Usted está aquí: sábado 29 de septiembre de 2007 Opinión Literatura y cine en Biarritz

Vilma Fuentes
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Literatura y cine en Biarritz

El Festival de cine y literatura de Biarritz, que se abrió el lunes 24 de septiembte, rendirá este año un homenaje por toda su carrera artística a Pedro Armendáriz hijo. Se exhibirán cinco de los 140 filmes en los que ha actuado: Cadena perpetua, de Arturo Ripstein; La pasión según Berenice, de Jaime Humberto Hermosillo; Dos crímenes, de Roberto Sneider; Días de humo, de Antonio Eceiza, y Maine Ocean, de Jacques Rozier. Excelente idea del festival de festejar en vida a este gran actor reconocido internacionalmente. Comediante carismático, se metamorfosea en los más distintos personajes, prestándoles su cuerpo a cambio de su alma, encarnándolos, reales o imaginarios.

México estará también muy presente en este festival con dos de los 10 largometrajes de la selección oficial del concurso: La sangre iluminada, de Iván Ávila Dueñas, y Aurora boreal, de Sergio Tovar Velarde. Fuera de concurso, una película del mexicano Ernesto Contreras, Párpados azules.

Encuentros literarios, exposiciones y conciertos serán parte de este festival de Biarritz. Por su parte, Guy Braucourt observa la renovación del cine en América Latina. Renovación indispensable, me decía Emilio el Indio Fernández a principios de los años 80, cuando recibió homenajes y recompensas en París por su obra.

Fue el año en que se incendió la Cineteca Nacional en la ciudad de México –no olvido su cólera frente a las cámaras de televisión contra Margarita López Portillo y su hermano, entonces presidente del país. Yo había pasado una semana, sentada a una mesa frente a él, escuchándolo. Jean-Claude Carrière y Juan Luis Buñuel, parte de la organización, habían comprendido que al Indio le era necesaria como el aire una presencia femenina capaz de escucharlo y, si fuese posible, darle la réplica con humor –Emilio estaba malhumorado porque en la aduana le quitaron la pistola que traía en la maleta, “me dejaron en cueros, como si a ti te quitaran las faldas”.

Había armado un escándalo, pero no pudo recuperar el arma sin perder el avión. Se consoló diciéndose que en París compraría otra. Nomás que no traía el permiso de portación, “simplemente porque nunca lo tuve”, concluyó riendo con el busto echado hacia adelante y una copa de vino en la mano derecha.

En el curso del día, pareció olvidar la falta de su pistola. Pero un estallido de cólera, al ver a la joven que lo acompañaba bajar de su cuarto de hotel con los tubos en la cabeza cubierta con una mascada. La muchacha nos preguntó qué debía visitar en París. Cuando se despidió, dispuesta a emprender su paseo turístico, el cineasta explotó con un florido lenguaje: “¿me ves bebiendo a pico de botella? Aquí se bebe en copa y no se sale con tubos. Lástima que no traiga el revólver para hacerte bailar un jarabe tapatío”. La joven salió huyendo del hotel.

Platicar con el Indio Fernández era recibir una lección de cine, aprender a mirar en los dos planos de las imágenes en la pantalla, descubrir las posibilidades de un actor: “sacarle al otro que trae escondido así sea a punta de...” “Fíjate, a Pedro Armendáriz, con toda su sangre inglesa, lo volví más mexicano que un indio; a Dolores, tan dama, le saqué lo puta; a María, tan mandona, la puse de enamorada bien sumisa...” “Hay malos actores, claro, pero sobre todo hay malos directores. Si el director no es capaz de reconocer a un actor, es su culpa. Sin contar los p., que creen dirigir bien porque gastan millones.

“El bruto de Aguilar, ¿no se compró un pueblo fantasma en una millonada para filmar su incendio de lejos? Igual daba quemar una maqueta, no tuvo los... para filmarlo de cerca.”

Emilio Fernández estaba feliz del homenaje en vida: “ya muerto pa’ qué me sirve.

“Los Armendáriz, el padre ingeniero, el hijo arquitecto, traen el cine en la sangre, son actores de carne y hueso, haces con ellos lo que quieres. Enseñé al padre a disparar, hay que echarse hacia adelante, no hacia atrás como en el mal cine de vaqueros. Igualito que cuando filmas, porque si no el balazo te falla, y la película se te cae de las manos como un revólver.

“Un actor debe saber hacerle frente a la cámara, aun mirando la punta de sus pies para esconder la mirada, y eso lo saben hacer los Pedros: sus ojos siguen viendo al espectador.”

 
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