Ocupará este fin de semana el podio de la OFCM, en su primera visita al país
La música es la expresión del maridaje entre mente y corazón: Kjell Seim
“Un buen intérprete aprovecha su inteligencia para hacer funcionar sus sentimientos”
El trabajo de una orquesta es democrático, un hecho compartido, dice a La Jornada
Ampliar la imagen Kjell Seim, director de orquesta noruego, el pasado jueves, durante un ensayo con la Orquesta Filarmónica de la Ciudad de México Foto: Carlos Cisneros
Para el director noruego Kjell Seim, la música es, ante todo, un acto de complicidad y de gozo.
Una expresión en la que mente y corazón se enmaridan de manera natural y perfecta. Por tanto, sostiene, “un buen músico es aquel que aprovecha su inteligencia para hacer funcionar sus sentimientos”.
En lo que es su primera visita al país, el también titular de la Ópera Kristiansund, cargo que ocupa desde hace 18 años, estará este fin de semana al frente de la Orquesta Filarmónica de la Ciudad de México (OFCM), con un programa que le resulta “muy cercano y disfrutable”.
Al respecto, dirigirá sendas obras de dos compatriotas suyos: Entrada de los boyardos, de Johan Halvorsen, cuya interpretación representará el estreno de esa partitura en México, y el Concierto para piano, de Edvard Grieg, una de las piezas del repertorio pianístico con más arraigo en el público.
Los conciertos, como es habitual, son el sábado y el domingo, a las 18 y 12 horas, respectivamente, en la Sala Silvestre Revueltas del Centro Cultural Ollin Yoliztli, ubicado en Periférico Sur 5141, colonia Isidro Fabela.
“Es un programa que refleja parte de la atmósfera y la sensibilidad noruegas. Dos compositores casi contemporáneos que si bien tuvieron su formación en Alemania, reflejan en su obra mucho del sentir de nuestra patria. Grieg es el compositor noruego más famoso y su concierto de piano es uno de los más gustados e interpretados en el mundo.”
Impensables, los directores tiranos
En entrevista, Seim sostiene que, en la actualidad, “los nacionalismos son prácticamente imposibles en la música, ante los ilimitados medios y formas de comunicación existentes”. Sin embargo, considera que todavía pueden encontrarse ciertas particularidades en los sonidos, así como formas de interpretar y estilos muy específicos, que se deben a factores culturales.
Precisa que el carácter especial, único de la música está dado por la persona misma: “Es un arte individual en el sentido de que la interpretación depende de cada persona. Todo músico es capaz de leer la partitura, pero cada quien la entiende e interpreta a su manera.
“Nadie, entonces, toca igual una obra. Es algo muy personal. Es conocimiento e inspiración, lo mismo para el intérprete que para el director.”
Del papel que juega actualmente el director de orquesta, el músico nórdico lo define como un organizador, además de un inspirador, “alguien que debe coordinar a un gran grupo de personas, hacerlas sentir cómodas y ubicarlas en un mismo plano intelectual y emocional para conseguir una meta común”.
En su opinión, directores como Toscanini o Karajan son impensables en las orquestas de la actualidad. “El talento, la personalidad fuerte, controvertida incluso, pueden mantenerse, y de hecho hay muchos ejemplos; lo que no es ya válido ni posible es tratar a los músicos como esclavos”, agrega.
“Los músicos, para tocar bien, deben sentirse a gusto, ser felices, y los rostros de los atrilistas que ellos dirigían eran siempre adustos, serios e inclusive tristes. Hoy es diferente, por ejemplo con Claudio Abbado o Simon Rattle. Los músicos gozan su trabajo, indiscutiblemente.”
Concluye Seim: “El de una orquesta es un trabajo democrático. Por supuesto que debe haber alguien que rija, que lleve la responsabilidad, buscar que los músicos den lo mejor de sí. Pero no se trata de oprimir ni buscar los reflectores sólo para uno. La música es un hecho compartido”.