La realidad del balompié es el dinero, pero debe existir un equilibrio, expresa
Soy hincha del futbol; me apasiona cualquier partido: Markarián
La liga mexicana está entre las seis o siete más importantes del mundo, refiere el técnico del Cruz Azul, quien nunca jugó profesionalmente
Me gusta ganar, pero no de cualquier manera, aclara
Ampliar la imagen La Máquina intentó sin éxito contratar al uruguayo Markarián en 1992 y 2004 Foto: José Antonio López
Si un buen jugador se distingue desde la forma de pararse, tal vez un entrenador sintetice su calidad en la manera de hablar.
Y el uruguayo Sergio Markarián, a sus 62 años de edad y 30 de exitosa carrera como técnico, evidencia en su discurso, sereno y analítico, que ha caminado canchas pero nunca las separó del resto del mundo.
Igual le emociona "la velocidad del juego, el ritmo, la vibración, arriesgar", como le indigna "que en el futbol se antepongan intereses económicos a lo deportivo, que el marketing le gane al deporte, que los poderosos influyan tanto. Las injusticias también me ponen mal y me resisto".
En entrevista con La Jornada, cita el caso del Real Madrid y el Barcelona, "que van a jugar a Asia por dinero, sabiendo que están haciendo un trabajo inadecuado de pretemporada. Hoy el futbol es dinero, hay que aceptarlo, es una realidad, pero tiene que existir un equilibrio".
Nació en Montevideo y creció entre Uruguay y Argentina. Asegura que "la vocación por el balompié es de toda la vida, desde niño", pero se frustró momentáneamente "cuando me desarraigué dos veces por cuestiones familiares".
Escasas posibilidades de jugar
Su infancia y adolescencia pasaron sin oportunidad de dedicarse al futbol y a los 17 años, cuando su familia regresó a Montevideo, quiso hacerlo, pero estudiaba de noche para trabajar de día, "y eso me cortó toda posibilidad", señala.
Sin embargo, la derrota de Uruguay ante Holanda en el Mundial de Alemania 1974 fue decisiva: "Vi ese partido, me quedé muy dolido y por iniciativa de mi esposa regresé al futbol, aunque por la edad (30) y los kilos ya no había otro camino que ser entrenador".
Dejó entonces su cómoda profesión de administrador de empresas, estudió la carrera de técnico, se graduó con las mejores calificaciones y pocos meses después dirigía a juveniles del club Atlético Bella Vista de Montevideo.
Nunca jugó profesionalmente, pero la certeza de su vocación cabe en una sola frase: "uno es hincha del futbol porque siente apasionamiento al ver cualquier partido. Ver jugar bien a un equipo es una maravilla y disfruto eso".
El balance de su carrera hasta aquí "es positivo porque hago lo que me gusta, lo que siento", asegura, y su lista de logros incluye a los equipos paraguayos Olimpia (campeón 1983 y 1985) y Cerro Porteño; Universitario y Sporting Cristal de Perú (monarcas 1993 y 1996).
Asimismo la conquista del campeonato juvenil sudamericano Sub-23 con la selección paraguaya, en 1992; la clasificación de la mayor al Mundial Corea del Sur-Japón 2002, y la dirección técnica del Panathinaikos de Grecia, con el que llegó a cuartos de final de la Liga de Campeones 2002.
Markarián, también conocido como el Mago, no es un temerario. Tiene un sistema que considera jugar bien, una expresión matemática inequívoca sobre "qué tan bien defendí y ataqué"; con "la expresión estética; el gusto personal que es discutible".
Y seguido resuelve un eterno dilema: "Para mí la diferencia no está entre el futbol resultado y el de fantasía, sino entre jugar bien y tener una expresión estética del cuadro.
"La pregunta sería: ¿el estratega debe asumir ese doble compromiso? Y respondo que sí, debemos asumir la responsabilidad de hacer que nuestro equipo juegue bien y que guste para una generalidad."
La posibilidad de emocionar con garra y ritmo lo hace sentirse "orgulloso de pertenecer al mundo del futbol", dijo tras el partido México-Argentina en la reciente Copa América, pero el universo del balompié también le provoca angustias y sinsabores.
"No me gusta perder. Me avergüenzo si mi equipo no juega bien o tiene una expresión estética grosera, porque me agrada ganar, pero no de cualquier manera", aclara.
México, tercero de América
Este país y su balompié no resultan desconocidos para el uruguayo, a quien Cruz Azul intentó contratar sin éxito en 1992 y 2004.
Cuenta que desde entonces puso atención al futbol mexicano, que le inspiraba respeto y admiración "por el crecimiento que ha tenido en los años recientes".
A nivel de selección como de clubes "tuvo actuaciones de relieve y eso lo ubicaba en la lucha por el liderazgo de América, junto con Brasil y Argentina, sobrepasando las posibilidades de los tradicionales terceros: Colombia, Uruguay y Paraguay".
En su opinión, México superó a estos países y creció aún más por "su profesionalismo, su nivel económico y la calidad de sus jugadores y entrenadores"; tanto, que la liga local "es apasionante, competitiva, y está entre los seis o siete torneos más importantes del mundo".
Ya aterrizado, reafirma su admiración y considera que se están superando problemas como "ciertas distracciones en la marca, algunas debilidades defensivas y faltas de agresividad".
Acepta las reglas, pero lo incomodan los altavoces con músicas o arengas durante los partidos "porque me parecen inadecuados, no contribuyen al espectáculo y molestan".
Elogia a los mediocampistas nacidos aquí porque "son resistentes, técnicamente bien dotados y cumplen con las tres funciones de marcar, coordinar y colaborar en la definición".
También dice que la falta de delanteros puede ser una "racha histórica" y como posible antídoto intenta "no cerrar el lugar a los chicos que están mostrando posibilidades como Edgar Andrade, César Villaluz y compañía", a quienes reservó plazas al evitar contratar a refuerzos para esas posiciones.
Si la medida no representa una solución segura, al menos contribuye a "dar oportunidad a los jóvenes, que es algo que le hace bien al futbol mexicano", refiere.
Llegó hace casi dos meses y se dice agradecido por la amabilidad de la gente e impresionado porque México es "enorme, más grande de lo racionalmente aceptable".
Además considera a este lugar una referencia histórica del continente, "porque si uno quiere saber lo que es América no puede evitar ir a Perú, Bolivia y México, ahí está la historia de América y no en Buenos Aires o Montevideo".
Su concepción del futbol
"Para quienes estamos en esto el futbol es una pasión y no podemos hablar de la vida sin él porque no hay ningún momento en que nuestra mente no pase por él", asegura, y dice que después de Dios y la familia, "entre las cosas que no importan, el balompié es la más importante".
Hurgando entre sus anécdotas familiares, cuenta que una vez tuvo que definir esa pasión a su hijo menor. Y le dijo: "para mí el futbol es el enfrentamiento de uno contra sí mismo en un metro cuadrado, con un balón en el medio, con todos los contactos físicos posibles. En esencia, es un duelo".