Encastado encierro de la ganadería de El Vergel en la placita Antonio Velázquez
Triunfan de nuevo en Arroyo los novilleros Luis Conrado y Juan Almeida
Ayer, en el mismo escenario, bravura y torería en exitoso festival benéfico
Ampliar la imagen Dolorosa cornada a Jairo Miguel en la décima novillada de la México Foto: Jesús Villaseca
Hay dos maneras de romper el aparente mal fario incapaz de aprovechar la bravura de las reses: mediante la entrega o mediante el conocimiento. Si ambos brillan por su ausencia, entonces el origen del problema hay que buscarlo en los criterios de contratación.
Hace ya algunas décadas, empresas, apoderados y ganaderos, ante la falta de recursos técnicos, de oficio y de entrega de los jóvenes aspirantes a toreros optaron por una fórmula de graves consecuencias: echarle agua al vino y atenuar la casta para facilitarle las cosas a los ineptos.
Ello, lejos de atraer el interés de los públicos, provocó que estos comenzaron a alejarse de las plazas por la falta de emoción en el ruedo la cual, antes que la personalidad, el arte o el valor, es generada por el toro con transmisión de peligro.
Esta temporada han sido varias las reses bravas desperdiciadas tanto en la Plaza México como en Arroyo por jóvenes que carecen de entrega, de técnica o de ambas, por eso cuando ha surgido alguno con una o con las dos cualidades, de inmediato la gente se “toca” con ese novel, tenga o no traza de torero, sea o no recomendado, toree bonito o apenas sepa torear.
Lo anterior debe mover a una reflexión: está muy bien apostar por los jóvenes aspirantes y darles cuantas oportunidades sea posible, pero es preciso aceptar que les falta aún mucho trecho por recorrer para llegar a consolidarse, mientras que en México hay una generación de matadores, digamos de uno a diez años de alternativa, que con tantito que se les estimule y repita, según méritos, en plazas y carteles de importancia, en poco tiempo empresas y público se asombrarían de sus alcances toreros y capacidad de convocatoria.
El sábado en la placita Antonio Velázquez del restorán Arroyo, dos jóvenes promesas, Luis Conrado y el ecuatoriano Juan Francisco Almeida, se dieron el gusto de asegundar y repetir el triunfo obtenido la tarde de su respectiva presentación en ese coso.
Se lidiaron cinco novillos del hierro neoleonés de El Vergel, propiedad de don Octaviano García Rodríguez, muy bien presentados sin exagerar, con la cara que da la edad y con la bravura que da la buena sangre y la acertada preservación del instinto de pelea aunado a la claridad en la embestida.
Fue un espectáculo ver a las reses de El Vergel embistiendo por derecho a las cabalgaduras de los picadores, creciéndose al castigo, recargando e incluso tumbando en la reunión, salir de ésta y desarmar al que no tuviera bien asidos los avíos. El resultado: todos los espectadores atentos al ruedo y metidos en la faena... o en la ausencia de ésta.
A Luis Conrado, con una deficiencia auditiva que no le impide escuchar claramente los gritos de su alma, la afición le brota por los alamares, y de nuevo salió dispuesto a todo con tal de obtener un triunfo. Arrebatado, se plantó en los medios para recibir al novillo con dos cambios de rodillas fallidos y cuando ya había calentado el ambiente iniciando la faena con muletazos por alto parado en un cojín, desafortunadamente el novillo se inutilizó la pata derecha.
En el de regalo se la volvió a jugar, con una entrega antigua de torero macho que de inmediato impacta en el tendido, no por conmiseración al torerillo humilde sino por su hambre de ser. Fue una faena derechista en la que en ocasiones además de dar luz y adelantar la suerte recibió fuerte golpe en la boca y varios revolcones, por lo que acabó con el terno ensangrentado y dos merecidas orejas tras cobrar certera estocada.
Ojalá la consistencia anímica de Luis Conrado vaya siendo proporcional a su consistencia técnica, porque entonces no habrá quién lo pare.
Por su torera parte, el ecuatoriano Juan Francisco Almeida, de la academia taurina de Guadalajara, obtuvo meritoria oreja luego de un trasteo sobrio y elegante, en tandas ajustadas y sin aliviarse, con quehacer torero y expresión interior, gustándose y gustando, pues quien sabe acortar distancias aproxima metas. ¡Enhorabuena!
Y ayer de nueva cuenta el coso de Arroyo esparció torería con el exitoso festival a beneficio de la Fundación Dr. Díaz Perches, dedicada al tratamiento de cáncer en enfermos de escasos recursos. Inspirado salió Luis Niño de Rivera, quien obtuvo dos orejas. Malograron con la espada sus bellas faenas Eduardo Liceaga y José Antonio Ramírez El Capitán, y derrocharon afición Mauro Liceaga, Rafaelillo y Alberto Huerta.