En México sólo una institución pública diagnostica y trata ese padecimiento
El autismo es el tercer trastorno mental más común en los niños
Según los estudios más recientes, en el país hay un caso por cada 165 personas: expertos
Bebés que no siguen a sus mamás con la mirada. Cuando las tienen cerca, tampoco las ven a los ojos. Parece que están sordos. La mayor parte del tiempo mantienen sus rostros serios. Así son los niños con autismo, tercer trastorno mental más común en la infancia, cuyo diagnóstico y tratamiento en México sólo es posible obtener en una institución pública y algunas privadas.
El autismo no se cura. A lo máximo que pueden aspirar los papás de niños que padecen ese mal es a que sus hijos logren ser autosuficientes en su cuidado personal. Si sus condiciones neurológicas lo permiten, en la edad adulta podrán desempeñar alguna actividad u oficio y tener cierta independencia económica.
Sin embargo, cada caso tiene sus especifidades, porque en el autismo intervienen diversas alteraciones de las funciones cerebrales, la mayoría todavía inexplicables, que imposibilitan el aprendizaje escolar. En ocasiones los pacientes presentan retraso mental, aunque la combinación de los seis o siete síndromes combinados que caracterizan la enfermedad pueden afectar el pensamiento, la comunicación, el lenguaje y la temporalidad.
Son innumerables las investigaciones científicas que ubican el origen de esa enfermedad como falla de los cromosomas cinco y 15, aunque nada se puede afirmar con exactitud, explicó Jorge Escotto Morett, presidente de la Asociación Mexicana para el Estudio del Autismo y otros Trastornos del Desarrollo (Autismex).
Con más de 25 años de experiencia en el diagnóstico y tratamiento de esa enfermedad, Escotto explicó que ésta puede ser leve, moderada o severa. En México, dijo, las dos primeras son las más comunes, de manera particular la leve, también conocida como síndrome de Asperger, en la cual las personas pueden ser integradas, se comunican –con algunas limitaciones–, aprenden y llegan a desempeñarse incluso como profesionistas.
Empero, siempre tienen dificultades para relacionarse, porque hacen interpretaciones literales, prácticamente no tienen amigos y tampoco socializan. No van a fiestas, ya que para ellos carecen de sentido y no se divierten. Dicen que la gente se la pasa bebiendo y riéndose. Y es que a los autistas les cuesta trabajo entender las bromas, el doble sentido y no captan los códigos que se transmiten con gestos, miradas o sonrisas.
De ahí que se considere a las personas con esa dolencia como socialmente desafortunadas, porque además de que están imposibilitadas para entablar una relación de amistad suelen hacer comentarios impropios o de mal gusto. Así, explicó el especialista, los autistas no encajan en un mundo lleno de simbolismos. Más bien son vulnerables, pues debido a su inocencia frecuentemente son sorprendidos o víctimas de burlas y abusos.
Después del trastorno por déficit de atención y las alteraciones del estado de ánimo, el autismo es la enfermedad mental de mayor frecuencia entre la población infantil, aunque existen casos de personas que llegan a la edad adulta y sólo se enteran de que son autistas cuando llevan a sus hijos con el médico.
Algunas investigaciones científicas estiman que hay un caso por cada 500 o 600 individuos, lo cual significaría que en México existen alrededor de 40 mil. Aunque en el más reciente Congreso internacional de investigación en autismo, celebrado en el Distrito Federal del 5 al 7 de julio pasado, los especialistas aseguraron que existe uno por cada 165 personas.
Sobre las causas, los expertos sostienen que es una alteración de origen genético y se manifiesta por una deficiente actividad del pensamiento.
En el sector salud, el único sitio que ofrece atención médica especializada es el Hospital Psiquiátrico Infantil Juan N. Navarro, donde con muy limitados recursos económicos se ofrece a niños y padres un servicio integral, que va del diagnóstico y valoración del grado de afectación del pequeño a la terapia ambiental específica, con la que el paciente adquiere algunas habilidades que le permiten, entre otras cosas, vestirse, comer solo y, en algunos casos, asistir a la escuela y adquirir conocimientos que luego, en la edad adulta, pueden aplicar en alguna actividad remunerada.
Elvira Murga del Valle, coordinadora del servicio de terapia ambiental de dicho nosocomio, comentó que hasta el año pasado había una lista de espera de 500 niños, debido a que la atención que se ofrece a cada uno es totalmente individualizada y de largo plazo, y con el personal disponible apenas se puede atender a 250 pacientes al año, de los cuales sólo alrededor de 100 son nuevos ingresos.
La valoración de cada uno puede durar meses, antes de que se defina el tipo de autismo que padece y la terapia que le será útil para insertarse en la sociedad de la mejor manera. Uno de los principales obstáculos es el reducido número de profesionales que realizan esa labor: sólo dos trabajadores del hospital y cinco colaboradoras de Autismex. De estas últimas, apenas dos tienen los conocimientos para llevar a cabo las valoraciones.
Con la finalidad de reducir el tiempo de espera, el equipo de sicólogos del Psiquiátrico Infantil empezó a colaborar en las actividades de apoyo a niños con autismo. Y es que, explicó Murga, en ocasiones los pacientes llegan con problemas de lenguaje o de conducta, que pueden empezar a ser tratados en otras áreas y “no tienen que esperar meses a que los veamos en terapia ambiental”.
Otra estrategia emprendida por el área que coordina Murga consiste en dar cursos a los padres de familia, con el fin de que sean ellos quienes realicen las terapias a sus hijos. En los casos que es posible, según el grado de la enfermedad, se busca apoyar a los pacientes para que sean autosuficientes, conozcan los peligros que pueden encontrar en la calle y sepan cómo llegar a su casa.
La especialista lamentó, sin embargo, que después del Psiquiátrico Infantil, de donde los niños tienen que ser dados de alta cuando cumplen 18 años, no existan centros especializados donde puedan continuar sus tratamientos. Un autista puede estar aprendiendo durante toda su vida, porque siguen siendo niños, son ingenuos y necesitan trato personal, indicó.