Presentan versión libre de la obra, en la que retoman la situación de los indígenas de Chiapas
Fuenteovejuna, desgraciadamente más actual que nunca: De Tavira
"El país no ha podido superar el ciclo de la venganza; ante un abuso la gente se hace justicia"
Ampliar la imagen Escena de la obra, representada en el Centro Nacional de las Artes Foto: María Meléndrez Parada
La justicia, la impunidad del poder, la querella ante la cobardía, la solidaridad, pero sobre todo, la defensa de la dignidad, es lo que se pone de manifiesto en el montaje de Fuenteovejuna, una de las más celebres obras de Lope de Vega, cuya versión libre estuvo a cargo del maestro Luis de Tavira, la cual se presentó en días pasados en el Centro Nacional de las Artes.
Con la dirección escénica de Mauricio Pimentel, este trabajo forma parte de los proyectos del Centro de Arte Dramático de Michoacán (Cedram) y se escenificó aquí con su Teatro Rocinante en dos únicas funciones y luego comenzó su gira por municipios de Michoacán.
Fuenteovejuna es sin duda un parteaguas en la historia del teatro universal, al crear el autor un personaje colectivo cuya vigencia "desgraciadamente hoy más que nunca tenemos que reconocer", comenta De Tavira, premio nacional de Ciencias y Artes 2006.
"La obra es profundamente actual en sus planteamientos y conflictos, cuya representación hoy día, refleja la realidad que sufren la mayoría de los mexicanos."
El montaje conserva la historia y estructura dramática de Lope de Vega, sin embargo, el desenlace no es el que se conoce. De Tavira propone un acercamiento a la realidad contemporánea que sufren ciertas comunidades del sur de nuestro país, que "nos recuerda a Acteal, a los Acuerdos de San Andrés", comenta Pimentel.
Se representa hasta donde se da la sublevación solidaria de un pueblo que se opone a la impunidad del poder para conservar su dignidad, "como actualmente lo podemos ver en las comunidades chiapanecas". señala De Tavira.
Lope de Vega propone en su momento histórico, "con enorme optimismo y esperanza, el cambio que lleva del feudalismo a la monarquía, y le da la palabra a manera de Deux ex machina, a un rey magnánimo que al tiempo que impone su ley, sabe perdonar a un pueblo para restablecer el orden".
Empero, destaca el creador escénico, "eso no es lo que ha pasado a lo largo de la historia, por tanto el desenlace de la historia no podía ser igual".
En esta versión libre, "nos quedamos con todos los cuestionamientos. Aquí por ejemplo, se plantea que nadie está por encima de la ley, pero se responde claramente que cómo que no, por encima de la ley, el derecho de los hombres: la ley es para los hombres, no los hombres para la ley, porque ésta la han impuesto los poderosos para seguir explotando y exterminando.
"Aquí, asumimos el reto de cómo responder a ese tipo de cuestiones y no tuvimos que ir muy lejos. La respuesta está dada en los pueblos indígenas de México que aún luchan y conservan la dignidad de nuestra nación, como es el caso de las mujeres y hombres chiapanecos."
Ahora bien, sin restar relevancia a ese hecho, "igual se tiene que señalar que desgraciadamente en nuestro país no se ha superado el ciclo de la venganza, que es en lo que cae el pueblo; es decir, si bien no tolera la impunidad, se toma justicia por mano propia, se sale del estado de derecho y entra al ciclo de la venganza y de ahí no saldremos. Por lo tanto, (en el montaje) es un pueblo que aprende a avanzar, a negociar y a cómo librarse del ciclo de la venganza".
Al final de la obra, en lugar de que el pueblo sea perdonado por el rey, "es el propio pueblo el que se propone lo que la lucha de los zapatistas se propuso: negociar y acordar, de ahí la presencia y mención de los Acuerdos de San Andrés".
Como todos sabemos, "luego viene algo muy grave para los mexicanos: esos acuerdos se traicionan. Y tras la traición sigue la matanza. Es ahí donde se queda la obra -concluye De Tavira- porque es ahí donde está nuestro país". La última escena se basa en un documento real, consignado por el poeta chiapaneco Jesús Morales, en el que en voz de un grupo de mujeres, se clama por una solución, se pide no olvidar, tener esperanza de que el pueblo se vuelva a levantar, "porque no podemos voltear la cara para otro lado, si queremos seguir teniendo patria y dignidad".
El proyecto Teatro Rocinante, del Cedram, tiene como propósito descentralizar las artes escénicas y formar nuevos públicos, acercando el teatro a quienes, por sus condiciones geográficas y sociales, no tienen acceso.
Para tal propósito se cuenta con un tráiler que se adapta como escenario y bodega. De acuerdo con los datos proporcionados por el Cedram, durante su trashumante historia El Rocinante ha recorrido en dos años cinco mil 514 kilómetros. Se han montado cinco obras (El inspector, La dama boba, El marido humillado, Yerma y La viuda astuta), han participado 83 artistas, entre directores, actores, escenográfos, iluminadores, vestuaristas y músicos. Visitaron 27 municipios de Michoacán, han ofrecido 225 funciones y lo han atendido 27 mil 831 espectadores.
En Fuenteovejuna, cuya duración es de tres horas y media, más dos intermedios, la escenografía e iluminación es de Philippe Amand; coreografía de Marco Antonio Silva y el vestuario de Gabriel Ancira. Participan 17 actores, entre ellos Enrique Arreola, Mónica Gutiérrez, Teresa Rábago, Fernando Rubio, Olga González y Gerardo Zazueta.
Fuenteovejuna ofrecerá funciones los días 7, 8, 10 y 11 de julio en Nahuatzén, y del 17 al 21 de julio en Zacapu, municipios de Michoacán.