Usted está aquí: domingo 10 de junio de 2007 Opinión Fassbinder en la Cineteca

Carlos Bonfil

Fassbinder en la Cineteca

El ciclo que dedica este mes la Cineteca Nacional al realizador alemán Rainer Werner Fassbinder (1945-1982) está integrado por quince largometrajes elegidos en una filmografía prolífica y dispareja con más de 40 realizaciones, desde su primer trabajo importante, El amor es más frío que la muerte, de 1969, hasta Querelle, de 1982, adaptación de la novela Querelle de Brest, de Jean Genet. El expediente RWF: 13 años de trabajo fílmico ininterrumpido, un promedio anual de tres o cuatro películas, además de obras teatrales, programas para la televisión y para la radio, y una soberbia adaptación en trece episodios y epílogo de la novela de Alfred Döblin, Berlin Alexanderplatz. Cine, teatro y literatura, revisión histórica y nota roja, denuncia del poder alienador de los medios y aprovechamiento óptimo de los mismos, Fassbinder confunde, como pocos cineastas europeos, autobiografía, mitología personal y creación artística. Su arrogancia, su vulnerabilidad estudiada, sus desplantes de niño genio, wunderkind del nuevo cine alemán, la provocación de su homosexualidad asumida, su control tiránico del grupo de actores que integran su séquito afectivo y su grupo de trabajo, y su relación conflictiva con mujeres cercanas (Ingrid Caven, Hannah Schygulla, Irm Herman) frente a quienes suele ser encantador y sádico, adorador y misógino, todo conforma en sólo una década el mito del creador cineasta como animal intratable. Su enorme capacidad de trabajo depende en gran medida del grupo de técnicos y productores que, siendo algunos también sus actores, se ocupan de dar inicio y continuidad a películas que concluyen con el sello único del director orquesta.

A finales de los años 70, en un filme de episodios inédito en México, Alemania en otoño, la voz de Fassbinder se destaca entre el grupo de cineastas alemanes invitados (Kluge, Reitz, Schlöndorff, entre otros), al ofrecer el testimonio más descarnado de un país dividido entre la lucha contra el terrorismo y la tentación autoritaria. Fassbinder, desnudo frente a la cámara, interroga de modo inclemente a su madre, y a través de ella a una generación y a un país devorados por la mala conciencia y la culpa histórica, empeñados en ignorar las lecciones del pasado y en abrir un nuevo ciclo de terror policiaco. Una visión desencantada y corrosiva en la que también se dan cita la drogadicción, el pesimismo y una inocultable autoflagelación moral.

Lejos de poseer un estilo tan personal como el de sus directores más admirados (Godard, Chabrol, Douglas Sirk), Fassbinder es el ecléctico mayor, aglutinador de influencias e infatigable explorador de géneros; un fenómeno multimedia, agitador de conciencias y virtuoso de la provocación escénica. El ciclo que ofrece la Cineteca del 5 al 24 de junio incluye obras poco difundidas en México, El derecho del más fuerte, Bolwieser, Desesperación y El año de las trece lunas, y el día de hoy una cinta emblemática, Madre Kuster sube al cielo (1975), variación interesante de un clásico del cine alemán de los años veinte: El viaje a la felicidad de la madre Krause (Phil Jutzi, 1929). En aquella película, una vendedora de periódicos se suicidaba al ver como la miseria conduce a sus hijos a la prostitución y al crimen. Finalmente la hija prostituta se redimía a través de la revolución en un melodrama social fuertemente influenciado por el cine soviético. Fassbinder trastoca medio siglo después el esquema narrativo y presenta a la madre Kuster como una anciana crédula e inofensiva, quien luego de la muerte de su marido obrero, pasa a ser víctima del oportunismo combinado de la prensa sensacionalista y de anarquistas y comunistas aburguesados. El retrato de la izquierda alemana es tan implacable como la visión que da el cineasta de los hijos del milagro liberal alemán: una hija devorada por la vanidad artística y encaminada al fracaso, un hijo apático, irremediablemente edípico, dominado por su esposa, y un grupo de personajes que lucran con la ingenuidad y el resentimiento de la Madre Kuster en una exhibición de continua mezquindad moral y de cinismo. Algo similar a la cinta filmada el año anterior, El derecho del más fuerte, donde un homosexual proletario es explotado y humillado por los familiares de su amante burgués. La desolación del panorama social propuesto en Madre Kuster fue tal que el cineasta se sintió obligado a proponer un final alternativo, menos virulento, para su distribución en Estados Unidos.

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