Los cantautores iniciaron su gira Dos pájaros de un tiro, en Zaragoza, España
Serrat y Sabina cimbran al público en su primer concierto
Ambos bromearon abiertamente sobre sus enfermedades superadas y achaques físicos
Al finalizar el concierto, como himno, entonaron el poema Cantares, de Antonio Machado
Ampliar la imagen Serrat caminaba lento y sereno, mientras que Sabina, excitado y de andar vertiginoso, elevaba el sentir del público con los fogonazos de su guitarra Foto: Efe / Javier Cebollada
Zaragoza, España, 29 de junio. Joan Manuel Serrat y Joaquín Sabina se fundieron hoy en una sola voz, en una noche en la que más de 10 mil personas cantaron emocionadas sus canciones en Zaragoza, la ciudad que eligieron para iniciar su singular gira Dos pájaros de un tiro.
A pesar de la entrañable amistad que se profesan desde hace años y de que ambos se han convertido en iconos de la poesía hecha música, esta es la primera vez que se reúnen en un mismo escenario el autor de Mediterráneo y el de ¿Quién me ha robado el mes de abril?
El poeta melancólico y melódico, el que desde su garganta emite sonidos temblorosos y apasionados (Serrat), cantó durante más de dos horas con el de los arrabales y las noches interminables; con el hombre de baja estatura, quien -con su inseparable bombín y su guitarra- canta sonetos con voz quebradiza y agónica de tantos "güisquis on the rock" (Sabina).
Un año después de que surgiera la idea de cantar juntos por primera vez y de que superaran sus graves dolencias físicas (Serrat, un cáncer; Sabina, un padecimiento neurológico), finalmente vio la luz uno de los proyectos musicales más ambiciosos y entrañables de la música española.
Con un público ansioso por escuchar sus canciones emblemáticas, iniciaron con una especie de collage musical, en la que soltaban, de forma simultánea, el estribillo de "hoy puede ser un buen día", con el enérgico alarido de "que se abra el telón".
Una vez presentada la nueva "pareja de deshecho" -como la definió Sabina-, fueron evidentes los estilos diferentes que ocupaban el mismo escenario: Serrat caminaba lento y sereno mientras prolongaba hasta la extenuación cada nota musical; mientras, Sabina, excitado y de andar vertiginoso, cimbraba con cada fogonazo de la guitarra eléctrica.
Si el primero representa la melodía pausada, melancólica y arraigada a su tierra y sus raíces, al dolor de su pueblo y de su historia, el segundo es un exponente singular de la poesía callejera, de los ritmos urbanos y de esa añeja tradición española de limar asperezas con un verso tabernario y de cantarle al amor con arrebato y desconsuelo.
Antes de dar rienda suelta al secreto repertorio musical que habían preparado durante meses y que ensayaron las últimas tres semanas, Serrat quiso dedicar el concierto a los tres "compañeros" muertos la noche anterior en Madrid, mientras desmontaban el escenario del concierto de los Rolling Stones. Después de un caluroso aplauso del público y de los músicos a esos nuevos mártires de la "causa musical", Sabina recogió su bombín y su asiento para dejar el escenario al catalán, quien interpretó algunas de sus canciones más recientes, como Toca madera ritmos habaneros, que puso a bailar a los 10 mil asistentes, o la más tranquila, Me gusta todo de ti.
Los achaques, a escena
Después, Serrat cantó una de las canciones de Sabina, para que éste apareciera furtivamente por el escenario, de nuevo, con su bombín y su asiento, para que juntos cantaran No hago otra cosa que pensar en ti.
En ese momento se produjo un divertido intercambio de palabras entre ambos artistas, que bromearon sin tapujos sobre sus achaques físicos; de sus enfermedades; de que ambos vieron de cerca a la muerte; de que ambos a su edad (Serrat, 64 y Sabina, 59) ya notan los estragos de tantos años de carrera; de que su voz no les responde igual que cuando tenían veinte años.
"Me está tocando los güevos que vengan a verlo a él. Y yo no hago otra cosa que pensar en ti... y no se me ocurre nada", dijo Sabina. Serrat, con la misma ironía y también parafraseando algunas de las canciones de aquél, respondió: "Me he quitado de las drogas y el tabaco. Las mujeres me han dejado a mí. ¡Que duros son la salud y el celibato!"
Cuando se hizo el silencio, tras unas prolongadas carcajadas, se escucharon la armónica y los sonidos eléctricos de la música de Sabina, quien tenía en ese momento el escenario para él solo. Así cantó Ahora es demasiado tarde, princesa y después, una de las canciones símbolo de esta gira, Mi primo El Nano, ya que la escribió hace varios años, inspirado en la figura de Serrat, a quien admiró desde pequeño y al que define en su letra como a un cantante que "le tiembla el corazón en la garganta" y "un alquimista de las emociones que cura la tristeza con canciones".
Después, Sabina cantó dos de las más queridas por el público español, Ni contigo ni sin ti y Eva tomando el sol.
Si esta primera parte del concierto se caracterizó por el fluir incesante de ritmos, entonaciones y voces, la segunda fue la que terminó por enloquecer al público, que en ocasiones se veía incapaz de digerir cómo uno cantaba las canciones del otro, o como los dos lo hacían a dúo, con el acompañamiento espontáneo de los miles de asistentes. Así cantaron Porque te quiero a ti, con una instrumentación de ritmos mexicanos, y Esas pequeñas cosas.
Pero, sin duda, el clímax ocurrió durante la última parte del concierto, cuando inició con una rumba catalana de Peret, aquella de "no estaba muerto, estaba de parranda", que cantaron con tres guitarras clásicas, tres palmeros flamencos y un par de coristas que le dieron una intensidad inédita al momento. Después, ambos enlazaron uno tras otro algunos de sus temas clásicos y más conocidos: 19 días y 500 noches, Mediterráneo, Penélope, Mentiras que valen la pena, Pastillas para no dormir, Y nos dieron las diez.
Pero Serrat y Sabina también reservaron el tramo final para evocar a Antonio Machado y a su poema Cantares, convertido en un himno de varias generaciones. Así, los dos hicieron cantar junto con ellos, con rabia y emoción, aquello de "caminante no hay camino, se hace camino al andar..."