Las filas de espera llegan a ser de más de 500 personas
El Palacio de Bellas Artes se transforma en santuario de Kahlo
El recinto donde los restos mortales de Frida Kahlo fueron homenajeados por última vez, en 1954, donde Diego Rivera colocó una bandera comunista sobre el féretro de su esposa y escandalizó a las buenas conciencias de la época, está convertido en estos días en un auténtico santuario visitado por miles para venerar a la pintora mexicana más conocida del mundo.
Era de esperarse. La exposición que actualmente tiene lugar en el Museo del Palacio de Bellas Artes, Frida Kahlo 1907-2007 Homenaje Nacional, está precedida de una campaña publicitaria de por lo menos 25 años de duración. Es decir, que comenzó con la actual etapa de la fridomanía, que, de acuerdo con la crítica de arte Raquel Tibol, se remonta a 1982, con una exposición que fue todo un acontecimiento en Londres y luego en Berlín. Esto, a su vez, tiene como antecedente la proyección que en la década de los 70 las chicanas le dieron a la figura de Frida como emblema cultural y como una forma de ser mujer.
Otros hechos que han contribuido a este furor son los altos precios que algunas de sus obras han alcanzado en las subastas internacionales. En particular el cuadro Raíces, que en 2006 fue vendido por 5 millones 616 mil dólares por la casa Sotheby's, convirtiéndose así en la obra de autor latinoamericano más cara de la historia. Y tal vez el mayor impacto a nivel mediático lo haya tenido la película Frida (2002), dirigida por Julie Taymor y protagonizada por Salma Hayek. A esta cinta le precedió la del cineasta Paul Leduc, Frida, naturaleza viva (1983) protagonizada por Ofelia Medina.
Es sábado. Un día después del festejo de los cien años del nacimiento de Magdalena Carmen Frida Kahlo y Calderón. Desde que empiezan a despachar en la taquilla y se abren las puertas del museo, el fluir de gente es incesante. Pasado el mediodía, mientras en las salas del recinto la circulación se vuelve cada vez más difícil, una fila se extiende desde el vestíbulo hasta la explanada del Palacio de Bellas Artes y da vuelta sobre avenida Juárez. Más de 500 personas esperan la oportunidad para asomarse el mundo fascinante y torturado de Frida Kahlo. Y no dejan de llegar.
Si se ve con buenos ojos, puede decirse que la asistencia masiva a ver una exposición de arte, en un país donde la mayor parte del año los museos están semivacíos, es un efecto positivo de la fridomanía.
Además, es evidente que la obra reunida en Bellas Artes dice mucho más de lo que difunden los medios masivos y más de lo que parte del público esperaba encontrar. Sorpresa, emoción, disgusto, agrado o rechazo. Nadie queda intacto.
Frente al cuadro de Las dos fridas una madre se detiene con su hijo (aproximadamente de 9 o 10 años) de la mano. El niño mira el líquido que escurre sobre el vestido de una de las dos fridas.
-¿A poco todo eso es sangre?
La madre le responde que sí y le cuenta la historia del accidente que marcó de por vida a la pintora.
El niño escucha con atención y vuelve a preguntar:
-¿Deveras fue así o ella misma se lo hizo?
La asistencia es de lo más variada, en edades, lugar de procedencia y origen social. Y así de variadas son las motivaciones para asistir y el diálogo que establecen con los cuadros. Entre la muchedumbre, frente al Retrato de Luther Burbank, dos jóvenes hacen ademanes elocuentes con las manos. Uno es sordomudo. Y dibujante. Dice su amigo que muy bueno y que ha encontrado en la vida y en la obra de Frida un ejemplo a seguir.