Martirio embelesa con su canto flamenco a los asistentes al Parque Fundidora
El arte toma protagonismo en el Fórum Universal de las Culturas
Presentan Big Scanning, de Nathalie Regard, obra multimedia sin comienzo ni fin; forma parte de la colectiva Principio de Incertidumbre
Ampliar la imagen Nathalie Regard, durante la entrevista con La Jornada Foto: Marco Peláez
Monterrey, 22 de septiembre. Una foto que se convierte en pintura mural que luego se convierte en video que más tarde se convierte en libro. Una obra en movimiento, que se multiplica y se expande; que no se sabe cuándo empezó ni cuándo o dónde terminará. Estos es, en pocas palabras, Big Scanning, el proyecto con que participa la artista visual franco chilena Nathalie Regard (Madrid, 1969) en la colectiva Principio de Incertidumbre, inaugurada el viernes en el contexto del Fórum Universal de la Culturas.
Big Scanning está conformado por tres obras: Void, óleo sobre tela de gran formato (de 4.80 por 8 metros); Double vide, un video tomado con cámara web que ofrece aspectos del proceso de realización del óleo; y un libro, 1 a 250,000 en el que cada página, como pieza de un gran rompecabezas, contiene un fragmento del óleo. De tal manera, que si se arrancaran las hojas del libro y se les ordenara de manera adecuada, se tiene una reproducción del óleo en su tamaño original.
Para hacer posible esta parte de la obra, durante la inauguración de la exposición, Regard rifó 36 ejemplares del libro.
No se conoce el principio de la obra porque la imagen captada en el óleo fue obtenida por la artista de una fotografía localizada en Internet. Muestra el interior de una inmensa nave industrial iluminada y vacía.
No se sabe dónde y cuándo terminará la obra, porque más allá de lo que suceda con el original, los poseedores del libro estarán en posibilidades de alterarla y resignificarla, aunque también quedará incorporada al destino de la obra.
En este proyecto, Regard explora y se sumerge hasta la abstracción en la noción de “el espacio arquitectónico y el espacio industrial, el espacio del mundo del trabajo y de la producción en serie y en red”.
Durante un año, con ayuda de una malla metálica, la artista se dedicó a transponer y ampliar pacientemente la imagen digital a una escala mayor (el título del libro alude a dicha ampliación). Por su condición repetitiva, el trabajo de transposición de pixeles se transformó en una experiencia desapegada y contemplativa que generaba en la artista un estado de meditación.
En la página web destinada al proyecto, Regard reflexiona y describe: “Esta pintura constituye una etapa decisiva en la búsqueda que llevo haciendo desde hace años. El paso a escala monumental tiene como objetivo trastornar las jerarquías ideales de equilibrio e instaurar intriga, una cualidad crítica o un poder de fascinación. La colosal escala de Void interpela al espectador de diferentes maneras: refuerza el impacto de la pintura y éste a la vez la activa con su presencia. Desarrollé el proyecto en torno a la creación de esta pintura con el fin de establecer analogías entre medios de orígenes diferentes, como las imágenes digitales, la fotografía, la proyección, el movimiento y el trabajo de sueños.”
El video aproxima al espectador a la intimidad del proceso, muestra a Natalie Regard en distintos momentos del trabajo y de esta manera busca cuestionar y desmitificar el espacio creativo de los artistas.
Por lo que toca al libro –escribió– “no suprime ni reemplaza la esencia del objeto único, pero cuestiona y crítica la visibilidad de la pintura, el espacio del museo, el mercado del arte contemporáneo, el transporte de una obra monumental y su autoría”.
Es una manera de liberar a la obra de los estándares del mercado del arte y democratizarla. Normalmente queda para goce y beneficio de quien lo financia, lo adquiere o va al museo; “el libro permite viajar con la obra en la mochila y recontextualizarla al ponerla en un lugar distinto, un salón, un estacionamiento”.
Por lo pronto, la rifa de los libros durante la inauguración de la muestra, propició un involucramiento festivo de los espectadores con la obra. Será interesante saber qué ocurrirá con cada uno al paso del tiempo.
Con su voz, temas clásicos se hacen nuevos
Arturo García Hernández Enviado
Monterrey, 22 de septiembre. Cuando alguien toma las canciones sin recato y sin miedo, con descaro y pasión, con verdad y compromiso, y se las frota en la piel y la entraña antes de darles voz, tal como lo hace Martirio, no queda más que rendirse al embeleso, a la emoción, y al final agradecer de pie como agradeció la noche del viernes el público reunido para presenciar la primera de dos actuaciones de la cantaora en el Fórum Universal de la Culturas.
Cadenciosa y juguetona, histriónica y maliciosa, poco a poco María Isabel Quiñones Gutiérrez (Huelva, 1954) llevó a la audiencia hasta el espacio emocional propicio, donde las historias de amor y desamor que salían de su garganta se entrelazaban –a juzgar por los gritos y expresiones– con las historias de cada cual.
No es cantante de relumbrón ni famosa de ocasión. Tiene tras de sí una sólida y extensa trayectoria que se remonta a 1981, cuando formó parte del grupo Jarcha. En 1984 adoptó el seudónimo que ahora usa y pasó a formar parte del grupo Veneno, con Kiko Veneno y otros integrantes de Pata Negra. Graba su primer disco como solista, Estoy mala, en 1986.
Además de la indiscutible calidad de su canto, de la nitidez y fuerza de su voz, dispone de una convincente capacidad histriónica con la que va de la alegría a la tristeza, del dolor a la rabia, de la ironía a la ternura.
Interpretadas por ella, todas las canciones surgen nuevas. Así se trate de clásicos de la canción popular en lengua hispana, desde Volver, de Gardel; de La bien pagá, de Ojos verdes o de Un mundo raro, de José Alfredo Jiménez.
Sevillanas en clave de blues, tangos aflamencados, boleros jazzeados. Martirio no se queda encerrada en la fuerza y vitalidad de la tradición que le es propia, sino que sale y recorre con originalidad, soltura y alegría lo mejor del repertorio popular hispanoamericano. Apenas puede creerse lo que logra la cantaora en cada interpretación. Aquí hay que señalar el importante papel que juega la agrupación que la acompaña, Son de la Frontera. Músicos de primerísimo nivel, virtuosos y sensibles, a la altura del reto que supone compartir el escenario con quien ya pertenece al selecto grupo de monstruos sagrados de la canción popular iberoamericana.
Bajo una carpa denominada Cabaret, levantada dentro del Parque Fundidora, Martirio sedujo, embrujó y justificó de sobra su inclusión en la programación del Fórum Universal de las Culturas aquí en Monterrey.
El próximo sábado 29, Martirio y Son de la Frontera se presentarán en el Lunario del Auditorio Nacional. Algo para no perdérselo.