A la mitad del foro
Desvaríos de la reforma extraviada
Ayer villanos, hoy salvadores de la democracia etérea y la libre competencia como bandera de izquierdas a la deriva. Vale. La Suprema Corte declaró inválidas las partes sustanciales de mal pergeñada legislación de telecomunicaciones, radio y televisión. Palo al duopolio que pasaría por monopolio, como el bipartidismo de PAN y PRI, de todos tan temido en los desvaríos de la reforma extraviada del Estado. A fin de cuentas, Televisa y Televisión Azteca declararon su respeto y voluntad de acatar la resolución de la Corte.
"What goes around comes around", dicen los anglosajones expertos en la acumulación de capitales y del poder que con ellos da la vuelta y vuelve al punto de partida. Vale. Pero no es deleznable el logro de los cuarenta y tantos senadores que se opusieron a la mayoría plural y llevaron el asunto a la Suprema Corte. Ayer villana, hoy heroína. Asistieron a las sesiones y mantuvieron la fe en las instituciones Manuel Bartlett, Javier Corral y Dulce María Sauri. Estalló el júbilo al escuchar la resolución. Nada sustituye a la victoria. En política, la minoría es un estado pasajero.
Más allá de la tutela televisiva aceptada por la mayoría plural (en la Cámara de Diputados se aprobaron por unanimidad las reformas, y la fracción del PRD todavía vaga por ahí en busca de la razón extraviada) y del combate de capitales por el control de las tecnologías de punta, lo que estaba en juego en la Corte era la facultad soberana del Estado de otorgar o negar concesiones. No estábamos ante el conflicto clásico entre los medios y el poder constituido. Se trataba únicamente de medios sujetos a concesión otorgada por el Estado. Del cómo y por cuánto tiempo. Con el añadido de la ambiciosa fórmula insertada ahí por los dueños del dinero que se traducía en vulgar subasta: ¿quién da más?
La Suprema Corte cumplió. Hay tres poderes y, afortunadamente, en los devaneos de la política litigiosa, no cayeron los del Judicial en la peligrosa tentación de legislar. Vale la pena citar al ministro Guillermo Ortiz Mayagoitia: "Se conserva el principio de certeza jurídica, y la ley quedará como una norma funcional, porque lo único que ha hecho la Corte es declarar inválidas algunas de sus partes, de tal manera que puede ser aplicada a situaciones futuras; entretanto el Poder Legislativo decida tocarla nuevamente, si es que así lo decide, pues no hay condena a hacer reformas o modificaciones a la ley."
A tocarla llaman. A legislar. Héctor Larios, Emilio Gamboa, Pablo Gómez, peregrinos en la penitencia del perdón. O del arte de birlibirloque que haga caminar lo inválido. A menos que estuviésemos ante la ocasión de reconocerse poder para liberarse de las cadenas autoimpuestas como símbolo de servidumbre. La Corte no va a resolverles el dilema de la reforma electoral extraviada. Hace falta una segunda vuelta, diría el uruguayo Julio María Sanguinetti en Guadalajara, en las aulas del ágora electrónica. Desde luego. Pero hay que reducir el tiempo de la primera vuelta, controlar las precampañas. Y si algo aprendieron de la resolución de la Corte, afamada por su conservadurismo a ultranza, tendrán que legislar para prohibir la compra de propaganda electoral en los medios concesionados por el Estado. Que son los del gran poder ante el cual se han puesto de rodillas.
Por aquello de los desvaríos, la Corte tendrá que resolver los recursos de inconstitucionalidad de la despenalización del aborto. Si lo de la certeza jurídica no es mero recurso retórico, los ministros tendrán que atenerse a lo que dice el texto constitucional. En esa materia nada se puede inventar, nadie puede salirse del marco normativo. Para los contemporáneos discípulos de Pedro el Ermitaño, la Corte será villana. Ayer le entonaban aleluyas.
Afortunadamente, Felipe Calderón no parece proclive al entusiasmo foxiano de la presencia en las cumbres; confusión del alto vacío con estatura de estadista. El de Michoacán asistió a la reunión del G-8 como integrante del G-5. Angela Merkel y Tony Blair intentaron convencer a George W. Bush de la urgencia de fijar tiempos y sumarse a los compromisos del Protocolo de Kyoto. Imposible. El de la Casa Blanca va a instalar un sistema antimisiles en Polonia o en la República Checa. Vladimir Putin amenazó apuntar sus propios misiles hacia Europa y cundió el temor de que reviviera la guerra fría en pleno calentamiento global.
Pero Putin sabe para qué sirven el poder y el petróleo. Ante el Báltico, cerca del Golfo de Finlandia, bajo el que pasan los ductos de gas ruso que se consume en Europa, el presidente Putin buscó solución diplomática al tozudo desvarío de Bush: instalen un sistema alterno en la república caucásica de Azerbaiyán. O en territorio aliado de Turquía. "O en Irak. ¿Para qué se hizo la guerra?", cuestionó Putin en conferencia de prensa. El G-8 resolvió aportar ayuda al Africa para combatir los estragos del sida y la tuberculosis. De los millones desplazados en Darfur, nada, salvo externar preocupación. Lula pondría por escrito la posición de Brasil y las inquietudes de los marginados.
El discreto desempeño del presidente Calderón contrastó con el exhibicionismo ígnaro del sexenio anterior; parece dar la debida importancia al protocolo y al contacto personal con jefes de Estado y de gobierno. Expuso el compromiso de México con la ONU y con la iniciativa de la Unión Europea que fija metas y objetivos precisos para combatir el cambio climático. Pero conforme a las limitaciones de cada país y sin sacrificar la posibilidad del desarrollo. Ban Ki Moon, secretario general de la ONU, expresó su reconocimiento: "Sé que cada país tiene circunstancias difíciles, pero lo importante es que la comunidad internacional (...) tome en cuenta los variados problemas nacionales y los paquetes de desarrollo económico."
Si algún despistado cree llegada la hora de erigir arcos triunfales, la ilusión se desplomó como los muretes levantados por los maestros en su rito de protesta anual. Por las aduanas de México pasan al norte drogas y dinero, y de allá pasan las armas con las que el crimen organizado ha puesto en jaque al Estado mexicano, dijo el secretario de Hacienda. Nadie le recordó que están a su cargo, ni preguntó quién es el director de Aduanas. Pero de Washington llegó la noticia de que Agustín Carstens firmó un acuerdo de cooperación aduanera con Michael Chertoff, zar de la seguridad interna de Estados Unidos.
Y desde Austin, Texas, revela el presidente del Comité de Inteligencia de la Cámara de Representantes, Silvestre Reyes, que nuestro gobierno solicitó formalmente al Congreso de Estados Unidos incrementar la ayuda para combatir al narcotráfico: un proyecto similar al plan Colombia, con la posible presencia de agentes de aquel país en territorio mexicano.
Reunidos en Morelos los procuradores y fiscales de México, Estados Unidos, Centroamérica y Colombia, Eduardo Medina Mora les diría tajantemente: "O triunfamos juntos o fracasamos juntos". Y Alberto Gonzales, secretario de Justicia de Estados Unidos, aseguró que su país está "tratando de detener el flujo ilegal de armamentos hacia México".
Por las aduanas pasan lo que quieren. En el siglo XIX las tomaban o las entregábamos a los acreedores extranjeros. En el extravío del siglo XXI: cooperamos.