Preocupa a estrategas los daños que pueden causar las constantes “renuncias”
Escándalos sexuales y de corrupción golpean al Partido Republicano en EU
Ampliar la imagen El senador republicano por Idaho, Larry Craig, en la rueda de prensa que dio el pasado martes acompañado de su esposa, Suzanne. El congresista fue arrestado en junio por “conducta desordenada” Foto: Ap
Nueva York, 30 de agosto. El partido de los “valores familiares”, de los “escrúpulos” personales, feroz crítico de la corrupción por todo el mundo, defensor de las instituciones sagradas como el matrimonio, y autoproclamado mensajero de la fe religiosa y bendecido por Dios, está cada día más debilitado y golpeado por escándalos sexuales y de corrupción a los más altos niveles.
Su presidente es reprobado –por su guerra, su respuesta ante Katrina, su ineptitud para gobernar y sus engaños a la opinión pública–, por la mayoría de los ciudadanos, sus legisladores perdieron el control de las dos cámaras del Congreso, en parte por una serie de escándalos de corrupción, altas figuras de su cúpula se han visto obligadas a huir de sus puestos (el procurador general Alberto Gonzáles es el más reciente), y ahora muchos de sus estrategas están preocupados de que la acumulación de estas historias podrían causar daño a largo plazo a un partido que hace solo unos años tenía el control absoluto de Washington y gran parte del país.
No ayuda que ahora se revele que otra figura nacional de sus filas fue arrestado por solicitar favores sexuales a otro hombre. El senador Larry Craig, republicano de Idaho, fue detenido en junio en el aeropuerto de Minneapolis cuando un policía encubierto investigó comportamientos sospechosos reportados ahí. Sentado en una de las cabinas de escusados, observó cómo Craig entró a la cabina del lado, poco después hizo señales con los pies y después con las manos debajo de la separación, lo cual el policía reconoció como invitaciones conocidas a actividades sexuales.
Pero el incidente sólo fue revelado el lunes pasado por el periódico Roll Call (especializado en la fuente legislativa). Según algunas versiones, Craig le mostró su tarjeta y se identificó como senador federal al policía y le preguntó ¿cómo ves? Después de ser arrestado, decidió declararse culpable por cargos de “conducta desordenada” y en agosto pagó la multa relacionada con el delito menor.
Pero este martes, cuando se filtró la noticia, Craig declaró que había cometido un error al declararse culpable, alegó que era para deshacerse del episodio, insistió en que no cometió ningún acto ilícito o erróneo y subrayó: “déjenme ser lo más claro, no soy gay y nunca he sido gay”.
Sin embargo, el rotativo Idaho Statesman reveló esta semana más acusaciones sobre las actividades sexuales clandestinas de Craig, incluidos actos de sexo oral en el baño de la estación de trenes Union Station en Washington en 2004, y otras aventuras desde sus tiempos de universitario.
El tema no es si uno es gay o le gusta el sexo, el problema es que Craig es uno de quienes encabezan las ofensivas anti gay y anti sexo de su partido, se proclama como gran defensor de “la familia” y los valores conservadores. El legislador, casado, padre de tres hijos y con nueve nietos, se ha opuesto al matrimonio gay y hasta votó en contra de un proyecto de ley que proponía prohibir la discriminación por orientación sexual en el empleo. También fue uno de los políticos que denunció públicamente los actos del presidente Bill Clinton durante ese escándalo sexual en la Casa Blanca, comentando que era un “niño mal portado”.
La hipocresía en sí no es nada nuevo en Washington, pero el impacto político de este escándalo es serio. Hoy, el liderzazo republicano obligó a Craig a renunciar a sus puestos de presidente de varios comités y subcomités. El Comité de Etica está considerando una investigación, y los líderes republicanos y la Casa Blanca se distanciaron de su colega. Craig también dimitió de su posición como coordinador estatal en Idaho de la campaña presidencial de Mitt Romney.
Y es que Craig es sólo el más reciente de una fila de políticos republicanos que han manchado la imagen “blanca” de ese partido, que llegó al poder en 2000 con la promesa de restablecer la “integridad” y la “decencia” en el gobierno. Vale recordar que el representante republicano conservador por Florida, Mark Foley, renunció en septiembre de 2006 después que surgieron pruebas de sus mensajes sexualmente explícitos con jóvenes voluntarios en el Congreso; más recientemente, el novato representante David Vitter, de Luisiana, debió ofrecer una disculpa pública por aparecer en la lista de teléfonos de una mujer acusada de encabezar un prostíbulo de escorts en la capital y que Randall Tobias, director de los programas de asistencia exterior del Departamento de Estado renunció cuando su nombre apareció en la misma lista.
Este listado no incluye los escándalos de corrupción que han dañado al partido del presidente, sobre todo el caso del cabildero republicano Jack Abramoff que ya ha costado las carreras de algunos legisladores y altos funcionarios, y cuya investigación podría afectar a otros más, o el hecho de que un veterano senador (Ted Stevens de Alaska) y un representante (Rick Renzi de Arizona) están bajo investigación de la FBI por actos de corrupción.
Y si engañar, mentir, manipular y violar leyes éticas y constitucionales, no son pecados para los que cada día ofrecen discursos defendiendo la ley y el orden y la honestidad, esta lista de “honor” tendría que incluir a los principales asesores de la Casa Blanca Karl Rove y Lewis Libby, junto con el recién renunciado procurador general Alberto Gonzales, entre otros.
Los estrategas del partido están preocupados. Cuentan, al inicio del ciclo electoral nacional de 2008, con un presidente poco popular, una guerra desaprobada por la mayoría del electorado, el aniversario de Katrina no ayuda al recordar a todos la vasta ineptitud casi criminal en la respuesta federal al desastre, una economía que a pesar de registrar crecimiento, ha tenido un beneficio casi nulo para la mayoría y encuestas que registran que más de siete de cada diez estadunidenses creen que el país avanza en una dirección equivocada.
Los escándalos sexuales, de corrupción y de abuso de poder han hecho lo mismo que el huracán Katrina: dejar al descubierto una realidad detrás de lo que fue el escenario de un obra de teatro político fracasada.