De la Fuente terminará su periodo con amplios niveles de aceptación: catedrático
Los Pinos no impondrá rector; la Junta de Gobierno, con “amplia autonomía”
Todos los aspirantes son “pesos pesados”, asegura el especialista Roberto Rodríguez
Roberto Rodríguez, especialista en educación superior del Instituto de Investigaciones Sociales, está convencido de que en los ocho años recientes “la UNAM salió a relucir” por una gestión acertada, la atinada proyección de su imagen y los resultados del trabajo realizado desde hace tres décadas.
Sin embargo, traza dos imperativos para quien ocupará la rectoría de la institución a partir de noviembre. El primero, acotar el poder que ha alcanzado la burocracia y ponerla al servicio de la academia; la segunda, sacar del “abandono” a las licenciaturas, situación que contrasta con la atención que han recibido el posgrado y la investigación.
Rodríguez comenta para este diario el inminente proceso sucesorio en la máxima casa de estudios. Será una “competencia cerrada”, centrada “como siempre” en personajes más que en proyectos, opina.
Sin embargo, identifica dos diferencias respecto de etapas anteriores: una menor incidencia del Poder Ejecutivo en la decisión, lo que significa un amplio margen de autonomía para la Junta de Gobierno, y “el peso del rector saliente”.
Ambas circunstancias, asegura, hacen improbable la designación de un candidato “externo”, impuesto o inducido desde Los Pinos. Sobre el segundo factor, destaca los niveles de aceptación alcanzados por Juan Ramón de la Fuente al cierre de su gestión. “El rector jugará un papel específico; no creo que su opinión sea decisiva (en la elección), pero sí que apoyará a un conjunto de candidatos ante la Junta de Gobierno”, indica.
Esto último es totalmente válido, señala, pues “en cualquier proceso en que la Junta de Gobierno recibe la opinión de todos, también puede admitir la del rector. Claro que sería suicida pronunciarse por un candidato in pectore, pero es posible que respalde a un conjunto (de aspirantes). El rector es un factor, eso me queda claro”.
Rodríguez señala que la gestión realizada por De la Fuente en estos ocho años hace pensar en la necesidad de dar continuidad a su línea de trabajo. “Cuando una universidad está en crisis se busca a alguien que pueda enfrentarla; eso explica la designación de Juan Ramón de la Fuente como hombre relativamente nuevo en la ecuación política en 1999-2000. Pero estamos en otro momento: no se busca ahora quién resuelva una crisis, sino a quienes han contribuido a tener la universidad que tenemos hoy, respetada por todos”.
Sin embargo, el especialista opina que quien resulte designado puede ser alguien que combine en su proyecto la consolidación universitaria y la necesidad de innovación en sus áreas críticas.
Antes de entrar al análisis de los personajes con aspiraciones para ocupar la rectoría, el investigador considera que la mejor combinación de un proyecto es la consolidación de lo logrado y la innovación en determinadas áreas. “Esto puede llegar a ser la mejor salida que encuentre la Junta de Gobierno”.
Análisis de los candidatos
Pasa entonces a la lista de probables sucesores de Juan Ramón de la Fuente. “Siendo objetivo, veo muy fuertes a casi todos los mencionados. No me extrañaría que se nombrara a José Narro (director de la Facultad de Medicina). Tiene una trayectoria amplia y experiencia; se ha visto bien en momentos de crisis, pero también en los de estabilidad.”
Sobre Diego Valadés, ex director del Instituto de Investigaciones Jurídicas, señala: “Conoce muchos problemas que afectan a la UNAM, su déficit normativo. Sabe cosas de la institución que sólo un abogado general, como fue él, conoce. Además, manejó bien su instituto”.
En el caso de José Antonio de la Peña, actual director adjunto del Conacyt, el investigador destaca su reputación académica. “Ha ganado premios nacionales e internacionales en su disciplina; condujo con acierto el Instituto de Matemáticas y tiene proyección afuera. Sabría hacerlo”.
En torno a Gerardo Ferrando Bravo, ex director de la Facultad de Ingeniería, Rodríguez señala que “es muy reputado en su gremio y ha actuado bien en la administración pública”.
En general, dice que todos son “pesos pesados”, pero advierte un nivel especial en la doctora Rosaura Ruiz, secretaria de desarrollo académico. “Ojalá fuera ella, porque trae cosas nuevas y distintas. Ha hecho un trabajo importante en su especialidad y en la administración universitaria; su llegada rompería el equilibrio de género y poder”.
Tampoco resta méritos a Fernando Serrano Migallón, actual director de la Facultad de Derecho, aunque admite no conocerlo bien.
El investigador destaca que en su rectorado, Juan Ramón de la Fuente “abrió más el espectro ideológico” de la UNAM, consecuencia de su mayor autonomía frente al Ejecutivo.
“Ya no suena como loco alguien (con aspiraciones a sucederlo) que proceda de la izquierda partidaria; tampoco si viene de la derecha”, concluye.