Usted está aquí: martes 5 de junio de 2007 Opinión Cien años de las Demoiselles

Teresa del Conde

Cien años de las Demoiselles

Mientras avanzan entre nosotros los preparativos para el centenario del nacimiento de Frida Kahlo, el Museo de Arte Moderno (MoMA) de Nueva York conmemora cien años de la que es una de las más famosas y conocidas pinturas de Pablo Picasso, mediante una exposición que la pone en contexto.

Conviene traer a cuento la historia del cuadro desde su origen, en el número 11 de Rue Ravignan (en el Bateau Lavoir), hasta que fue museografiado en su sede definitiva en el ahora ampliado edificio de la calle 53, cosa que ocurrió el 24 de abril de 1939, convirtiéndose inmediatamente en atracción principal del museo fundado en 1929, ubicado hasta entonces en uno de los ámbitos del Rockefeller Center.

Es conocida la reacción de quienes primero lo vieron en el estudio de Picasso. Fueron sus íntimos amigos Max Jacob, Guillaume Apollinaire y los hermanos Leo y Gertrude Stein, Ambroisse Vollard, Daniel Henry Kahnweiller, Georges Bracque, la entonces amante del artista español; Fernande Olivier, quien eludió mencionarlo en sus memorias escritas más tarde, y André Salmon, a quien debe su título.

Picasso simplemente lo bautizó como El burdel. Ni siquiera Kahnweiller, quien quedó sorprendido, se atrevió a adquirirlo. Desconcertó a todos, se dice que con la excepción de Gertrude Stein, cuyo retrato por Picasso (1906) en cierto modo es una premonición, sin dejar de ser un retrato perfectamente reconocible.

Las Demoiselles eluden descripción, salvo por el hecho de que tres de ellas obedecen a una misma camada iconográfica, mientras que las dos del centro acusan otra proveniencia, no relacionada con las esculturas africanas, sino con el antiguo arte ibérico. Hay estudios preparatorios a ese cuadro en Basilea, en el Museo de Filadelfia y en los museos Picasso de Barcelona y París, además de un centenar de sketches que indicarían la obsesión de su autor en esta composición, tomada como punto de arranque del cubismo, cosa a mi parecer equivocada si se la compara con un típico desnudo o composición del cubismo analítico (por ejemplo la muchacha con mandolina conocida como Fanny Tellier en el mismo MoMA).

Las cinco mujeres en tonos rosa, una sentada de espaldas, pero viendo al espectador con sus ojos desnivelados y nariz de hacha, cuya pose parece tomada de cierta composición de Cézanne y las otras paradas, integran una escena en la que todos los elementos (desde luego los del fondo) están echados hacia adelante, incluyendo la pequeña naturaleza muerta con sandía y uvas casi al centro de la parte baja. Según documentos, la tela de 244 x 223 centímetros quedó en la condición que conocemos hacia finales de julio de 1907, sin que pueda saberse (o yo no lo sé) si Picasso lo consideró terminado, lo cierto es que permaneció enrollado hasta que en 1916, con todo y la Primera Guerra Mundial de por medio, un famoso modisto, Paul Poiret, prestó su centro de exhibición para una muestra organizada por André Salmón, titulada L'Art Moderne en France.

Allí comenzó la historia ''cubista" de esa pintura, que a todas luces obedece a otro tipo de expresión, ultravanguardista en su momento, pero ajena a las investigaciones cubistas respectivamente de Picasso y Bracque, iniciadas casi desde entonces, no en París, en ese orden, en Horta D'Ebro y en L'Estaque, bahía cercana a Marsella, donde antes Cézanne había pintado. Hubo crítica adversa en 1916, centrada sobre todo en Picasso. Quizá fue cuando André Breton, entonces de 20 años, vio Les Demoiselles. Años después lo reprodujo en La Révolution Surréaliste, pero desde antes intentó que el coleccionista Jacques Doucet lo adquiriera, cosa que logró mediante arduo convencimiento en 1924, pero Doucet no lo puso a la vista en su lujosa mansión, según afirma su biógrafo François Chapon. Cuando él murió, su viuda fue visitada por el galerista Selligman y por el presidente del MoMA, y años más tarde, en 1937, la galería, con sedes en París y Nueva York lo adquirió.

Antes del viaje trasatlántico, Picasso lo vio exhibido en Maestros del arte independiente en el Petit Palais. Lo examinó a conciencia, dio cuenta de su buen estado y remarcó su condición artística revolucionaria. Jacques Selligman lo exhibió por primera vez en Nueva York, en Veinte años de la evolución de Picasso 1903-1923, cuando éste ya había pintado Guernica (1937) para el Pabellón de la República Española diseñado por José María Sert, en París.

Los arreglos para la venta al MoMA de las Demoiselles se iniciaron en diciembre de 1937, por 28 mil dólares, y se juntó el dinero mediante el legado de Lillie P. Bliss, quedando en resguardo de la galería hasta la apertura del edificio de la calle 53. Rara vez se presta a otra institución y cuando William Rubin lo concedió al Museo Picasso de París, en 1988, viajó en el mismo avión que el cuadro, según informó Mónica Bohm-Duchen, conferencista del Courtauld Institute. La historia posterior a la ejecución de una obra, cuenta muchísimo para su fama póstuma.

 
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