El groenlandés se presentó en Xochimilco con el grupo michoacano Bola Suriana
Me interesa la política sólo si veo que alguien es maltratado: Rasmus Lyberth
Ampliar la imagen El músico y compositor hizo un llamado para respetar a la Madre Tierra Foto: Cristina Rodríguez
Michoacán se unió con Groenlandia este domingo de sol en Xochimilco.
Rasmus Lyberth, emblemático cantante y compositor de la gran isla nórdica, compartió escenario con el grupo michoacano Bola Suriana, que interpreta un abanico de géneros (pirekuas, sones abajeños, gustos, entre otros), en el contexto del homenaje por el centenario de Frida Kahlo, durante la clausura del Festival de Verano de Xochimilco.
En la explanada de la delegación, cientos de personas, con miradas curiosas, escuchaban absortos el encuentro: la voz groenlandesa se tejía con el amplio abanico de instrumentos tradicionales de cuerdas, viento y percusiones (charango, palo de lluvia, cuatro puertorriqueño, quinto jarocho...) de modo tan natural que uno no hubiera imaginado que provienen de culturas tan lejanas en distancia.
El artista inuit, robusto, fuerte, de estatura baja, se distingue por sólo cantar en groenlandés, que ya sólo decenas de miles de personas hablan. (Lyberth también sabe danés e inglés y empieza a entender cosas en español.)
De camisa oaxaqueña, evocaba en sus cantos algo muy antiguo, como si fueran llamados, encantaciones. Muchas de las piezas creaban un ambiente como de ensueño, tenían un aire melancólico, como si hablaran de tiempos perdidos o a punto de perderse. Y sí, de cierta manera era así porque algunas se refieren a lo que está ocurriendo con la Tierra, la naturaleza. Después de todo, los groenlandeses son testigos de primera mano de uno de los más evidentes cambios planetarios: el deshielo.
"El oso polar está desesperado. Pisa el hielo, se rompe, voltea al cielo y ve un águila, a la que le dice: 'Anda por todo el mundo, cuenta lo que está pasando'", dijo José Luis López Pedraza, de Bola Suriana, antes de interpretar El oso polar. El canto de Lyberth semejaba un lamento, mientras movía los brazos como si fueran alas.
"Aquí vengo con el espíritu del oso polar y el águila", había dicho, en danés, a este diario antes del concierto. "Que todos piensen cómo tratan a la Madre Tierra porque ella ya no puede respirar. La Madre Tierra no nos va a respetar si nosotros no la respetamos."
Naturaleza alegre
Sin embargo, según algunos de sus cercanos, la naturaleza de Lyberth es más bien alegre y efusiva y quizá donde más se reflejó esto fue en una canción que le escribió a México.
Esta es la tercera vez que viene a nuestro país y ya lleva unos cinco años de conocer y compartir música con Bola Suriana, que se ha presentado en Dinamarca y Groenlandia en varias ocasiones. Los michoacanos grabaron allá el disco Tierra verde (2002), en el que colabora el músico inuit.
Rasmus Lyberth, también actor, estuvo involucrado en el proceso de independencia de Groenlandia y es muy reconocido en Dinamarca. "Me interesa la política, me meto si veo que la gente en el país es maltratada, pero lo más importante es el desarrollo espiritual. Es la sabiduría lo que hace que una persona pueda sobrevivir, no la política", dijo.
Después del concierto groenlandés-mexicano, se presentó la obra político-musical Cada quien su Frida, que ya se ha montado en numerosos escenarios en el país, inclusive en la Plaza de la Constitución. La irreverente compañía teatral encabezada por Ofelia Medina suele ser muy bien recibida ante los más diversos públicos, y el de Xochimilco no fue la excepción.
Pero en esta presentación fueron más allá y cruzaron la frontera entre escenario y público.
Durante la obra, las Fridas convocaban al pueblo a organizarse ("porque ningún niño se muera de hambre mientras tenemos al hombre más rico", "me lleva la bruja/ porque no me organicé... llenan las calles de militares"), exigían que la gente no se deje ("¿cuántos más vamos a dejar que maten?) y lanzaban numerosos "¡Viva la revolución!"
Resumen de la historia reciente
Isabel Tiburcio García Ferrer, un hombre de edad avanzada, vecino de por ahí, se lo tomó muy en serio: regresó a su casa lo más rápido que lo dejó su pierna mala y retornó con un retrato de Zapata al cuello y cargando un dibujo de Pancho Villa en batalla. Logró subirse al escenario y sentarse un poco atrás de los músicos. Muy serio, alzó a Zapata para que el público lo alcanzase a ver. Luego sacó de su bolsa de mercado dos credenciales que se colgó al cuello al lado de Zapata: una del Centro Jaliscience de Atención al Migrante y otra del Comité de Apoyo Ciudadano.
En aquella bolsa cargaba numerosas fotos, credenciales y tarjetas de presentación enmicadas, entre ellas, una en la que aparecía al lado de Cuauhtémoc Cárdenas, otra que lo certificaba como ejidatario y una imagen del Santo Niño de Atocha.
En un solo hombre, resumida la historia reciente de nuestro país. Sobre el escenario, de vez en cuando alzaba el puño izquierdo y decía a quien lo alcanzase a escuchar: "Que me presten el micrófono y tiro al gobierno".