Gema catedralicia
Hoy vamos a volver a hablar acerca de uno de los grandes tesoros de todos los mexicanos, creyentes o no, ya que combina valores históricos, arquitectónicos y artísticos únicos: la Catedral Metropolitana, que preside majestuosa la gran plaza de nuestro país, que llamamos afectuosamente Zócalo. Regresamos al tema porque, después de años de estar luchando por su sobrevivencia, con su interior invadido de fierros y sus entrañas de sofisticados instrumentos, finalmente, los notables técnicos mexicanos lograron salvarla.
Hoy luce deslumbrante, ya despojada de las tristes prótesis férreas, la han limpiado, pulido y restaurado, y seguramente en siglos no se se había visto tan bella como ahora. Recordemos que su construcción tardó casi 300 años, lo que dio como resultado que muestre diversos estilos arquitectónicos, integrados con tanta maestría que el resultado final es magnífico y admirablemente armónico.
Ya hemos dicho que la edificación se inició alrededor de 1562, posiblemente con un diseño de Claudio de Arciniega. Consta de cinco naves: una central, de mayor altura; dos procesionales y dos en los extremos, ocupadas por capillas. Las imágenes del interior son portentosas, particularmente las joyas barrocas recubiertas de oro, que son el altar de los Reyes y el del Perdón, ambos obras del sevillano Jerónimo de Balbás. Este último retablo prácticamente desapareció en 1967, victima de un incendio, pero fue rehecho con gran maestría. El de los Reyes acaba de ser restaurado, con un donativo que dieron precisamente los reyes de España, en su más reciente visita a la ciudad de México.
La Catedral necesita varias crónicas, así es que hoy nos vamos a limitar a hablar del Coro, que guarda maravillas: se construyó en forma de hemiciclo y se ubicó en el centro del recinto, a la usanza de las catedrales españolas, con el objeto de resaltar la importancia que tienen los cantos en el culto religioso. Aquí se reúne el Cabildo Metropolitano integrado por los canónigos, quienes hacen las veces del arzobispo y son nombrados por él. Ellos ocupan el coro alto y en el bajo se ubican los músicos y los niños cantores.
En el centro está situado el facistol, que semeja un gran atril de cuatro caras, tallado en ébano y tíndalo, con marquetería en bálsamo y tapincerán, en el que se colocan los libros del coro, que son de tamaño descomunal, con grandes letras en las que se lee la música y que pueden ser vistas por todos lados. Muchos de estos libros son verdaderas obras de arte, con las letras capitulares pintadas por magníficos artistas.
Sobre el nicho hay un bello crucifijo de marfil con base y cruz de ébano e incrustaciones de concha. Un nicho custodia a la patrona de la Catedral, la virgen de la Asunción, tallada tambien en marfil; sobre él, los cuatro evangelistas sentados en cada esquina, y bajo de ellos cuatro doctores occidentales de la Iglesia.
Otra pieza espectacular es la reja de tumbaga, fina aleación de bronce y plata, elaborada en Macao, China, siguiendo un diseño del pintor mexicano Nicolás Rodriguez Juárez. Dos campaniles nombrados "Aleluyas" adornan la parte superior lateral de la reja; su función consiste en anunciar en las misas solemnes el himno de gloria. Aqui aparece nuevamente la virgen de la Asunción, presidiendo el centro de la reja, en el que se representa el gólgota con los dos ladrones y Cristo crucificado.
Plato fuerte es la espléndida sillería, finamente tallada por el maestro escultor Juan de Rojas. Los 104 sitiales se realizaron en caoba, nogal, cedro rojo y tapicerán. Tiene la delicadeza bien llamada "misericordia", que es una pequeña repisa que aparece al ser levantada la silla y que permite al canónigo estar sentado, aparentando estar de pie, como lo exigen muchas fases del ritual.
No desmerecen los órganos: el de la Epístola, que se fabricó en España en 1692, y el del Evangelio, que lo realizó en 1736 el organero indígena José Nazarre. Ambos son totalmente mecánicos, alimentados por viento que proporcionan fuelles; las fachadas en estilo barroco fueron talladas por Juan de Rojas, en madera de cedro blanco, con motivos ornamentales de follaje y ángeles músicos. Ahora están iniciando una profunda restauración, que pronto nos va a permitir volver a disfrutar de su particular sonido.
Complemento importante de la decoración son las pinturas de Cristóbal de Villalpando, Guadalupe de Rafael Aguirre y bellos óleos anónimos de los siglos XVII y XVIII.
Si lo visita en domingo y al salir se le apetece ir a una cantina, aunque la mayoría cierra este día, a unas cuadras, en la esquina de Luis Gonzalez Obregón y Argentina, funciona el Salón España, que ofrece rica botana y tortas; si es tequilero puede escoger entre 220 marcas de esta bebida. Atienden personalmente sus dueños, los gentiles hermanos Ascencio.