En La belleza de la fealdad critica las contradicciones del progreso y la industrialización
Amaru Cholango expone en Bonn la magia de la cosmovisión andina
"Somos tan primitivos que seguimos haciendo guerras y matándonos entre nosotros", advierte
Ampliar la imagen La obra Y la tierra curaba las heridas dejadas por el pensamiento destructor es un auto vendado y curado con tierra y agua que simboliza el poder reparador de la naturaleza Foto: Eva Usi
Bonn, 21 de julio. Manuel Amaru Cholango, un artista ecuatoriano proveniente de una familia de chamanes, critica en su obra la industrialización y la destrucción de la naturaleza por parte del hombre.
Amaru Cholango estudió ma-temáticas y geología antes de convertirse en artista. En estos días muestra en esta ciudad la exposición titulada La belleza de la fealdad. Bonn, a orillas del Rin, lo celebra como artista conceptual, de vanguardia, de los que no se ven por aquí todos los días.
En el centro de un enorme galerón que albergó a una fábrica de tapetes cuelga un automóvil, un símbolo eminente del desarrollo tecnológico. Está como vendado y embarrado de lodo. El vehículo ha sido curado con tierra y agua. La obra se titula Y la tierra curaba las heridas dejadas por el pensamiento destructor.
El artista participó en la Bienal de Venecia (2003), Sao Paulo (2003) y de Documenta (1997) se pregunta de qué le ha servido al hombre el avance tecnológico y científico.
"Somos tan primitivos que todavía vivimos haciendo guerras y matándonos unos a otros", afirma. Tambien sostiene que la técnica ha servido para la destrucción del hombre, pues todos los deshechos generados por la actividad humana van a parar a la tierra, que tiene que hacer un enorme esfuerzo por digerirlos.
Amaru dice que le gustan los espacios grandes y fuertes, en donde pueda expresarse a sus anchas. En otra parte de la muestra hay una instalación que se titula Cuántas huellas has dejado y cuántas dejarás todavía. Con ello convoca al visitante a reflexionar sobre el destino humano, integrado por millones de huellas que dejamos todos y que seguiremos dejando en nuestro camino.
La mirada del buey
Otra obra incluye burbujas de vidrio que flotan en un estanque. Dentro hay unos ojos de buey que miran con su redondez al visitante. Sumergida en el agua hay una cámara que capta nuestra mirada sobre los ojos del buey y proyecta la imagen en una pantalla colocada encima de la obra. Es la visión de los ojos sumergidos.
Esta obra, junto con un experimento de robótica del artista, genera visitas multitudinarias de estudiantes ingeniería de la Universidad de Colonia. Amaru se acerca a sus robots y los azuza para que prosigan la marcha como si fueran animales.
"Uno es medio vago", dice el artista. Son tres robots en forma de taza invertida de unos 50 centímetros de diámetro. Encima llevan un huevo estrellado; están en movimiento constante, pero nunca chocan entre sí. De vez en cuando se les oye decir: "spiegelei" (huevo estrellado). "Quería explicar la polaridad entre lo más sofisticado de la técnica, que son los robots, y algo tan perecedero como un huevo estrellado, los hice casi para reírme, para ponerle humor a la muestra", dice Amaru Cholango.
El artista de 56 años tiene todavía un acento quechua y lleva su cabello negro y largo recogido en una trenza. Lo que más le preocupa es la relación entre el mundo espiritual y el material. Esto es abordado en una obra construida con los cabellos de los habitantes de la ciudad de Bonn.
Durante tres meses, Amaru Cholango recolectó cabellos en las peluquerías de la ciudad, con los cuales cubrió una figura geométrica de 2.50 metros de alto con un hueco en forma de cubo. El cubo aparece tambien cubierto de cabellos humanos.
"Los distintos colores hablan de una estadística de la población que va transformándose. A partir del pelo claro, del típico alemán, se ven tonalidades más oscuras que simbolizan la inmigración, pero hay otra lectura más espiritual", dice. La obra se titula El yo del hombre, y alude a la parte más alta, más sublime del cuerpo humano, en donde el espíritu se confunde en la sangre.
Huele a podrido
En alguna otra parte de la muestra huele a podrido, a materia orgánica en descomposición. Es tal vez la leche endurecida, convertida en queso de otra obra del artista, con la que alude a la materialización del espíritu.
O tal vez sea la cubierta de levadura con que ha vuelto irreconocible un piano que yace en el piso. Nada en esta muestra es lo que parece; el artista recurre a la provocacion para propiciar la reflexion del público.
Les habla de la cosmovisión andina, en la cual existe un mundo espiritual y uno material comparable con la condicion humana. "Tenemos un cuerpo que muere, pero también un ente espiritual inmortal. Lo verdadero es visible para los ojos", dice el artista.
Amaru Cholango asume su responsabilidad con devoción apostólica: "el arte tiene la misión de transformar el mal en bien, de sanar a la naturaleza y al hombre, y de convertir en belleza la fealdad".