Número
131 | Jueves 7 de junio de
2007 |
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Proyectos de empoderamiento con jóvenes homosexuales Asumir la diferencia, prepararse para la vida Clases para la vida, es el concepto de la escuela neoyorquina Harvey Milk School, que ofrece un espacio para adolescentes pre universitarios gays y lesbianas. Lugar para expresarse y afirmarse en su diferencia frente a un ambiente a veces hostil. En este reportaje se presenta un panorama general sobre el proyecto.
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Por Antonio Medina Apresurados caminan de un lado para otro, algunos se detienen a platicar, otros juegan, se empujan, se secretean o hacen bromas al de a lado. Los más desinhibidos caminan como modelando, se carcajean, ríen… Exhiben sus atuendos para que todos los miren, imitan a Marilyn Monroe, a Madonna o a Britney Spears. Saben que nadie los reprimirá por sus modales, vestimenta, lenguaje o forma de caminar. Las clases que toman estos jóvenes no son las convencionales, cuando menos de tres a ocho de la noche. En las aulas y talleres de esta singular preparatoria aprenden sobre salud, sexualidad, prevención de infecciones por vía sexual y del VIH/sida y reflexionan de manera grupal sobre el amor, la autoestima, los afectos y el valor de la amistad. El nombre de la escuela se debe a un activista gay estadounidense, quien resultó electo para un cargo municipal en la ciudad de San Francisco en 1978, pero fue asesinado, por homofobia, por el líder del grupo opositor. Este proyecto educativo es el primero en Estados Unidos destinado exclusivamente a las minorías sexuales. Inició labores a principios de 2003 con un presupuesto mayor a los tres millones de dólares, aprobado por el Consejo Comunal neoyorkino. Cuenta con salones para clases convencionales en donde se asesora a los alumnos en materias complicadas como matemáticas, física o química. También tiene salones amplios donde los jóvenes toman talleres de baile, canto, danza, actuación, yoga, modelaje y artes culinarias. El Harvey Milk High School recibe fondos del Departamento de Educación de la Ciudad de Nueva York y del Instituto Hetrick-Martin, asociación que desde finales de los años setenta ha luchado por el reconocimiento de los derechos de las personas homosexuales. La existencia de este espacio ha causado controversia, señala Lillian Rivera, asistente de la dirección. “Hemos vivido ataques por parte de grupos conservadores, y aún progresistas, que consideraron innecesario abrir una escuela exclusiva para jóvenes gays. Las resistencias también fueron por parte de la misma comunidad gay de la ciudad, ya que algunos líderes consideraron que la lucha homosexual del país, para el año 2002, ya rebasaba la necesidad de crear guetos que aislaran a los homosexuales”. Para los fundadores de esta preparatoria la creación del espacio no buscaba separar a los y las jóvenes de su realidad, sino abrirles un lugar seguro de convivencia en donde se prepararan libremente y aprendieran a defenderse ante la sociedad que sí los excluye y violenta, pues diversos estudios académicos explicitan que la violencia que sufren muchos homosexuales, lesbianas y transexuales desde niños es muy elevada. “El sistema educativo estadounidense convencional no ha podido mitigar la problemática de la discriminación y violencia en las escuelas hacia estos niños y jóvenes”, comenta Rivera. El modelo Se habló de aspectos culturales y religiosos que influyen en la discriminación y la violencia (física o simbólica) hacia quienes tienen una orientación sexual diferente a la heterosexual. Tanto chicas como chicos contaron sus experiencias frente a la homofobia y la discriminación. En el común denominador de las exposiciones se reveló el abuso, presión y violencia que sufren estos jóvenes desde niños por parte de los adultos. “Los adultos abusan de nosotros cuando nos imponen sus miedos, sus creencias y sus prejuicios sobre la sexualidad”, comenta un adolescente de origen latino, quien explica a la clase que él no tiene problema con su orientación sexual, sino que “son los adultos con los que he convivido toda mi corta vida quienes tienen el problema, ya que ellos por sus prejuicios y miedos personales, me han reprimido por ser como soy”. “Esa represión —retomó el docente que coordinó la discusión— también se ejerce desde espacios sociales”, e invitó a todo el grupo a poner ejemplos. La voz al unísono de los alumnos le hizo bulla al profesor, pues las experiencias de los y las jóvenes neoyorkinos, según dijeron, es que la represión se da tanto en la escuela, en el barrio, la casa, las iglesias y aún en espacios de convivencia gay, en donde la discriminación también puede darse por ser adolescente o por pertenecer a un grupo étnico minoritario. Una vez terminada la clase, un grupo de seis jóvenes accedió a platicar con Letra S. Cuando menos tres de los chicos dijeron que su vida sexual es activa. Todos son menores de edad y uno de ellos desea transexualizarse. Coincidieron en que los beneficios de Harvey Milk en su vida van del reforzamiento de su autoestima, la salida del clóset sin violencia o sin afectar sus proyectos estudiantiles, a entablar relaciones estables, protegidas y duraderas. Los jóvenes coincidieron en que la violencia en otras escuelas donde estudiaron antes es lo que les hizo inscribirse en Harvey Milk. “Aunque fueras buen alumno y tuvieras buenas notas, los fuertes siempre te molestan, se mofan de ti y te agraden por ser gay, o de plano puedes sufrir violencia”, comentó un joven afroamericano de 17 años quien desde que estudiaba la primaria se acostumbró a ser violentado “por mis naturales amaneramientos”. En Harvey Milk High School las reglas sobre el respeto están muy bien determinadas. Los alumnos saben que palabras como negro, gorda, joto, maricón, chino, machorra, anglo o latino, entre otras, pueden ser generadoras de violencia, limitan la comunicación, pero sobre todo, “pueden romper con uno de los principios básicos de la escuela, que es el respeto a todas las formas de existencia humana”. El esquema de Harvey Milk ha sido retomado por otras escuelas en diferentes estados de ese país. Ha desarrollado una propuesta pedagógica en la que los estudiantes son proactivos con su educación, se hacen responsables de su salud sexual y aprenden a vivir su diferencia sexual sin culpas. “Aprenden a manejar sus emociones y entienden cómo está estructurada la sociedad y los diferentes ámbitos de convivencia, por lo que —concluye Lillian— este espacio, además de ser educativo, es un lugar donde los niños y adolescentes gays aprenden cosas sobre la vida y sus dificultades”. * Para la realización de este reportaje se contó con el apoyo de Corporativo Cabaré Tito y El Armario Abierto. |