jalisco, y dos compañías inmobiliarias en Nayarit y Sonora. En esta última entidad le fueron asegurados 225 predios y dos casas en 2002.

Testigo de oídas

El historial delictivo de Sandra Ávila, según la PGR, es largo. También se le atribuye “haber formado parte, junto con Juan Diego Espinosa Ramírez, de una organización criminal dedicada a acciones de narcotráfico, con funciones de administración, dirección y supervisión”.

Ayer, la inculpada escuchó lo frágil de la acusación en su contra. Sólo un testigo identificado como Paulo Alejandro Espinosa Rodríguez aseguró que sabe, “de oídas”, que Sandra, junto con Diego Espinosa Ramírez, se dedica a actividades relacionadas con el narcotráfico.

Dicho testigo dijo ante la PGR que trabajó para El tigre, quien es su tío, y éste le pagaba 100 mil pesos al mes por realizar labores de mensajería. En su declaración, Paulo señaló que supone que Sandra y Diego se dedican a actividades ilícitas simplemente porque “vivían de manera ostentosa”.

Otra prueba contra Sandra es una llamada telefónica que se efectuó en 2001 desde el buque Macel, en el puerto de Manzanillo. La hizo el maquinista del barco a un teléfono celular para informar que el cargamento había llegado a territorio mexicano. Contestó una persona a la que el emisor identificó como “Beltrán”.

Al final de la diligencia, cuando le preguntaron a La reina del Pacífico si quería rendir declaración, respondió que no. Sus abogados ni siquiera pidieron duplicar el término constitucional, por lo que el próximo viernes, antes de las 11 horas, el juzgado 18 resolverá su situación jurídica, ya sea con auto de formal prisión o de libertad.

Ese mismo juzgado abrió ya el periodo de 60 días hábiles en espera de que la PGR presente la solicitud formal de detención con fines de extradición a Estados Unidos en contra de Ávila Beltrán, quien desde el pasado sábado fue notificada del cargo que le fincaron las autoridades estadunidenses.

Antes de ser devuelta al penal de Santa Martha Acatitla –fuertemente custodiada por unos 20 agentes policiacos–, la protagonista de esta historia deseó “una buena tarde” a los presentes, se recogió el cabello y suspiró.

 
Compartir la nota:

Puede compartir la nota con otros lectores usando los servicios de del.icio.us, Fresqui y menéame, o puede conocer si existe algún blog que esté haciendo referencia a la misma a través de Technorati.